La lucha con el ego de Ben Vautier se instala en el MUAC
La exposición ‘La muerte no existe’ presenta una retrospectiva con más de 350 piezas del autor francés, que a través del humor y la burla plantea un nuevo acercamiento del público al arte
Lo primero que se topa el espectador cuando se adentra en la exposición La muerte no existe del artista francés Ben Vautier es una pregunta que lo descoloca: “¿Qué hago en México?”, se lee en la obra que abre la muestra y que ocupa una pared entera dentro de la retrospectiva del autor instalada en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM. Vautier responde: “Muestro sobre todo mi ego. De todos modos en el arte no hay más que ego”. La obra es una muestra del uso del humor y la burla en l...
Lo primero que se topa el espectador cuando se adentra en la exposición La muerte no existe del artista francés Ben Vautier es una pregunta que lo descoloca: “¿Qué hago en México?”, se lee en la obra que abre la muestra y que ocupa una pared entera dentro de la retrospectiva del autor instalada en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM. Vautier responde: “Muestro sobre todo mi ego. De todos modos en el arte no hay más que ego”. La obra es una muestra del uso del humor y la burla en la producción del artista, que se instala como un rupturista y plantea al público un nuevo acercamiento al arte. “Todo arte debe provocar un shock”, ha afirmado el autor en la que puede ser la declaración de intenciones de la exposición.
Esta es la primera exhibición de la obra de Vautier en América Latina, en una muestra que reúne más de 350 piezas. Los espectadores pueden apreciar desde sus inicios artísticos a finales de los años cincuenta del siglo pasado, cuando junto a los artistas Yves Klein, Claude Pascal y Arman fundó la llamada Escuela de Niza, constituida sobre el legado de otro gran artista francés, Marcel Duchamp (1887-1968), considerado uno de los creadores más influyentes del siglo XX. Duchamp abogaba por la originalidad en el arte y se imponía contra la imitación, una línea que sigue Vautier, quien afirma que “todo arte debe ser nuevo”. El artista se involucró pronto con el movimiento Fluxus, originario de Nueva York, que pregonaba “que una de las funciones importantes del arte es el entretenimiento y no la aportación de conocimiento”. De esa relación con Fluxus se muestran una decena de piezas en la exposición del MUAC, entre ellas una en el que el autor afirma que “absolutamente cualquier cosa es arte”.
Es en esa idea de ruptura en la que se centra esta exposición, en cuyas obras Vautier está presente, como el centro de un universo cuyos planetas giran a su alrededor o, como él mismo lo ha definido, “reclamar la presencia del yo”. “Ben es Ben mismo: una máquina sin parar que analiza y cuestiona la compleja realidad con la que debemos negociar a diario. Desplegando un talento y una capacidad de trabajo sin límites, Ben se propone explicarnos el porqué de todo”, escribe Ferran Barenblit en uno de los textos que acompañan el catálogo de la muestra. Barenblit, curador de la exposición, asegura en entrevista telefónica con este diario que para explicar esa cotidianidad el artista francés acude a la ironía, que es también una forma de dudar de todo. “El mecanismo fundamental con el que trabaja es la duda”, dice Barenblit.
Vautier duda hasta de la noción de autoría en el arte y es ahí donde comienza una lucha personal con el ego. Ben y Vautier echando un pulso permanente. Para él esa idea de autoría, de reclamar con su nombre una obra, es “venerada” y a la vez “detestada por igual”, aunque él sea el centro de toda su obra, su caligrafía lo domine todo, las tres letras BEN marquen el sello de la creación, ese yo impregnando el aire: “I don’t want to do art I want to be happy”; “I am not new”; “Yo dudo”; “Quién soy?” “Ben hace visible el ego del artista, lo hace circular, para adorar el arte y al mismo tiempo desacralizarlo”, explica Ferran Barenblit. “Ben toma el concepto de ego cuando el psicoanálisis se hace popular. Ego es alma, conciencia. Él se apropia de todo y una vez que es dueño de eso puede imponer sus propias normas. La mejor forma de darle la vuelta es reclamándolo él de manera tan grotesca”, agrega.
Barenblit explica que Vautier estuvo involucrado en el montaje de esta exposición, cuyo trabajo, dice, “fluyó de forma ágil”. “Es un personaje total, un orador extraordinario, que se hace querer muy pronto. Te sumerges en su universo y cuando manejas dos o tres variables lo entiendes, porque él se apropia de todo”, comenta Barenblit. La muestra, que estará abierta al público hasta abril, ocupa tres salas del impresionante edificio del MUAC y reúne fotografías, vídeos, las famosas frases manuscritas en letras blancas sobre fondo negro, esculturas y pinturas, en un recorrido que involucra al visitante, que no lo deja aislado, un viaje visual y sensorial que es una invitación a sorprenderse, a sacudir su idea de arte. A generar, en palabras de Vuatier, ese shock que debe ser la finalidad de la creación artística.
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