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Adán expulsado del paraíso

En Morena piensan que el método Peje les funciona a todos, pero no es así; es una marca personal, un sello propio

Todos los sabemos, creyentes o no: por comer del árbol del mal, Adán fue expulsado del paraíso. No siempre, pero hay nombres que traen su propia historia. Hay nombres que son destino, otros que son broma cruel, algunos pesan, otros marcan. Adán Augusto tiene un poco de todo.

El todavía líder de Morena en el Senado pasó de ser un político hábil y discreto en el sexenio de López Obrador ...

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Todos los sabemos, creyentes o no: por comer del árbol del mal, Adán fue expulsado del paraíso. No siempre, pero hay nombres que traen su propia historia. Hay nombres que son destino, otros que son broma cruel, algunos pesan, otros marcan. Adán Augusto tiene un poco de todo.

El todavía líder de Morena en el Senado pasó de ser un político hábil y discreto en el sexenio de López Obrador a ser un huracán de problemas envueltos en dinero y criminalidad; de ser el hombre de las confianzas del expresidente, a ser la marca negra de la presidenta.

No ha comenzado el juicio contra Hernán Bermúdez, quien fuera su responsable de seguridad, y ya las sospechas circulan alrededor del jefe de los senadores morenistas. Como si se tratara de un señalamiento sobre sus corbatas o algo baladí, el senador se pasea ufano, mostrando una sorprendente capacidad para el cinismo y la prepotencia, características que siempre se han servido del tazón de la impunidad. Como si fuera poco, la revelación periodística de sus ingresos y declaración fiscal nada más no cuadran y hay pruebas de que hay pagos de proveedores de Gobierno. En un año más de setenta millones de pesos. Ante el escándalo, Adán Augusto recurrió a otra de sus facetas: la de protomacho. A él nada le hacen, nada le pasa, todo se le resbala, porque él puede contra todo y contra todos. Él no da la cara, golpea la de los demás.

Para contestar las interrogantes de sus ingresos recurrió al manual de López Obrador para callar mentiras o deformar verdades. El complot, la derecha, Calderón, la campaña en contra, el ataque al movimiento. Se sabe que eso le funcionaba al expresidente. Pero su credibilidad iba pegada a los doscientos pesos que decía tener en la cartera. Adán Augusto, en cambio, tenía que aclarar los ingresos por setenta millones, pequeña diferencia. En Morena piensan que el método Peje les funciona a todos, pero no es así; es una marca personal, un sello propio. Adán habló de herencias, de las riquezas que posee su familia: propiedades en el extranjero, el añejo usufructo de las notarías mezclado con ese negocio que para algunos es la política. Nada más le faltó decir que la cantidad revelada es nada comparado con lo que vendrá en los siguientes años.

El espectáculo que ha dado Morena desde hace unos meses es la forma que ha tomado el exceso. Arropados en los votos, los dirigentes morenistas han recurrido al cinismo como argumento. En su defensa, Adán Augusto terminó rápido con la palabrería que culpaba a los adversarios para dar paso a lo que es verdad: el partido en el poder se ha entregado al canibalismo. Se están deshaciendo entre ellos. Envalentonado por los ataques, el acaudalado tabasqueño lanzó amenazas y advertencias. Él sabe quién fue y por qué lo hizo. Le llegará “su capillita”, advirtió como si la danza de sus millones se tratara de algo gracioso. Más que a Augusto, recordó a Nerón. La riqueza del senador tabasqueño es obscena, aunque sea legítima. Su alegato de derecho a tener esos ingresos es lo más lejano a la recomendación presidencial de la honrada medianía. Cada día se agranda el abismo entre Sheinbaum y algunos de sus compañeros.

No tendrá cara para dirigir a los suyos, para representarlos. Más temprano que tarde, Adán será expulsado del paraíso.

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