Una de cada cuatro personas sufrirá un ictus. Por qué esta enfermedad no entiende de edad

Este accidente cerebrovascular, la segunda causa de muerte en España, no es exclusivo de la vejez. La barrera de los años se ha roto, pero hay esperanza: ocho de cada diez casos se podrían evitar tan solo mejorando los hábitos de vida

En España, el ictus es la primera causa de muerte en mujeres, y la segunda en hombres.iStock

Julio Agredano (Madrid, 1972) vivía inmerso en la vorágine del trabajo, el estrés no le permitía descansar bien, no le prestaba importancia a la alimentación, tenía sobrepeso y lo de la actividad física no iba con él. Un grave error. Ese cóctel de circunstancias lo convertían en el candidato perfecto para sufrir un ictus a pesar de tener 39 años. Un día, estando de vacaciones con su mujer y su hijo, empezó a encontrarse mal: “No veía bien, me costaba moverme, me sentía sin fuerzas...”, explica. Relacionó el malestar con el cansancio acumulado y se fue a la cama. “Segundo gran error, porque en realidad estaba sufriendo un ictus”, añade.

Hasta la mañana siguiente, cuando su mujer lo encontró inconsciente, el madrileño no recibió tratamiento médico. Si hubiera acudido de inmediato al hospital, “probablemente no me hubiese tenido que enfrentar a una larga rehabilitación para recuperarme solo parcialmente de las secuelas físicas y psicológicas que me quedaron tras el infarto cerebral”, lamenta.

El caso de Agredano, que alguien joven sufra un ictus, es cada vez más común. De hecho, cualquier persona es susceptible de sufrirlo, desde bebés hasta ancianos. Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), si no se previene, una de cuatro personas sufrirá un ictus a lo largo de su vida, no solo en la vejez –debido al deterioro natural del sistema cardiovascular– sino a edades más tempranas, como consecuencia de hábitos no saludables.

En España, más de 100.000 personas sufren un ictus al año. Aproximadamente, una de cada seis muere. Es la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres, según datos de la SEN. Es también la primera causa de discapacidad en adultos de ambos sexos. De aquellos que sobreviven, un 30% se convierte en dependiente funcional debido a las secuelas. Como advierte Javier Pardo, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid): “El ictus es un problema de salud pública que requiere de concienciación que pasa por saber los factores de riesgo que produce el ictus y saber detectarlo tempranamente para así reducir drásticamente estas cifras”.

Como explica Rafael Arroyo, jefe del Departamento de Neurología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid y del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo (Madrid), el envejecimiento propicia la aparición de ictus debido al deterioro natural del sistema cardiovascular: las paredes de los vasos sanguíneos que transportan la sangre del corazón al cerebro se van deteriorando. El facultativo aclara que “no por envejecer tenemos que sufrir un ictus”, pero sí explicaría el incremento de la enfermedad que los expertos proyectan en una década, más del 30%: “Ahora vivimos más tiempo, la población es más mayor, y esta enfermedad se reproduce más”, apunta.

Sin embargo, Arroyo advierte sobre el incremento preocupante de casos que se están observando mucho antes de la edad geriátrica habitual. En las dos últimas décadas, los casos de ictus en España en personas de entre 20 y 64 años han aumentado un 25%. En la actualidad, la población afectada menor de 70 años representa un 60%; de ellos, los menores de 50 años son el 16%. Estas alarmantes cifras se deben al aumento de “malos hábitos como fumar, consumir drogas, excesivas cantidades de alcohol, el sedentarismo, una mala alimentación o el estrés”, detalla Arroyo.

Una enfermedad altamente prevenible

Julio Agredano recuerda ahora su vida antes del ictus: “No había hecho deporte en mi vida, pesaba 103 kilos, vivía sometido a una gran carga de estrés... La edad es un factor de riesgo que no se puede prevenir, pero muchos otros que causan el ictus, sí”, añade. Según la SEN, cerca del 90% de los casos se podrían evitar solo mejorando los hábitos de vida: llevar una dieta saludable, no fumar, no consumir drogas, beber bajas cantidades de alcohol e incorporar la actividad física diaria.

El doctor Pardo explica que existe una relación directa entre el ictus y enfermedades causadas por una presión arterial elevada como el colesterol o la hipertensión, que aumentan las resistencias que encuentra la sangre a su paso por las arterias. Otro tipo de patologías como las cardiopatías congénitas, la diabetes o incluso la apnea del sueño también están relacionadas con el ictus, como señala el doctor Arroyo. “Por eso es importante hacerse revisiones con frecuencia y recibir tratamiento si es necesario”, añade.

