El INAH deja a un lado la investigación de las huellas de dinosaurio encontradas en Puebla por falta de presupuesto y condiciones de seguridad
El Instituto confirma el hallazgo en México a principios de diciembre de marcas fosilizadas en laderas de barrancos de difícil acceso, lo que complica y encarece el proyecto
Las intensas lluvias de septiembre en diversos Estados del país abrieron paso a un hallazgo milenario que, de momento, solo ha quedado en eso. Un grupo de huellas de dinosaurios herbívoros, carnívoros y voladores quedaron al descubierto en varias localidades al sur de Puebla, según anunció el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a través de un boletín publicado durante los primeros días de diciembre. Iván Alarcón Durán, biólogo y responsable del área de Paleontología del Centro INAH Puebla, ha contado a EL PAÍS que el Instituto deja a un lado el trabajo de investigación de las icnitas —huellas, rastros o marcas fosilizadas— por falta de presupuesto y condiciones de seguridad. “Lamentablemente, como las icnitas se encontraron en laderas de barrancas, que son zonas de difícil acceso, el Instituto no puede avalar este tipo de sitios por la precariedad de la localidad”, dijo Alarcón Duarte por videollamada.
El biólogo explica que a los pobladores de las localidades se les comentó que hicieran un registro somero con fotografías tomadas desde sus celulares, ya que el INAH no lo hará. “Si detienes, conservas o preservas esas huellas, que de manera natural van a desaparecer, estás gastando recursos en una zona en la que no deberías porque tienes otras necesidades”, dice. “Si nos vamos a gastar, no sé, 500.000 pesos en 300 metros para que en dos años ya no las tengas [las huellas], es preferible que lo utilices en otra cosa”.
Las marcas fueron localizadas en Santa Ana Teloxtoc, en Tehuacán, y Santa Catarina Tehuixtla y San Lucas Teteletitlán, en Atexcal, al sur del Estado. Las huellas datan de hace 120 millones de años, aproximadamente. “Pertenecen al Cretácico Inferior. Esto lo sabemos por los estudios previos en San Juan Raya [una localidad entre Tehuacán y Atexcal, famosa por su parque ecoturístico que alberga una gran cantidad de icnitas] en los que vemos que tienen estratos de la misma temporalidad”, explica el biólogo.
En cada sitio se registraron entre cinco y 20 huellas a lo largo de 200 y 800 metros, pero la cantidad de icnitas no son exactas. “No se hizo un conteo”, dice Alarcón Durán. “Hicimos una visita de inspección de un solo día. Contando el traslado de Puebla a las localidades, en realidad estuvimos unas cinco horas. Recorrimos la mayor cantidad de distancia en la que aparecieron las huellas, pero son bastantes en mucho territorio”. El biólogo señala que se logró asociar una biofase —acumulación de material orgánico— de ostras de color oscuro y estos estratos son muy cercanos a donde empiezan a aparecer las huellas que son muy similares a las ocho que hallaron en Atexcal, en 2003, unas de las más antiguas.
“Estos estratos de huellas están sobre una pared vertical. La mayor parte de las evidencias se han perdido por erosión, pero han salido otras. Lo que hace falta es hacer un nuevo estudio de investigación para recopilar todo esto y actualizar el número, cantidad y grupos”, dice Alarcón Duarte. Hace cientos de millones de años, toda la parte sur de Puebla se encontraba bajo el océano. Conforme los sedimentos se erosionen y las lluvias arrecien, la oportunidad de explorar y documentar testimonios de especies que habitaron la región seguirá latente. Sin embargo, la falta de presupuesto ha truncado la posibilidad, entre otras cosas, de saber más sobre cómo era el ambiente y los dinosaurios que habitaban el centro de México.