Daniel Mordzinski: “No hay un ‘método mordzinski’ ni una receta, me preparo mucho y rabiosamente improviso”
EL PAÍS acompaña al conocido como ‘fotógrafo de escritores’ en un día de retratos y complicidades en su paso por la FIL Guadalajara
“Se llamaba Luis, era cocinero, estaba sin trabajo, pero le propusieron una chamba en el norte de Chile y se fue, junto con su mujer embarazada de ocho meses...” Daniel Mordzinski (Argentina, 1960) decide comenzar a hablar de su vida y de su trabajo, contando la historia de uno de sus mejores amigos: “Ahí, en el primer hotelito del primer pueblo que encontraron, en Ovalle, nació Luis Sepúlveda Calfucura. El gran escritor de literatura de viajes y aventuras nació en un hotel”. Mordzinski ha estado toda la maña...
“Se llamaba Luis, era cocinero, estaba sin trabajo, pero le propusieron una chamba en el norte de Chile y se fue, junto con su mujer embarazada de ocho meses...” Daniel Mordzinski (Argentina, 1960) decide comenzar a hablar de su vida y de su trabajo, contando la historia de uno de sus mejores amigos: “Ahí, en el primer hotelito del primer pueblo que encontraron, en Ovalle, nació Luis Sepúlveda Calfucura. El gran escritor de literatura de viajes y aventuras nació en un hotel”. Mordzinski ha estado toda la mañana entre los pasillos de la FIL Guadalajara con su cámara al hombro que pasa desapercibida porque parece formar parte de su cuerpo. Camina de un lado a otro y su mirada ya ha identificado muchísimo antes que su lente las fotografías que tomará. En los pasillos todos lo reconocen: ¡Mordzinski! y entonces él reacciona con agilidad y en cuestión de unos pocos minutos convence sin trabajo a la persona para ser fotografiada en las posiciones y en los escenarios menos pensados en una situación tan rápida como intensa.
Así es Daniel Mordzinski, el fotógrafo que ha retratado a los intelectuales más importantes de los últimos 40 años. Es el creador de las imágenes más conocidas y usadas de autores como Jorge Luis Borges —pocas personas de las tantas que se le acercan durante el día no mencionan de alguna forma la emblemática fotografía del escritor que Mordzinski capturó en 1978—, los principales representantes del llamado Boom latinoamericano —Vargas Llosa, García Márquez, Álvaro Mutis, por mencionar solo algunos— y de otras varias decenas de autores y autoras en todo el mundo que han sido inmortalizados de una manera excepcional con los ojos del llamado ‘fotógrafo de escritores’.
“Al principio, mi meta es sacar al escritor de su pose acartonada de escritor”, explica Mordzinski, unos momentos antes de encontrarse por un pasillo a Patricio Jeretic, uno de los curadores del equipo organizador para la presencia de la Unión Europea en la FIL, y pedirle que dé un salto frente a uno de los muros cercanos al escenario principal para tomarle una foto. La escena con Jeretic se repetirá durante varias ocasiones durante el día: primero, una mirada de emoción ante el encuentro con el mítico fotógrafo, después, el abrazo fraterno que anticipa la propuesta, siempre respetuosa pero planteada con agilidad y humor, de una fotografía. En ese momento, la persona se entrega definitivamente a Mordzinski, y confía en él, así que acepta la posibilidad de un escenario improvisado y posa sin posar, como le gusta a él.
Hace solo un rato ha hecho varios retratos del escritor mexicano Benito Taibo y de su esposa Imelda. Ella cumple años, así que después de la foto, del entusiasmo, los abrazos y el flash, Mordzinski se permite invitar al público que observa, emocionado y expectante, a que canten el cumpleaños feliz. Otra vez, además de retratar a personalidades valiosas e importantes, ha logrado crear un momento de breve felicidad. No es consciente de ello, así que vuelve a andar en sus pasos apresurados y continúa el camino. “No soy un fotógrafo de grandes momentos, soy un fotógrafo de pequeños momentos íntimos, personales y siempre muy respetuosos”, cuenta, mientras va relajando su andar con dirección a un sitio en donde pueda descargar parte del material que ha recopilado durante la mañana. Asegura que siempre lo hace de esa forma, procesando todo casi de inmediato a cuando lo obtiene.
