Análisis

Un modelo de referencia

Las prioridades del Gobierno PNV-PSE son económico-sociales

El secretario general del PSE-PSOE, Josá María Benegas, "Txiki Benegas" (c) y el presidente del PNV, Xabier Arzalluz (d), firman el pacto de coalición para el gobierno vasco, en presencia del lehendakari en funciones y candidato a la reelección José Antonio Ardanza (i), del PNV

Fuera de Euskadi está muy extendida la descalificación al modelo de Gobierno PNV-PSE como muestra de “cesión socialista a los nacionalistas” porque en su primer ensayo, en 1987, no resultó lehendakari Txiki Benegas, ganador en escaños, sino el peneuvista José Antonio Ardanza. Ramón Jáuregui, en Memoria de Euskadi replica a los descalificadores: No había opción. El PSE ganó las elecciones —en escaños, no en votos— por la escisión del PNV. El PSE negoció con los escindidos (EA) y Euskadiko Ezkerra, que ex...

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Fuera de Euskadi está muy extendida la descalificación al modelo de Gobierno PNV-PSE como muestra de “cesión socialista a los nacionalistas” porque en su primer ensayo, en 1987, no resultó lehendakari Txiki Benegas, ganador en escaños, sino el peneuvista José Antonio Ardanza. Ramón Jáuregui, en Memoria de Euskadi replica a los descalificadores: No había opción. El PSE ganó las elecciones —en escaños, no en votos— por la escisión del PNV. El PSE negoció con los escindidos (EA) y Euskadiko Ezkerra, que exigían la presidencia para Carlos Garaikoetxea (EA). Tras tres meses de negociaciones, el PSE las rompió y decidió pactar con el PNV, al presentar menos exigencias programáticas, pero manteniendo la del lehendakari. La alternativa del PSE era convocar nuevas elecciones, una irresponsabilidad en la Euskadi de 1987.

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La cesión de la Lehendakaritza es para demasiados un símbolo de subordinación al nacionalismo. Pero ocultan los logros decisivos de aquel Gobierno, que se extendió tres mandatos (1987-98). Incorporó activamente al PNV a la lucha antiterrorista con el Pacto de Ajuria Enea y empezó la derrota política de ETA al superar la soledad del Estado en su combate al terrorismo.

Ante el viejo enfrentamiento entre nacionalistas y no nacionalistas, el Gobierno PNV-PSE reconoció la pluralidad de la sociedad vasca, hizo pedagogía y ejercitó la cultura del pacto, la mutua cesión en terrenos muy delicados, como el educativo y el lingüístico. Con ello sustituyó la confrontación por un modelo de convivencia.

Tras la reconversión siderúrgica, con un paro del 25%, promovió grandes planes de inversiones y la reindustrialización tecnológica. Bajó el paro y, por ello, Euskadi ha sido la comunidad menos afectada por la última recesión. El Gobierno PNV-PSE fue también pionero en programas sociales contra la pobreza y renta mínima de reinserción. En contraste, cuando en 1998, Juan José Ibarretxe formó Gobiernos monocolores nacionalistas, con el soberanismo como bandera, regresó la confrontación. Todo ello está en la memoria de los vascos y por eso prefieren la coalición PNV-PSE, según todas las encuestas.

Aunque los tiempos han cambiado, la coalición transversal sigue siendo el mejor modelo. Un pacto de Gobierno PNV-Bildu situaría el soberanismo en el centro y arriesgaría el regreso a la confrontación. Al contrario, las prioridades del Gobierno PNV-PSE son económico-sociales. Esta legislatura, Euskadi afrontará la renovación de su autogobierno. Lo hará con mejores garantías si el PNV y el PSE van de la mano. Incluso puede ser un modelo de referencia para encauzar el reto catalán.

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A falta de conocer la letra pequeña del pacto, el PP y otros tendrán que asumir que así como Euskadi —o Cataluña— son internamente plurales, también lo es España. Lo tuvieron claro Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, así como Ernest Lluch, asesinado por ETA hoy hace 16 años. Sólo mentes abiertas pueden encauzar en una vía integradora la renovación estatutaria vasca y el grave reto catalán.

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