‘Familia’, un retrato cinematográfico y mexicano sobre el amor y la paternidad
La película del cineasta colombiano Rodrigo García Barcha, la primera en su larga producción que ha sido filmada en español y en México, se estrena el próximo 15 de diciembre en Netflix
Rodrigo García Barcha (Bogotá, 64 años) quiso recrear las escenas de las grandes comidas familiares del cine italiano, pero implantarlas en el Valle de Guadalupe, en aquellos vastos y frondosos espacios desérticos de la región vitivinícola de Baja California. También quiso poner ahí a una familia mexicana, nutrida por una identidad mezclada por los rasgos y costumbres que da la cercanía de la frontera. Quiso también que la historia que filmaba fuera sencil...
Rodrigo García Barcha (Bogotá, 64 años) quiso recrear las escenas de las grandes comidas familiares del cine italiano, pero implantarlas en el Valle de Guadalupe, en aquellos vastos y frondosos espacios desérticos de la región vitivinícola de Baja California. También quiso poner ahí a una familia mexicana, nutrida por una identidad mezclada por los rasgos y costumbres que da la cercanía de la frontera. Quiso también que la historia que filmaba fuera sencilla y que revelara en una sola tarde de domingo lo complejo y maravilloso que son los lazos de sangre. Por eso hizo Familia, una producción cinematográfica —la primera en su repertorio como director que está filmada en español y en México— que se estrenará en Netflix el próximo 15 de diciembre, y que relata la historia de tres hermanas y un hermano que se reúnen en la casa paterna para recibir noticias sobre su futuro.
Leo es un hombre adulto, viudo, dueño —junto con sus tres hijas y su hijo Beny— de una parte de tierra que produce olivos en el norte de México. Ríe y llora como suele verse poco en público a hombres como él, plantados en la madurez de su vida, sosteniendo un hogar con la ausencia de la madre del clan. Araceli, artista, ausente y, sin embargo, aunque muerta, es el fantasma en torno al que se desarrollan las más íntimas y violentas expresiones de amor, de odio y de nostalgia que se expresan en la mesa donde están sentados hijas, hijo, nietos y nietas. También está Clara, la pareja actual de Leo, una mujer inteligente, fuerte, unos 20 años menor que él, sobrepasada a ratos por lo que tiene que aceptar como parte de la vida sentimental de aquella tribu, a veces salvaje y caótica.
Rodrigo García se identifica muchísimo con Leo —el protagonista de Familia— y para eso también ayudó el hecho de que el actor mexicano Daniel Giménez Cacho lo encarnara: “Permití que se colara mucho de mí a Leo. Pero no soy como él. No tengo la problemática de Leo ni las circunstancias de Leo. Pero sí es muy cercano a mí definitivamente. Y curiosamente en el rodaje, los únicos de esa generación éramos Daniel y yo. Los dos tenemos hijos de esas edades y ambos estamos casados desde hace mucho tiempo. Sentí que teníamos una especie de conexión y comprensión mutua”.
García Barcha considera que Familia, de principio a fin, “es como un regreso a casa”. Una vuelta al México donde su padre, Gabriel García Márquez, y su madre, Mercedes Barcha Pardo, construyeron un mito de vida y literario en el que él creció y se desarrolló. Un país que, pese a que no nació en él, fue donde más tiempo ha vivido, para después establecerse en Estados Unidos y filmar durante más de 20 años producciones en inglés —incluidos varios capítulos de series mundialmente aclamadas como The Sopranos o Six Feet Under.
En el libro que el cineasta escribió en 2021, con dedicatoria a sus padres, Gabo y Mercedes: una despedida, narraba de forma íntima, con ternura y una férrea sinceridad, su experiencia como parte de aquel clan familiar mundialmente conocido y los motivos que le llevaron a alejarse de los reflectores que su familia atraía desde que era muy pequeño: “No me di cuenta, hasta bien entrado en mis cuarenta, que mi decisión de vivir y trabajar en Los Ángeles y en inglés fue una elección deliberada, aunque inconsciente, para hacer mi propio camino lejos de la esfera de influencia de mi padre”.
