Laura Bozzo: “Lo de Hacienda olía a ‘show’ y los ‘shows’ los elijo yo”
Uno de los personajes más irreverentes y con más audiencia de la televisión en América cuenta en una entrevista con EL PAÍS cómo vivió tres meses prófuga de la justicia mexicana por una deuda de 613.000 dólares con el fisco
Laura Bozzo cumplió 70 años en la clandestinidad. Lo cuenta como una victoria más en la guerra de su vida. La famosa conductora peruana no soporta la paz. Los gritos y el conflicto son la dosis de oxígeno que necesita. Y sus conocidos aspavientos, la única corriente en el lujoso ático de más de 300 metros cuadrados con vista a la bahía de Acapulco que este miércoles se ha quedado sin aire acondicionado. La diva de la televisión americana de habla hispana, líder de audiencia en cada país en el que ha colocado su ...
Laura Bozzo cumplió 70 años en la clandestinidad. Lo cuenta como una victoria más en la guerra de su vida. La famosa conductora peruana no soporta la paz. Los gritos y el conflicto son la dosis de oxígeno que necesita. Y sus conocidos aspavientos, la única corriente en el lujoso ático de más de 300 metros cuadrados con vista a la bahía de Acapulco que este miércoles se ha quedado sin aire acondicionado. La diva de la televisión americana de habla hispana, líder de audiencia en cada país en el que ha colocado su polémico formato de talk show — desde Perú, pasando por Centroamérica, México y la comunidad latina en Estados Unidos— cuyos críticos la encumbraron al reinado de la telebasura, recibe a EL PAÍS en su casa para hablar del último episodio polémico en el que se ha visto envuelta. Una deuda al fisco mexicano de casi 13 millones de pesos (unos 613.000 dólares) que le provocó una orden de captura por la Interpol. Ella nunca se fue de México, cuenta, pero se escondió tres meses hasta que pagó una parte. Levanta el dedo índice y advierte: “Lo de Hacienda olía a show y los shows los elijo yo”.
“¡Si hoy no tengo aire, los cuelgo de las bolas!”, le grita Bozzo a un grupo de técnicos que han llegado tarde. Ellos asienten, mudos, saben que es capaz. Da órdenes a todo aquel que circula en el departamento mientras un estilista termina de dar los últimos retoques de maquillaje y peluquería. “A ver, chicos, por favor, silencio. Nadie se mueva, nadie haga ruido. Hugo [su asistente], anda a algún sitio donde ya no tengas que pasar por acá”. Y después de cuatro gritos, el salón con vistas al Pacífico se ha convertido en un set de televisión, controlado y dirigido por ella, donde nadie habla, nadie más respira. Se enciende la cámara, se pone recta, sonríe.
— No se preocupe, si necesitan pasar, podemos cortar la grabación.
— No, no, no. No hay nada que editar acá. En mi vida he editado un programa, ¿saben? Con los errores, con todo sale.
Bozzo, antes de transformarse en la presentadora más vista de la televisión en español —con cifras de audiencia de más de 20 millones de personas—, estudió Derecho e hizo un doctorado. En los planes de esta nieta de italianos que migraron a Perú a principios del siglo pasado e hija de un exitoso ingeniero civil, Miguel Bozzo Chirichignio, no estaba ser el huracán de la pequeña pantalla. O puede que sí, matiza ella. Pues desde chica se sintió diferente, además del bullying que sufrió en la primaria de un colegio católico, su madre le recomendaba a menudo que mejor se quedara callada. “Siempre he tenido problemas por decir lo que pienso. Ese ha sido mi mayor desgracia en lo personal y la razón de mi éxito profesional”, reconoce.
A principios de los noventa la invitaron como experta a un programa de televisión. Además de haber sido elegida regidora de Lima, tenía un despacho de abogados donde defendían los derechos de mujeres maltratadas. Y a partir de ahí, ni siquiera en su vida ha abandonado el set. Su famoso formato, Laura en América, que ha cambiado de nombre según el país y la cadena, consistía en ventilar las desgracias de la clase más pobre. El marido maltratador, alcohólico, el joven violador, hijas no reconocidas de algún expresidente, enfermedades incurables, operaciones de cambio de género en vivo: “¡¡Que pase el desgraciado!!”, se convirtió en su eslogan. Ahí se lloraba, se insultaba, se gritaba y se pegaba si era necesario. Y millones de personas observaban la tragedia pegados al televisor. Eran los inicios de la telebasura en el mundo y ella se aferró a su fórmula sin escrúpulos bajo una única creencia: el rating.
Casi tres décadas después, el ocaso de Bozzo asomaba después de un año fuera de los focos y de una auditoría de Hacienda que la puso por segunda vez contra las cuerdas de la justicia. La primera vez que vivió algo similar fue en 2002, cuando un juez peruano emitió una orden de detención en su contra por su colaboración con el Gobierno de Alberto Fujimori. Según la corte, Bozzo había recibido dinero del principal hombre del expresidente, Vladimiro Montesinos, para hacer campaña a favor del exmandatario, preso desde 2009 en su país por crímenes de lesa humanidad. Fue condenada a tres años de prisión domiciliaria. Después, se asentó en México, concretamente en la joya del turismo mexicano por excelencia: Acapulco.
Pregunta. ¿Estaba usted al tanto de que debía tanto dinero a Hacienda?, ¿por qué no pagó?
