‘Stop’ tóxicos: Cómo mantener a raya a todas esas personas y conflictos que nos agotan emocionalmente y evitar que se cuelen en casa
No hay un mejor refugio para alejarnos del mundo que nuestro hogar. De la mano de IKEA y su estudio, ‘Hogares con psicología’, identificamos quienes son todas esas personas que pueden turbar nuestra paz y cómo alejarnos de ellas, tanto física como emocionalmente.
En Lo que hacemos entre las sombras, el divertido falso documental de un grupo de vampiros que comparten casa en Nueva York bajo una oscura misión –remake de la película de culto de Taika Waititi–, el personaje más peligroso no tiene colmillos ni le gusta la sangre. Es un vampiro emocional capaz de absorberle la energía y las ganas de vivir a cualquiera en cuestión de minutos. Lamentablemente, al contrario del resto, no se trata de una criatura imaginaria: existen en el mundo real y, en términos psicológicos, también se conocen como personas tóxicas.
“Es una persona que cuando te relacionas con ella, por la forma en la que te habla o te trata, acabas sintiendo ansiedad y malestar”, le comenta la psicóloga Silvia Congost a Elia F. Granados en este nuevo episodio del pódcast Mañana empiezo. La autora de Personas tóxicas: cómo identificarlas y liberarte para siempre de los narcisistas explica que hay individuos que simplemente son tóxicos para nosotras: “Puede ser una persona que no encaje con nuestros propios valores o intereses y, si nos empeñamos en que esa relación funcione, acabamos pasándolo mal. Alguno de los dos tiene que cambiar y eso, cuando exige renunciar a uno mismo, significa que no vas a estar bien”.
Otras, sin embargo, son esencialmente tóxicas y acaban destruyendo la autoestima y la dignidad de quien se relacione con ellas. Es aquí cuando entramos en el terreno de perfiles como el de los narcisistas. “Es un trastorno que implica no tener capacidad para empatizar con el dolor ajeno. Son personas muy inteligentes que, para obtener su propio beneficio, menosprecian a los demás, los utilizan y no conectan con el daño que están creando”. La experta señala que en la mayoría de casos son el resultado de sus propias experiencias, como crecer en entornos difíciles o carentes de afecto de los que acaban desconectándose emocionalmente para no sufrir.
Teniendo en cuenta estos matices y, sin intención de condenar a nadie ni emplear el término a la ligera, el primer paso que recomienda Congost es aprender a identificarlo y actuar en consecuencia. “Puedes ser muy empático y comprender qué le sucede a esa persona o por qué actúa así, pero en cuanto sientes compasión, siempre vas a ir un paso más allá: vas a tratar de ayudarle o intentar que no sienta ese dolor. Y si es una persona que te está haciendo daño a ti, serás tú quien acabe cada vez peor. Tienes que poner límites”, resuelve la psicóloga. ¿Pero por qué a veces nos cuesta tanto? Entre las opciones que baraja la experta está el miedo a que no nos quieran, los problemas de autoestima o la necesidad de sentirse necesarios. “Hay que preguntarse si estás atendiendo a tus necesidades, si todo lo que eliges, decides o permites es de verdad lo que quieres o hay una intención oculta detrás”.
La toxicidad se puede producir en cualquier tipo de vínculo. En el universo de la amistad, Congost diferencia entre varios perfiles: está el amigo cubo de basura, ese que te llama cuando se siente mal, vacía todos sus problemas y preocupaciones sobre ti y, cuando llega tu turno, deja de escucharte porque, directamente, no le importa; el amigo verborreico, una versión un poco más inocente, que solo es capaz de hablar de sí mismo y desviar cualquier conversación hacia su propia experiencia; o el amigo con interés, otro clásico que se arrima a ti y despliega todos sus encantos hasta que logra sacarte lo que necesita: contactos, ascensos, proyectos… “Cuando hay algo que te hace daño, lo natural es alejarte. Nuestro cerebro tiene la función de protegernos y garantizarnos cierto nivel de bienestar, por lo que es antinatural quedarnos al lado de algo que nos hace daño; sin embargo, el cerebro también lo permite porque si dejamos pasar las primeras señales de toxicidad, acabamos normalizando la situación y llega un punto en el que corremos el riesgo de no percibir la gravedad de lo que está ocurriendo», resuelve la psicóloga.
Mucho más problemático es cuando se produce en el núcleo familiar, porque no todo el mundo está dispuesto a cortar la relación con, por ejemplo, una madre o una hermana. “En este caso sí que es importante conectar con la compasión porque te ayuda a entender por qué es así y que no eres tú quién hace algo mal. Es importante comprender también que no es tu tarea ni tu labor salvarlos y, una vez hecho esto, tomar distancia», resuelve la experta. Porque en la mayoría de los casos, las personas tóxicas no suelen ser conscientes de que lo son. “Sabes que alguien ha tomado consciencia porque se asusta”, apunta la psicóloga, y es ahí, cuando empieza su camino hacia la inserción: «Cuando una persona se abre tiene la posibilidad de aprender y mejorar, si no, no pide ayuda nunca. Un narcisista, por ejemplo, no vendrá por voluntad propia a la consulta porque uno de sus rasgos principales es creer que su verdad es la única».