En otros casos, prevenir es mucho más fácil. Dejar de fumar reduce entre dos y cuatro las probabilidades de sufrir un ictus, como afirman desde la Federación Española del Ictus. El monóxido de carbono reduce los niveles de oxígeno en la sangre, mientras que sustancias nocivas que contiene el cigarrillo, como la nicotina, hacen al corazón bombear más cantidad de sangre. Esto aumenta la presión sobre las arterias y las desgasta mucho más rápido que en el caso de las personas no fumadoras, como aclara Arroyo sobre los efectos del tabaco en el organismo.

El tiempo es vital

Se estima que dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela discapacitante de la movilidad, la visión o el habla. También pueden sufrir trastornos emocionales, cognitivos y de personalidad. Como explica Javier Pardo desde el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, esto se debe al daño que ha sufrido el cerebro al estar privado de sangre durante mucho tiempo: “El ictus es una enfermedad tiempo-dependiente. Esto quiere decir que, cuantas más horas pasen, menos probabilidades tiene el paciente de sobrevivir o de no padecer ninguna secuela”.

Por ejemplo, en el ictus isquémico, es vital la recanalización de la arteria obstruida algo que, según el doctor Pardo, solo se puede realizar en las primeras cuatro horas y media desde que se produce. Además, conocer los síntomas del ictus permitirá una detección y atención hospitalaria tempranas.

Julio Agredano, que tras lo que le ocurrió decidió crear la Fundación Freno al Ictus, con la que realiza labores de divulgación y asesoramiento sobre la enfermedad, explica también qué hacer cuando ocurre: “Cada vez hay más hospitales con unidades de ictus, pero no todos la tienen. Por ello, es fundamental que, ante cualquier sospecha, llamemos primero al 112. Los servicios de emergencia activarán el protocolo específico e indicarán el hospital con unidad de ictus más cercano”.

Agredano se siente afortunado porque, a pesar de no haber acudido en las primeras horas tras sufrir el ictus, ha podido recuperarse parcialmente de las secuelas físicas y psicológicas. Tardó casi un año en volver a andar y, unos meses después, decidió hacer lo que no había hecho antes: deporte. A causa de sus limitaciones de movilidad se aficionó al ciclismo de montaña; tanto es así que ha acabado compitiendo en grandes citas de esta disciplina como la Titan Desert Morocco, en el desierto del Sahara: “El deporte me salvó la vida”, resume.

Freno al Ictus colabora estrechamente con entidades de investigación “para ayudar a mejorar la vida de las personas que han padecido ictus con secuelas y a sus familias”. En el ámbito científico, hay puestas muchas esperanzas para que la mortalidad y la morbilidad (enfermedades y secuelas asociadas) que ocasiona se reduzcan. Estudios recientes en los que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) señalan a los factores genéticos como responsables de la capacidad de recuperación neuronal tras el ictus, que permitiría generar pronósticos tempranos mucho más precisos que los que se dan en la actualidad. El doctor Rafael Arroyo es claro: “Mientras llegan resultados más concluyentes, hay que seguir trabajando en la concienciación para luchar contra esos factores de riesgo que ya sabemos que son altamente prevenibles”.

El Código Ictus que funciona en toda España

En el argot médico se suele decir que “el tiempo es cerebro” para enfatizar la idea de que, ante un accidente cerebrovascular como es el ictus, la rapidez de actuación es fundamental. Para ello, todos los hospitales de España que cuentan con una Unidad de Ictus funcionan bajo el Código Ictus, un protocolo de preparación, recepción y tratamiento hospitalario del paciente que lo ha sufrido y que se activa a través de la notificación de los servicios de emergencia.  

La Unidad de Ictus del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid) se incorporó este verano al Plan de Atención al Ictus de la Comunidad de Madrid. Como explica el doctor Javier Pardo, jefe del Servicio de Neurología de este hospital, “la coordinación del equipo médico y la dotación de los espacios y las técnicas son primordiales en la atención del paciente”, lo que se traduce en que, en este centro hospitalario, el tiempo que transcurre entre que el paciente entra por la puerta y se le practica una intervención para disolver el trombo que le ha causado el ictus no excede de los 34 minutos para realizar una fibrinólisis intravenosa (administración de un fármaco) ni de los 61 minutos si lo que hay que practicar es una trombectomía mecánica (extracción del trombo). Pardo explica que para estas intervenciones se necesita localizar previamente el coágulo mediante un escáner cerebral: “Una vez localizado, se prepara al paciente para aplicarle estas técnicas, con las que se reduce drásticamente la mortalidad y las secuelas”. 

El objetivo del Código Ictus es, también temporal: el fin es trasladar lo antes posible al paciente al centro hospitalario, sin que transcurran más de dos horas entre el inicio de los síntomas y la llegada al hospital y menos de una hora entre el aviso del Centro Coordinador de Urgencias y esa llegada.