Lo único que vale la pena en la T1 son las tortas de la Tasca Don Quino
En el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México un retraso puede convertirse en una comida rica en este peculiar bar “español”
El común denominador en un aeropuerto es el nerviosismo provocado por la posibilidad de perder un vuelo, un estrés latente que se incrementa en megaurbes llenas de atascos viales como la Ciudad de México. El viajero suda adrenalina hasta llegar a la puerta de embarque, pero ese estrés no le afecta nada al personal de la Tasca Don Quino, porque tienen 32 años bajando la presión alta con sus tortas a los viajeros de la terminal 1.
Eduardo Rangel es el encargado y dice: “Todos vienen tensos desde el taxi, que si van alcanzar a entrar, si les quitaron el perfume, la pasta; y muchos con la i...
El común denominador en un aeropuerto es el nerviosismo provocado por la posibilidad de perder un vuelo, un estrés latente que se incrementa en megaurbes llenas de atascos viales como la Ciudad de México. El viajero suda adrenalina hasta llegar a la puerta de embarque, pero ese estrés no le afecta nada al personal de la Tasca Don Quino, porque tienen 32 años bajando la presión alta con sus tortas a los viajeros de la terminal 1.
Eduardo Rangel es el encargado y dice: “Todos vienen tensos desde el taxi, que si van alcanzar a entrar, si les quitaron el perfume, la pasta; y muchos con la ilusión de llegar, aquí se tranquilizan”. Sueltan el cuerpo mientras se hacen un lugar en las butacas altas, piden una cervecita y algún tentempié antes de despegar, o al llegar de una travesía.
Hay muchas opciones en la Tasca, pero la gente viene por las tortas, eso lo aprendió pronto el fundador de este sitio, Joaquín Mascaró. “No teníamos ni una semana abiertos y llegaban a preguntar si había tortas”, cuenta. Tener un restaurante en el aeropuerto fue iniciativa de su mamá, que era española, y propuso hacer algo con sus recetas. “La idea era poner un bar de tapas, romper con el esquema del fast food, de la comida americana de hamburguesas, hot dogs y tal, y pues haciendo algo que sabía hacer muy bien, que son los aperitivos”.
Una tortilla de patatas está siempre sobre la barra cubierta con una tapa de cristal: es un recordatorio de que este es un bar español. Su esencia es la de servir copas acompañadas de bocados que se comen en un dos por tres. Aunque las tortas no estaban en los planes, sí había —y hay— raciones de jamón tradicional y serrano, chistorra, salami, butifarra, chorizo, lomo, pavo y bacalao, también había bolillo para acompañar las tapas. Mascaró cuenta que le pedían tortas “porque ya tenía todo”. ¡Y olé! La Tasca se mexicanizó y se hizo popular.
Incluso hay torta de tortillas de patatas. “Es la que se vende más en la mañana con café”, dice; ideal para iniciar un buen día. Las más célebres son la de lomo —horneado a la sal— y la de chistorra. Como son tortas, no bocatas o bocadillos españoles, tienen rodajas de tomate, un poco de cebolla y rebanadas de aguacate, el pan untado con mostaza y mayonesa casera, y se gratinan en un horno hasta que estén crujientes. Por eso Mascaró dice: “Yo siempre recomiendo que se la coman aquí aunque tengan prisa, de verdad nos tardamos unos tres o cuatro minutos en hacerlas”.
Y nosotros menos en comerlas. Sí conviene disfrutarlas ahí porque puedes pedir una ración de pimientos —el extra rico en la de lomo— y agregar unas rajas de chile jalapeño en escabeche. También, si quieres aflojar más el cuerpo antes de subir al avión, puedes pedir un cóctel, un vino o hasta carajillos.
“Comenzamos a hacer margaritas hace poco, pero el vino siempre lo ofrecimos. Cuando abrimos en 1993 no era común el copeo, me decían que cómo le iba a abrir una botella completa, ahora ya se usa”, cuenta Mascaró.
Después de tres décadas con este negocio ha visto las distintas etapas en esta terminal, que lucha por no quedar obsoleta. “De aquí salían Mexicana y Aeroméxico, había menos vuelos y era más personal. La gente hasta se ponía a echar dominó aquí enfrente. En los 2000 abrieron la T2 y se vació, ahora está bien, solo que hay mucha competencia”.
En la T1 hay más salas, en los pasillos han instalado salones patrocinados por tarjetas bancarias y abrieron tiendas de autoservicio para comprar comida chatarra. La Tasca Don Quino, ubicada en la Sala B, está rodeada de letreros luminosos que anuncian café, pizza, sushi, hamburguesas, mientras aquí el menú está en un tablón de madera con letras churriguerescas grabadas en color azul. “Es el original, no lo quitamos porque es como un amuleto”, confiesa Mascaró.
La diferencia entre Tasca y sus vecinos no son solo los mostradores plastificados y brillantes, sino el trato. Mascaró asegura que ponen atención a los detalles: “Hablas con nosotros, no con una máquina o trabajadores que van rotando. No es McDonalds, no es cadena”. Aquí nadie grita tu nombre para entregarte un chai latte pumpkin spice con leche deslactosada light, la mesera te pide la orden, después sirve la torta calientita en un canasto y el vino en un vaso corto, acerca los chiles, el salero y las servilletas, y para que no te estreses por el tiempo, va haciendo la cuenta y solicita tus datos fiscales para hacer la factura. El servicio tradicional no significa lentitud.
El otro amuleto es un reloj cuadrado recargado sobre el mostrador, marca las horas y minutos con manecillas. Ha visto pasar a cantantes, futbolistas y políticos fanáticos de esta tortería tan dispares como Diego Fernández de Cevallos o Andrés Manuel López Obrador, que según Mascaró “era cliente frecuente cuando era candidato, antes de ganar la presidencia”.
Este ícono de cómo se comía antes de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (1994), de la costumbre del mexicano de cargar con un sándwich o una torta de jamón para alimentarse durante los trayectos, lucha por ser un referente en vez de una caja de donas glaseadas. Mascaró dice que, además, cuando abrieron la otra terminal, pensó que no era necesario tener una sucursal: “Luego me arrepentí, porque todos los días es la cantaleta de los clientes, ahora ya es imposible conseguir un espacio allá”. Es tristísimo que en la T2 no exista esta opción cercana y auténtica.
Mascaró logró lo que se propuso con este peculiar bar dentro de uno de los aeropuertos más caóticos del mundo: “Somos un destino en el destino”. Para mí, es la única emoción de tener un vuelo saliendo de esta terminal, repito el camino de memoria: salgo del punto de seguridad, subo a la Sala B por la escalera de la izquierda, camino y me acerco a la barra para pedir una torta de lomo de la Tasca Don Quino, mejor conocida como “las tortas del aeropuerto”.
Tasca Don Quino
Dirección: Terminal 1, Sala B, Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Ciudad de México
Precio: 200 a 300 pesos