El contacto cero es la única solución para pararle los pies a una persona tóxica. “El único caso en el que no podemos hacerlo es cuando tenemos un hijo pequeño en común con una pareja; el resto de casos, como en una familia o en un trabajo, tenemos que asumir la realidad y empezar a mirar en otras direcciones», resuelve Congost. Como no se puede hacer de un día para otro –dejar un trabajo sin tener otra opción suele ser un privilegio–, la experta recomienda ir estableciendo límites y aprovechar la oportunidad para aprender a desconectar y disfrutar de nuestra intimidad. «Lo importante es que haya un consenso en tu espacio vital».
Hacer de la casa un refugio
El filósofo Michel de Montaigne aseguraba que su hogar era su lugar de retiro y descanso de las guerras: “Intento mantener este rincón como un refugio contra la tempestad exterior, mientras hago otro rincón en mi alma”, escribió. También lo confirma el estudio Hogares con psicología, elaborado por IKEA en colaboración con el Consejo General de la Psicología, en el que señalan cómo las características de nuestra casa, desde la luz a la decoración, influyen en el bienestar de quien lo habita. ¿Cómo podemos utilizarlo a nuestro favor? «Lo más importante es encontrarnos a gusto y seguros, por lo que tenemos que dedicarle un poco de tiempo para que este sea funcional, práctico y que represente nuestros gustos y personalidad. De esta forma, directa e indirectamente, tendremos una sensación de refugio», recomienda Icíar García, responsable de la estrategia de interiorismo de IKEA, para que nuestros problemas no entren por la puerta.
El poder de un recibidor
No es casualidad que en los últimos años el recibidor de casa –¿acaso existe un nombre más acogedor?–, haya cobrado especial importancia. «Es nuestro espejo de cara al exterior y también la estancia donde hacemos el último check antes de salir de casa», apunta García, que recomienda revisar que cumple el rol que necesitamos de él. Teniendo en cuenta que es un lugar de tránsito, en el que nos preparamos para entrar y salir de casa, recomienda apostar por percheros y zapateros para establecer, ropa y calzado mediante, los límites entre el exterior y el interior. “Puede ser interesante contar con algún accesorio: como un espejo para el último vistazo, un paragüero o una simple bandeja donde poner las llaves para que no se nos olviden”.
Psicología del color
En su ensayo Raíces mediterráneas de la arquitectura moderna, Josep Lluís Sert aseguraba que «la arquitectura moderna es una vuelta a las formas puras y tradicionales del Mediterráneo. ¡Es una victoria del mar latino!». Los materiales naturales, la esencialidad de la luz, las texturas amables y acogedoras… Los códigos del estilo mediterráneo siempre vuelven, en especial en tiempos de incertidumbre, porque tienen una capacidad innata de acallar los problemas. Para conseguirlo, la experta en interiorismo de IKEA nos recomienda jugar con los colores neutros y las texturas, tratando de que no destaquen unas sobre otras, sino que se complementen para crear una sensación y equilibrio. «Si bien es cierto que la decoración no es como las matemáticas, siempre tenemos que tener en cuenta tres factores que nos ayudan a jugar con el color. Lo primero es definir qué actividades o acciones voy a desarrollar en ese espacio. En consecuencia, lo segundo sería identificar qué emociones o estímulos quisiera sentir cada vez que estoy allí, y, en función de las dos anteriores, que colores se ajustan a eso que estoy buscando y en qué proporciones debería utilizarlos en base a mi gusto personal».
Definir los espacios
Los límites entre interior y exterior se han difuminado en los últimos años, hasta tal punto que, si nos descuidamos, acabamos llevando el trabajo a la cama. En la medida de lo posible, Icíar García recomienda elegir un espacio tranquilo y bien iluminado. También hay que ser conscientes de nuestras posibilidades y tratar de suplir las carencias, por ejemplo, ante la falta de luz natural, propone intentar reproducirla con flexos con brazo y pantallas y bombillas regulables. «Una vez decidido dónde ubicaremos el espacio laboral, conviene separarlo o diferenciarlo del resto de la estancia para que tanto el usuario, como los que viven con él, lo identifiquen como su zona de trabajo y la respeten tanto durante la jornada laboral como una vez finalizada esta. Para esto puedes usar una simple cortina o un biombo», resuelve la experta, insistiendo en la importancia de mobiliario ergonómico, como una buena silla, y de almacenaje. «Cuando acabemos la jornada de trabajo es recomendable guardar todo en su sitio para desconectar mentalmente de nuestras obligaciones laborales y poder descansar». Los carritos o las estanterías son una de las soluciones más prácticas para ello.
Rodéate de verde
Tampoco es casualidad que en los últimos años hayamos estrechado vínculos con la naturaleza. «Diferentes investigaciones otorgan a las plantas y la jardinería un efecto calmante sobre las personas –apunta García–. El Jardín de Rehabilitación de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas, estudia los beneficios de vivir rodeados de plantas y afirma que estar cerca de ellas, cultivarlas, asumir la responsabilidad de cuidarlas, así como cosechar, consumir y compartir lo que producen puede tener efectos muy positivos en nosotros». La interiorista de IKEA recomienda crear pequeños oasis de naturaleza, incorporando jarrones con flores, agrupando plantas o, en el caso de que el espacio lo permita, construir algún pequeño huerto. «La mejor receta para crear tu propio espacio de bienestar natural es situar tu asiento favorito junto a una ventana y decorar el entorno con distintas plantas. De esa forma podrás tener una sensación de relax y naturaleza al disfrutar de vistas al exterior y estar rodeada de plantas en el interior, mientras lees o escuchas tu música favorita». Suena tentador.