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Claudia Sheinbaum, el liderazgo sereno

La primera mujer en llegar a presidencia, con una popularidad de casi el 80%, impone en su primer año un estilo reflexivo pero firme para encarar desde los problemas de violencia y corrupción hasta las amenazas de Trump

Los días en Palacio Nacional empiezan antes de que salga el sol. Al filo de las seis de la mañana, Claudia Sheinbaum se cuadra ante su guardia presidencial. Saluda con el protocolario gesto militar y sigue caminando por los solemnes pasillos de techos altos que separan su estancia personal de la sala donde tiene la primera reunión de la mañana con la cúpula del Ejército y su gabinete de Seguridad. Luego, se trasladará a otro de los salones del edificio colonial para su rueda de prensa matutina y durante el resto del día puede llegar a juntar más de 10 reuniones. Hasta ahí, todo encaja como una continuación de los ritmos maratonianos implantados por Andrés Manuel López Obrador. Pero el estilo de gobernar ha cambiado tanto hacia dentro como hacia fuera. La política mexicana ha entrado en una nueva etapa con la llegada al poder de la primera mujer en su historia. Un estilo más contenido y prudente, pero igualmente infatigable y no exento de ejemplos de firmeza durante este primer año.

La meticulosidad es uno de los rasgos que más subrayan los que trabajan en su círculo más cercano. Es habitual que se pasé horas analizando detalles estadísticos en las proyecciones del PIB con el secretario de Hacienda o que de un seguimiento exhaustivo al encargo de turno en su Gabinete. “¿Cómo va?, ¿Ya se hizo?, ¿Para cuándo?”. Son mensajes que reciben a menudo en el celular, incluso antes de las 6 de la mañana, o en persona sobre los temas importantes de la agenda. Desde la crisis de violencia en Sinaloa por la guerra intestina entre grupos del crimen, a los escándalos de corrupción que zarandean las altas esferas del gobierno y el partido, a los golpes de Donald Trump en las interminables negociaciones a múltiples bandas: comercio, narcotráfico, migración.

Su estrategia de “cabeza fría” le ha valido los elogios, sobre todo en la turbulenta relación con el vecino del norte, de los grandes empresarios, la oposición y la prensa internacional, que la ha puesto como ejemplo frente a las reacciones airadas de Justin Trudeau en Canadá o Gustavo Petro en Colombia ante las amenazas del magnate republicano. Sheinbaum, sintetizaban, vendría a ser la antítesis de los líderes arrogantes y agresivos que dominan la escena.

Hace un año Sheinbaum arrasó en la urnas, con un récord histórico de votos mayor al de López Obrador, que asaltó el poder en 2018 subido a la ola de cambio que recorría a un país hastiado por graves problemas institucionales, encarnados por el regreso de un PRI devorado por la violencia y los casos corrupción. La mandataria cierra su primer ciclo político con una popularidad altísima, rondando el 80%. Un apoyo también más amplio que el del primer año de su antecesor. El factotum de la izquierda mexicana, y fundador de Morena hace poco más de una década, está retirado de la vida pública por decisión propia. Un movimiento que busca allanar el camino a su sucesora y evitar cualquier fisura, incluso las críticas más extremistas que aún la consideran poco más que un títere controlado en la sombra por un caudillo.

Continuidad con cambio. Ese es uno de los lemas del Gobierno de Sheinbaum, muy pendiente también a los símbolos que apunten a un extensión de un legado político muy marcado: el obradorismo. “Ambos comparten valores muy concretos, la austeridad republicana, la ejemplaridad pública. Pero las maneras de la presidenta son diferentes. Es un estilo muy prudente, reflexiona, casi nunca se altera”, explica una fuente muy cercana que también ocupó altos cargos durante la Administración anterior. “Es muy organizada. Al fin y al cabo es una científica y eso ayuda bastante. No es desordenada como la mayoría de los políticos”, añade.

Sheinbaum no encaja en el arquetipo del político mexicano. Mi relevo “será más moderno, menos peleonero”, dijo en alguna ocasión a las puertas de tomar el cargo. Nacida en Ciudad de México en 1962, hija de profesores universitarios, creció en un entorno intelectual de clase media, cosmopolita y urbano. Sus primeros pasos políticos fueron los movimientos estudiantiles, estudió un doctorado en Berkeley, California. Durante 25 años dedicó su vida a la academia y la ciencia, especializada en ingeniería ambiental. Más que los 15 de experiencia en la Administración Pública, donde, aupada por López Obrador, llegó a ser jefa de gobierno de la Ciudad de México, la plaza política más poderosa salvando la silla presidencial.

Continuando la senda de su gestión en la capital, Sheinbaum no tiene “cuarto de guerra”, como se conoce al sanedrín de asesores que diseñan las estrategias políticas. Más bien, la presidenta va apoyándose en su equipo según cuál sea el tema. Escucha a sus asesores, puede incluso llegar a cambiar de opinión. Pero cuando toma una decisión, ya es inamovible. A veces incluso contra las recomendaciones de su equipo. Así sucedió con la presentación de sus primeros presupuestos, apenas un mes de su llegada al poder. “Ella estaba convencida de que debía mandar una señal contundente al mercado y decidió marcar un objetivo muy ambicioso en política fiscal”, cuenta otro miembro de su círculo en temas económicos. En su último año, López Obrador abrió el grifo del gasto para acelerar sus proyectos de obra pública y el déficit se desbocó hasta rozar el 6%. La meta del nuevo gobierno fue reducirlo dos puntos de una tajada, una proyección que a pocos meses de cerrar el año parece difícil de conseguir.

