La entrega masiva de narcos socava a Los Zetas y salda deudas históricas con Estados Unidos
La operación sin precedentes da prioridad a criminales con viejas cuentas pendientes y pone en pausa la urgencia del combate al fentanilo
Seis testigos protegidos, miembros de Los Zetas, declaran ante la Fiscalía y describen al temible líder del cartel, Miguel Ángel Treviño Morales, alias Z-40, como un hombre alto, de piel y ojos claros, con barba, de complexión atlética, que tiene una enorme cicatriz en el costado derecho y un tatuaje que le cubre gran parte del pecho. La Fiscalía luego pone frente a los declarantes a un hombre cuya apariencia es todo lo opuesto: ni es alto ni atlético, ni tiene barba ni cicatrices ni el inocultable tatuaje del pecho y es más bien muy moreno. Se llama, en efecto, Miguel Ángel Treviño Morales, pero los testigos afirman que no conocen a esa persona, que ese no es el jefe para el cual trabajan. Los abogados de Treviño Morales alegaron que su cliente era un homónimo y que no se dedicaba al narcotráfico sino a la agricultura, y así lograron postergar en los tribunales su extradición a Estados Unidos durante más de una década. La defensa de su hermano, Óscar Omar Treviño Morales, alias Z-42, siguió la misma estrategia legal.
El Z-40 fue capturado por la Marina en julio de 2013. Ya entonces tenía la reputación de ser extremadamente violento. El cartel que dirigía torturó y asesinó a 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas; masacró a más de 300 habitantes inocentes del municipio de Allende, Coahuila; incendió un casino en el que murieron 52 personas en Monterrey, Nuevo León; descuartizó cadáveres y los expuso en las calles; disolvió cuerpos en ácido. En resumen, introdujo en la pugna de los carteles la barbarie como medio de control territorial. Cuando lo carearon con los testigos protegidos, lo insólito habría sido que estos, sus subalternos en la organización criminal, le hubiesen incriminado. Las autoridades, que tras detenerlo le aplicaron exámenes de sangre y biométricos, según reportó The New York Times, no tenían dudas de su identidad. Dos fuentes del Gobierno de México y de Estados Unidos confirmaron a EL PAÍS que las instituciones de ambos países tenían certeza de que Treviño Morales no era un homónimo. Pese a ello, los jueces anularon acusaciones de la Fiscalía y dilataron su extradición por las supuestas dudas en torno al hombre que les presentaron como el líder de Los Zetas.
Tras la captura de Z-40, su hermano Z-42 asumió el liderazgo del cartel, hasta su propia detención, en 2015. México no pudo extraditar a los Treviño Morales durante más de una década. Aunque estaban recluidos, los hermanos siguieron reinando y dirigiendo desde prisión la organización criminal, renombrada como Cartel del Noreste (CDN), según una acusación de Washington del año pasado. Paradójicamente, el atascamiento en los tribunales no solo retrasó la justicia, sino que permitió a los hermanos zetas mantener y ensanchar su poderío criminal, como un hongo venenoso que se fortalece en la sombra del encierro. Fue hasta el pasado jueves que México pudo entregar a Estados Unidos a 29 criminales, entre ellos los Treviño Morales, mediante un inesperado recurso legal paralelo al de la extradición, que las autoridades han denominado “envío” o “traslado”. En el grupo se encuentran otros seis jefes regionales de Los Zetas.
Los analistas coinciden en que el cartel de Los Zetas ha sido el más golpeado por la histórica operación bilateral. No solo por la cifra mayoritaria de líderes entregados respecto de otros grupos criminales, como el de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG). También porque Z-40 y Z-42 eran, de hecho, los reales jefes detrás de la organización, y ahora el cartel ha quedado, de momento, descabezado. El traslado de los hermanos Treviño Morales también salda una deuda histórica con las familias de las víctimas de su violencia despiadada, en México y más allá de sus fronteras, y con la sociedad que ha sufrido su terror.
Estados Unidos igualmente satisface un reclamo antaño con personajes a los que considera autores de crímenes profundamente agraviosos, y para los que sopesa pedir la pena de muerte. Es el caso de Rafael Caro Quintero, fundador del Cartel de Guadalajara y responsable de la tortura y asesinato del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena en 1985. En ese supuesto también entran Alder Alfonso Marín Sotelo, implicado en la muerte del oficial Ned Byrd en el condado de Wake (Carolina del Norte) en 2022, así como José Rodolfo Villarreal Hernández, El Gato, miembro de Los Beltrán Leyva y quien ordenó el asesinato en mayo de 2013 de Juan Jesús Guerrero Chapa, un informante del Gobierno de EE UU y abogado de Osiel Cárdenas, líder y fundador del Cartel del Golfo. El Gato llegó en 2020 al ranking de los 10 fugitivos más buscados del FBI (lista en la que también figuraba el nombre de Caro Quintero).
