Acapulco sobrevive entre el espejismo de la reconstrucción y las balas tras el huracán ‘Otis’
La ciudad se enfrenta a un proceso lento para recuperar su esplendor, amenazada por un crimen organizado envalentonado, la propagación de enfermedades o la dependencia de las ayudas del Gobierno para salir adelante
Cuando el Norwegian Bliss atracó en Acapulco este miércoles, las autoridades celebraron la llegada del crucero, el primero en echar el ancla en el puerto de la antigua Perla del Pacífico desde que el huracán Otis arrasara la ciudad el pasado octubre. El Gobierno trató de venderlo como la imagen indiscutible de la recuperación, el símbolo de una urbe que empezaba a resurgir de las cenizas. Casi 4.000 turistas más otro millar y medio de tripulantes desembarcaron, recorrieron los poco...
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Cuando el Norwegian Bliss atracó en Acapulco este miércoles, las autoridades celebraron la llegada del crucero, el primero en echar el ancla en el puerto de la antigua Perla del Pacífico desde que el huracán Otis arrasara la ciudad el pasado octubre. El Gobierno trató de venderlo como la imagen indiscutible de la recuperación, el símbolo de una urbe que empezaba a resurgir de las cenizas. Casi 4.000 turistas más otro millar y medio de tripulantes desembarcaron, recorrieron los pocos atractivos todavía en pie tras la tormenta y se fotografiaron junto a los esqueletos de los edificios destripados en primera línea de playa, recuerdos agridulces de los días no tan lejanos de prosperidad. Tras un rato en tierra, esa misma tarde, los pasajeros volvieron a bordo y el barco zarpó de nuevo rumbo a Guatemala, la siguiente parada del viaje. El espejismo se disipaba.
A las 11.00 del jueves, unas horas después, un comando de hombres armados descerrajó varios tiros a un taxista en la colonia Progreso, a poco más de 10 minutos de la playa donde desembarcó el Norwegian Bliss. La policía encontró seis casquillos percutidos de calibre nueve milímetros alrededor del cadáver, en una parada habitual para transportistas. Aquel era el primer día que el conductor volvía al trabajo, de acuerdo con la prensa local, después de una semana de parón ante las amenazas de los grupos criminales, los dueños del vacío de poder que reina en las calles tras el paso de Otis. La realidad, en forma de balas, no permitió que la fantasía del regreso a la normalidad durara ni un día entero.
Desde que el huracán convirtió uno de los principales destinos turísticos de México en el escenario de una distopía postapocalíptica, los tiroteos hacen más ruido que los visitantes. Decenas de asesinatos se acumulan en las calles; otras tantas personas continúan desaparecidas desde el día de la tormenta; las enfermedades están desatadas; la población desesperada por una ayuda económica que no acaba de llegar; miles de personas dependen de la ayuda humanitaria para comer; niños que no han podido volver a clase; el crimen organizado campa a sus anchas y, en general, la ciudad languidece como el fantasma de lo que un día fue.
Crimen, pagos atrasados y muertos no oficiales
Acapulco es estos días un recopilatorio de desgracias surgidas al calor de Otis. Las distintas imágenes del impacto se suceden por la ciudad. No es fácil reconstruir una urbe tan afectada, golpeada con saña por un huracán con la misma fuerza que el Katrina, el responsable de arrasar Nueva Orleans en 2005. El proceso para ponerse en pie tras una tragedia así es lento, pero los discursos triunfalistas de las autoridades todavía están a años luz de la realidad que se vive en las calles. Solo hay que mirar las filas que se forman para recoger los refrigeradores, estufas, colchones, ventiladores o sartenes que reparte el Gobierno. Horas al sol, en ocasiones incluso días, para poder recuperar, cuatro meses después, algo de lo perdido en la tormenta. Miles de personas esperan también para recibir alimentos y productos básicos. De acuerdo con la agencia de noticias Quadratín Guerrero, muchos han llegado a dormir en la cola para no perder su puesto y tener que empezar de nuevo, ante la lentitud del sistema de reparto.