“Le preocupa mucho el crecimiento del PIB y la inversión extranjera. Sabe que de eso depende, no solo esquivar las presiones del mercado sino poder afianzar las políticas públicas contra la pobreza y la desigualdad”, apunta la misma fuente. En estos siete años de morenismo, México ha registrado una mejora en la reducción de la pobreza basada fundamentalmente en los programas asistenciales y la subida del salario mínimo. Las cuentas para el siguiente año contemplan más dinero público para Sanidad y Educación, otra de las prioridades de la presidenta, sin perder peso en la parte dedicada a los subsidios.

La incertidumbre que envuelve la economía global, disparada por las políticas proteccionistas de Estados Unidos, está lastrando las perspectivas de crecimiento de México, muy dependiente de la locomotora del norte. La respuesta de la presidenta está centrada en acomodarse a estos tiempos turbulentos. El Plan México es la gran apuesta, basada en incentivar la producción nacional y levantar también diques arancelarios frente al comercio chino. Para ello, cuenta como aliado clave con su secretario de Economía. Marcelo Ebrard ya fue uno de los alfiles más hábiles y poderosos de López Obrador y peleó por la candidatura presidencial dentro de Morena. Vendió cara su derrota y llegó a coquetear con una salida del partido.

Hoy parece que han firmado la pipa de la paz anteponiendo el bien común. Una sintonía, aunque sea interesada y pragmática, que no es tan estable con otros de los perdedores en las primarias de la variopinta y numerosa familia morenista. En particular, con dos supervivientes desde los tiempos del antiguo priismo: Ricardo Monreal y Adán Augusto López, jefes parlamentarios respectivamente de la bancada morenista en el Congreso y el Senado. Para Jorge Zepeda, analista, este encaje fue una especie de prueba de fuego colocada por su antecesor: “López Obrador diseñó una fórmula donde ella asumía, el poder Ejecutivo pero sus rivales el control del Legislativo. Ha habido momentos en que si ella hubiera trastabillado, los liderazgos habrían sido muy disputados. Pero hoy en día yo creo que el mayor logro no visible de su primer año es la instalación de su liderazgo”.

Morena controla con mayoría absoluta ambas cámaras, pero necesita de sus aliados parlamentarios para sacar adelante las reformas de más enjundia. En ocasiones, la agenda de Sheinbaum no ha coincidido con la de Monreal y López, que han torpedeado, por ejemplo, un paquete de leyes para que evitar que los políticos coloquen a sus familiares como sucesores, una práctica muy extendida en el país.

La piedra en el zapato que supone López es aún más incómoda. Amigo personal del expresidente y su mano derecha como secretario de Gobernación, hoy está en el centro de la diana por un grave caso de corrupción. Cuando era gobernador de Tabasco nombró como jefe de policía a un tipo, detenido la semana pasada en una mansión en Paraguay, que a su vez era el líder local del Cartel Jalisco Nueva Generación, una de las grandes mafias del narco.

Sheinbaum está gestionando la polémica enviando por un lado señales de firmeza contra la corrupción y por otro, mensajes de prudencia hasta que las investigaciones judiciales avancen. El mismo plan está siguiendo con otro sonado escándalo reciente: una megatrama de contrabando de combustible, el llamado huachicol, incrustada en las altas esferas de la Marina. En ambos casos, el Gobierno de Sheinbaum ha tratado de marcar el paso anunciado dando respuestas rápidas y contundentes, conscientes del potencial coste de ambos casos para su principal capital político: la renovación de las instituciones.

La estrategia contra la violencia, de momento, está dando resultados con una bajada sustancial de las cifras de asesinatos —pese a situarse aún en cotas altas—, incautaciones de droga y golpes a los cabecillas. Unos movimientos sincronizados con las presiones de Estados Unidos, que exige resultados a cambios de no apretar más la soga en materia comercial. El siguiente flanco es poner cerco a la extorsión, que ha crecido este año. El Gobierno ya prepara una ley que refuerza las competencias de las fiscalías y abre la puerta a las labores de Inteligencia.

Otra de las metas en el horizonte es una nueva ley electoral. Voces cercanas a la presidenta la piden enfáticamente que abra el melón del fuero parlamentario. El blindaje ante cualquier investigación de los políticos con escaño. El caso Cuauhtémoc Blanco evidenció todos sus males y supuso un trago amargo para la presidenta. Acusado de violación, el exfutbolista metido a político por Morena salvó la bala con una carnavalesca votación el Congreso. La mayoría oficialista votó en contra de retirarle la inmunidad entre gritos de “Sí te creo” de algunas diputadas morenistas rebeldes.

En un país donde se cometen de media más de 10 feminicidios al día, la llegada al poder de la presidenta se interpretó dentro y fuera de México como un considerable impulso a la causa feminista. Sheinbaum se ha prodigado en gestos y medidas a favor de los derechos de las mujeres desde su toma de posesión. “No llego sola, llegamos todas”, suele repetir. La doctora, como la llaman con la habitual formalidad mexicana, ha llegado con sagacidad y templanza a la cima de un poder reservado por mucho tiempo solo a los hombres.

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