Familia no es sobre su propia familia, pero en la película hay muchísimo de los temas que más le tocan y le preocupan al director. Por eso también le atrajo demasiado esa historia que aún no ha visto contada en la pantalla grande sobre hombres como él, en un momento vital de su existencia: “Creo que yo no he visto en México, o en Latinoamérica, esa película sobre un hombre que está en ese momento en el que ya no es joven, pero tampoco es viejo. Y eso me interesaba”, cuenta. Asegura que Leo “no es un patriarca macho a la antigua”, porque la cercanía de sus tres hijas, Rebeca (Ilse Salas), Julia (Cassandra Ciangherotti) y Mariana (Natalia Solián) hacen que el juego del intercambio de la fuerza y el poder entre ellos sea compartida. También influyen las visiones y las decisiones de cada una de ellas, que arrinconan y llevan al límite al padre, envuelto entre la furia y el cariño, y la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la decisión del futuro de su propiedad. En la ecuación, Beny, el hijo menor, parece un personaje detenido en el tiempo, el hombre que desea ser más independiente, pero que, al mismo tiempo, es el único que quiere seguir a su padre y apoyarlo en las decisiones que determinen su futuro.
Las mujeres y la paternidad
En Familia, García Barcha decidió que fueran tres hijas —y no dos como él tiene en la vida real— para hacerlo “un poco más complicado”. Una de las escenas más potentes del filme será ese momento íntimo entre las tres mujeres hablando sobre sus propias vidas, recordando y echando en cara también errores del pasado a la madre muerta y al padre que intenta reinventarse para sobrevivir. Las decisiones de una serán cuestionadas por las otras, y ellas mismas estarán en el límite de sus emociones para tratar de entenderse y comprender cómo cada una vive con las decisiones que tomó para su vida. “Las tres son cariñosas, generosas y también muy egoístas. Si la madre estuviera viva, seguramente también le echarían cosas en cara. Serían injustas con ella. Pero la madre es una figura totalmente idealizada, porque está muerta”, reflexiona.
En una entrevista a TV UNAM, en 2018, García Barcha contaba: “Cuando empecé a escribir mi primer guion, que iban a tener cinco historias diferentes, la idea era que algunas fueran sobre hombres y otras sobre mujeres, pero me di cuenta de que los personajes femeninos me quedaban mejor”. Para este proyecto, el director se apoyó en las actrices y en la guionista Bárbara Colio —quien ayudó para que el guion escrito originalmente en inglés y pensado en EE UU empatara lo mejor posible con una familia mexicana en la frontera— para que las mujeres fueran lo más cercanas a la realidad “y no mujeres imaginadas por un hombre”.
El problema entero de la película, asegura como conclusión, podría estar encapsulado en lo que le dice Mariana, la más pequeña, a sus hermanas: “Solo he querido dos cosas en mi vida. La aprobación de mi papá y no necesitar la aprobación de mi papá”, sentencia.
Sentado a la mesa, con los ojos llorosos y el tono de voz forzado para no quebrarse, Leo repite a sus hijas, su hijo y sus nietos: “Cada vez entiendo más a mis padres y cada vez los amo más”. Intenta explicar, sin mucho éxito, la terrible forma en la que se siente, el horror del abismo, el miedo a no saber qué sigue, la tristeza de no poder regresar el tiempo. García Barcha asegura que esa parte es totalmente suya, cuando comenzó a comprender —al fin— a sus progenitores. “Creo que los padres crecen mucho después de muertos, se agigantan mucho. Y sí, aunque los ve uno de alguna manera con más claridad, con juicio, también los entiende uno más, los perdona uno más. Y tampoco es que haya muchas cosas que perdonar. Es lo que él dice ahí, sus sorderas, su necedad, sus tristezas. Porque no soportamos que nuestros papás sean humanos, que estén tristes, que se sientan fracasados”.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país