Lo mismo pasa con las enormes filas para solicitar las reparaciones económicas que, a pesar de las promesas, todavía no llegan para miles de personas. El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, anunció hace más de una semana que el Gobierno federal ha invertido 25.689 millones de pesos en la reconstrucción de Acapulco, además de 259,5 millones de pesos en calidad de apoyos para casi 35.000 personas. “Ya todas las familias de Acapulco tienen sus recursos para la reconstrucción de sus viviendas, estamos hablando de 250.000 familias que ya tienen en sus manos sus apoyos, que ya están adquiriendo materiales de construcción, que ya están rehabilitando sus casas. Eso nos da mucho gusto”, dijo el dirigente. Los testimonios de los afectados recogidos por la prensa local hablan de una realidad distinta, de pagos que no llegan y funcionarios que marean a las víctimas en un laberinto burocrático.
Hay 32 personas en calidad de desaparecidas, según las cifras oficiales, además de las 50 que fallecieron a causa del huracán. Otras organizaciones con presencia en la ciudad señalan que el número real podría ser más alto. Ricardo Castillo Díaz, el director de Quadratín Guerrero, declaró en una entrevista con Grupo Fórmula que, de acuerdo con sus cálculos a partir de los datos de las funerarias de Acapulco, la tormenta dejó al menos 350 víctimas “de quienes sí lograron recoger los cuerpos de sus familiares, de sus seres queridos. Adicionalmente, hay mucha gente desaparecida, de manera que esa cifra de los muertos tampoco corresponde con la realidad”. EL PAÍS documentó también la existencia de cementerios improvisados donde hay enterradas víctimas que tampoco cuentan en el censo oficial. Casi 90 días después de Otis, la probabilidad de encontrar a los desaparecidos con vida, muchos de ellos marineros que se encontraban en sus barcos, familias enteras en ocasiones, es casi nula.
Dengue y “politaxis”
Las enfermedades también amenazan a la salud pública. La basura acumulada en las calles, los escombros y los daños en alcantarillado e instalaciones sanitarias han generado, entre otras afectaciones, una ola de dengue. El director de Salud Municipal de Acapulco, Aniceto Leguizamo Dimas, ha alertado de un “riesgo enorme” de que el virus se extienda todavía más en el período de lluvias, que empieza entre mayo y junio. Solo en el puerto, de acuerdo con los datos de la institución, hay 1799 “casos probables” de dengue, 373 contagios confirmados y seis muertes, cuatro de ellas de menores de 20 años. Por el momento la tendencia sigue en ascenso, de acuerdo con Leguizamo Dimas.
El crimen organizado gana cada vez un mayor protagonismo en la ciudad. Hay reportes de grupos armados que extorsionan a los habitantes que sí han cobrado los apoyos económicos del Gobierno. Pero uno de los principales problemas es con el transporte público y los taxis, fuertemente amenazados para pagar derecho de piso a los comandos, lo que provocó un colapso. La situación ha llegado al extremo de que los militares de la Guardia Nacional —López Obrador ha desplegado 10.000 efectivos en la ciudad para tratar de controlar el caos—y la policía estatal se han visto obligados a actuar como transportistas para la población. Los acapulqueños los llaman “politaxis” y “guardiabuses”.
La gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, aseguró el miércoles, el mismo día que atracó en el puerto el Norwegian Bliss, que el 85% del servicio de transporte ya se había restablecido. El día siguiente asesinaron al taxista de la colonia Progreso, una señal inequívoca de que el conflicto no se ha solucionado. La actuación de la regidora desde el huracán ha sido fuertemente criticada por la oposición, la opinión pública y la sociedad civil, entre acusaciones de no dar la cara por las víctimas o desentenderse de la tragedia.
Eso, solo en la ciudad. Los habitantes de los pueblos aledaños a Acapulco, comunidades rurales de campesinos a las que el huracán aisló durante días, han denunciado la desatención del Gobierno desde entonces. Una de las últimas veces, este mismo viernes, cuando los vecinos de San Marcos bloquearon durante horas la carretera federal Acapulco-Pinotepa Nacional como protesta. El miércoles, la prensa preguntó a López Obrador por qué no acudía a visitar las zonas más damnificadas por Otis. El presidente respondió: “Para qué voy a ir a exponerme a una colonia si están molestos, molestos, molestos los conservadores corruptos y pueden prepararme una emboscada para ofenderme y que se convierta en una gran noticia nacional”. Ajeno a las declaraciones del dirigente, Acapulco espera su reconstrucción y volver a salir a flote, en un camino que se antoja lento y minado de dificultades.
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