Ya por la tarde, el fotógrafo, que no se ha detenido ni un solo instante, salvo en el momento que ocupa frente al monitor de la computadora para vaciar las imágenes, prepara todo para la visita guiada que le ha propuesto hacer a cuatro de sus grandes amigos a su exposición, montada en Chapultepec, una de las avenidas más importantes de la ciudad de Guadalajara. ”Lo maravilloso de exponer en la calle, es que quiero creer que los escritores salen a buscar los lectores, para invitarlos a sus mundos y a sus libros. No tienen que entrar a una feria o a un museo, sino que integramos a la fotografía en ese espacio social tan importante que es la ciudad”, dice con mucho orgullo.
Mordzinski es puntual. No hace esperar nunca a nadie. Reitera el respeto que siente hacia las personas que se dejan fotografiar por su lente, pero también lo manifiesta en su trato con quienes le rodean. Tiene voz de literato y bien podría dedicarse a narrar los libros y poemas de quienes ha retratado durante toda su vida. También comparte con todos ellos y ellas cierta solemnidad del intelectual latinoamericano apasionado por lo que hace, y ciertos modos de los que viven del arte y para crearlo. Es amable y empático y se siente completamente agradecido por la generosidad que experimenta todos los días por parte de sus amigos. “A veces me agradecen ellos, pero siento que yo les debo más”, cuenta.
América y Europa, un cruce de miradas: La literatura en el objetivo de Daniel Mordzinski es la exposición que reúne algunas de las fotografías de su larga trayectoria con los retratos de 126 autores y autoras de Europa y América Latina. Entre las estructuras metálicas que sostienen las imágenes, Mordzinski recorre junto con sus amigos Maribel Luque, Carina Pons y Javier Martín —de la agencia literaria Carmen Balcells— el paseo que inicia con los retratos de José Saramago y el de Borges. El fotógrafo hace un detallado relato de cada uno de los momentos que representan cada fotografía para ellos, cuyas miradas se encienden y se emocionan como si se tratara de una clase de su materia favorita. “No hay un método mordzinski no hay una receta, me preparo muchísimo y luego rabiosamente improviso”, dice.
En su pequeña mochila negra, Mordzinski lleva a todos lados lo que, asegura entre risas, es su set de fotografía: una manta negra de terciopelo que ha servido como escenario, fondo, capa, disfraz, y tantas otras cosas que requiera la situación. Asegura y reitera el tema del juego: “La vida es un jardín de juego y si aparece un perro, una flor o lo que fuera, siempre de manera extremadamente respetuosa, lo integro en ese jardín. Siempre creí que lo más importante es romper los lugares comunes que puede tener la literatura”, dice.
El fotógrafo de escritores asegura que su mejor retrato es el que todavía no ha hecho: “Esto es como el mito de Sísifo: cuantos más escritores retratas, más te quedan por retratar. Yo agarro la piedra y subo”. Se ha detenido un rato, en medio del trajín del día, solo para hablar de cuando conoció a Luis Sepúlveda: “Lucho me contaba muchas historias. Y ese maldito 16 de abril de 2020, cuando falleció en Oviedo, me di cuenta de lo solo que me había dejado, pero también de que me contaba muchas historias para ponerlas a salvo. Y que era necesario que yo las contara”. Eso es Daniel Mordzinski, una especie de artesano que habla de su vida, de su recorrido y de sus pasiones, amores y dolores, a través de su trabajo; es decir, a través de las historias de quienes se cruzan por su lente.
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