Casi toda la lista de los 29 está integrada por líderes criminales con cuentas pendientes desde hace años. Es decir, la operación de entrega no responde a exigencias actuales de la lucha contra el narcotráfico, como el combate al fentanilo (solo uno de los enviados a EE UU, José Ángel Canobbio, El Güerito, lugarteniente del Cartel de Sinaloa, está relacionado con la distribución de la droga sintética). Es como si ambos países apostaran a destrabar primero los asuntos antiguos para luego dar paso a las urgencias del presente.
Algunos de los capos entregados dirigían organizaciones que actualmente no son importantes en el trepidante mundo del crimen organizado. Por ejemplo, Vicente Carrillo Fuentes, El Viceroy, hermano del histórico narco Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, y heredero del Cartel de Juárez. “Muchos de estos personajes son muy relevantes para el caso mexicano, pero en otras épocas históricas. No asumamos que esto será necesariamente una ruptura para el tráfico de drogas actual, que habrá un antes y un después”, afirma el investigador Josué González, experto en seguridad y crimen organizado.
Radiografía de una operación histórica
La pinza bilateral golpeó a cinco de los seis carteles recién declarados por Donald Trump, el mandatario estadounidense, como organizaciones terroristas: Los Zetas (o Cartel del Noreste), el Cartel de Sinaloa, el CJNG, La Familia Michoacana y el Cartel del Golfo. En algunos casos, México entregó a un solo representante de cartel, como José Jesús Méndez Vargas, Chango Méndez, fundador de La Familia Michoacana detenido en 2011.
En el caso de Los Zetas, la operación de entrega hirió la estructura de sus liderazgos. México transfirió a Washington a Carlos Alberto Monsiváis Treviño, Comandante Bola, sobrino de los hermanos Treviño Morales y jefe del Cartel del Noreste, grupo sucesor de Los Zetas. También entregó a Alfredo Rangel Buendía, El Chicles, que era colaborador directo de Z-40; Ramiro Pérez Moreno, El Rama, quien se perfilaba como heredero de Z-42 tras su captura; Lucio Hernández Lechuga, Z-100, líder regional del cartel en Veracruz, Oaxaca y Puebla; Miguel Ángel Rodríguez Díaz, Alfa Metro, jefe regional en el norte de Coahuila, y Jesús Alberto Galaviz Vega, Z-13, encargado de la distribución de droga en Coahuila y Tamaulipas.
Estados Unidos recibió también a seis integrantes del Cartel de Sinaloa. Además de El Güerito: José Bibiano Cabrera, El Durango, jefe de plaza de Los Chapitos en el municipio de Altar, Sonora; Héctor Eduardo Infante, jefe de la célula Los Rusos, y Jesús Humberto Limón López, El Chubeto, líder de la célula Los Cazadores. En la lista se encuentran dos altos mandos de La Mayiza, otra de las facciones del cartel de El Chapo Guzmán, hoy enfrentada a Los Chapitos. Se trata de Inés Enrique Torres Acosta, El Kiki Torres, jefe de seguridad de Ismael El Mayo Zambada, y José Guadalupe Tapia Quintero, Lupe Tapia, operador financiero del cartel apadrinado por El Mayo.
En la lista de capos trasladados hay cuatro importantes jefes del CJNG. Uno de ellos es Erick Valencia Salazar, El 85, cofundador del cartel, capturado inicialmente en 2012 y, tras ser puesto en libertad por orden de un juez de Jalisco, reaprehendido en 2022. Las autoridades mexicanas le señalan como cabeza de Los Matazetas, uno de los grupos que dieron origen al CJNG y que surgió para disputar los territorios bajo control de Los Zetas en el Golfo de México. También fue entregado Antonio Oseguera Cervantes, Tony Montana, operador financiero del cartel y hermano del fundador y líder de esa organización criminal, El Mencho. Otros dos miembros son Itiel Palacios García, Compa Playa, jefe de plaza en Oaxaca y Veracruz, y Andrew Clark, un broker entre el CJNG y el Cartel de Sinaloa.
El acuerdo entre México y EE UU también supuso un golpe para liderazgos de Los Beltrán Leyva y el Cartel del Golfo. Las agencias de seguridad mexicanas han informado del enorme despliegue de recursos y logístico que requirió la movilización de los 29 capos desde distintas prisiones al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y luego a Estados Unidos. Las autoridades celebraron que los carteles no hayan respondido con violencia a la entrega de sus líderes a Washington. México vive una insospechada calma.