Respuesta. Mira, todo eso se origina, porque se han dicho demasiadas mentiras, porque un contador que yo tenía no cambió la dirección ante el SAT. Yo siempre he tributado con mi nombre. En 2012 me hicieron una auditoría, porque yo mandaba el dinero a Estados Unidos donde viven mis hijas y de ahí lo mandaba para acá. Y me hicieron una triple tributación. Me metió en un problema la gente en la que yo confiaba. Y es que lo que a veces no se entiende es que la gente que estamos en la televisión, cantantes, artistas, que todos tienen este tipo de problemas, es porque nos dedicamos a lo que sabemos hacer. A mí ponme una cámara en frente y yo te hago 1.000 puntos de rating, pero mándame a revisar la contabilidad y te digo: “Ay, por favor, no, no, no, no, no. ¿Dónde hay que firmar?” Mi vida ha sido un caos. Todo lo que he ganado lo he perdido por no estar ocupada en mis finanzas.
P. Pero en este caso la acusan de vender una casa embargada.
R. Sí, es que luego de eso yo ofrecí una casa que recibí como herencia de mi madre, y se la ofrecí al SAT. La casa está en Huixquilucan, en el Estado de México. Antes de venderla fui al registro público y me dijeron que no había ningún problema. Ningún notario va a avalar la venta de una casa embargada. Y ese es el delito. Pero yo tengo todas las pruebas de que no sabía eso, no me notificaron. Es cierto que la ignorancia en la ley no exime de responsabilidad, yo conozco la ley porque también soy abogada. Pero en cualquier caso, lo que haya que pagar, se paga. Yo prefiero un arreglo aunque sea duro y tenga que vender propiedades en Perú o lo que sea, a un buen juicio. Porque conmigo en un juicio, más que nada es un show.
P. ¿Qué fue lo que pensó cuando se enteró de la orden de detención y, después, de la ficha roja de la Interpol?
R. Cuando vi lo de la Interpol me reí, te lo digo sinceramente, porque pensé: “¿Qué pendejada es esta? Si todo el mundo sabe que yo no me voy a ir de acá”. Me agarró ya fuera de circulación. Porque el día de la última audiencia, que era por Zoom, y el juez decide eso, en un exceso para mí, porque me parece violatorio de los derechos humanos decir que porque una persona es famosa tiene que ir a la cárcel para ser ejemplo. Eso es discriminatorio. Y pensé: “No, no me voy a exponer en este momento de mi vida”. En Perú me expuse, dije: “Hagan conmigo lo que quieran”. Pero ahí tenía 20 años menos. Yo he cumplido 70 años en la clandestinidad.
P. Y se dio a la fuga.
R. En ese momento me quedé paralizada. No hablaba, era como si me hubieran dado un golpe en el cerebro. Y no podía ni llorar. Entonces dije: “Yo no voy a participar en un show de este tipo”. Los shows los elijo yo. Y a mí esto me sonaba a show: todos los periodistas, viendo a la señorita Laura entrando al penal. Encima de máxima seguridad. Imagínate. No. Yo me voy y me voy a esconder. Y ojo, no porque me dé miedo la gente de la cárcel, que muchas veces es mejor gente que los de cuello y corbata. El problema mío es que tengo depresión clínica diagnosticada, tuve septicemia en dos ocasiones, tuve el estómago abierto durante un año. Estoy viva porque Dios quiere que esté viva, porque tuve un paro cardíaco que estuve 15 segundos muerta. Aparte del estómago, tengo divertículos, explota uno de esos y me muero desangrada. Además, tuve cáncer de mama. Me radiaron, me operaron el seno. Y estoy en un tratamiento. Además, no era un delito que ameritaba prisión. Y me di cuenta de que querían hacer de mí un escarnio.
P. ¿Y a dónde se fue? ¿Cómo huye uno de la Interpol?
R. Estuve escondida en los lugares más humildes que te puedas siquiera imaginar. No quiero decir adónde porque no quiero implicar a nadie, pero estaba protegida por la gente más pobre. Que de alguna manera es la gente que me quiere a mí, ¿me entiendes? Me siento más protegida en los lugares más peligrosos. Y aquello fue llorar y llorar y ataques de pánico, que cuando me dan respiro en bolsa. Si alguien se acercaba empezaba a convulsionar. No podía hablar con mi psiquiatra, ni con mis hijas. La mayor, que me va a dar mi primer nieto, se casó en ese tiempo.
P. ¿Se planteó huir de México?
R. ¿Y dejar mi nombre manchado? Mi madre me jalaría las patas. No, yo tengo que aclarar todo este lío. Y además siempre pensé que sería así. Entregué mis pasaportes, mexicano, peruano e italiano. Y ahora estoy viendo una reunión para cerrar este tema sin juicio. Pero a ver qué pasa.
En una pausa de la entrevista en vídeo, Bozzo toma una coca-cola con hielo y reconoce que ahora está viviendo de la herencia de sus padres. Hace unas semanas, pagó 2,6 millones de pesos a Hacienda para cancelar la orden de detención y se muestra desesperada por volver a trabajar. El ático de Acapulco donde vive desde hace nueve años, se lo regaló la cadena Televisa y, aunque en ese entonces los tabloides del corazón hablaban de un valor de 11 millones de pesos (unos 500.000 dólares), estos días se vende uno similar en el mismo edificio por 19 millones, casi el doble.
Cuando se apaga la cámara por unos minutos, como si estuviera conectada con el aparato, Bozzo se desenchufa. Las respuestas son más cortas, su tono es también más calmado.
P. ¿No le desgasta después de tantos años estar en el ojo del huracán?, ¿no está cansada?
R. Me encanta. Me alimenta. Yo me alimento de las guerras, de verdad.
P. Y cuando no hay guerra, ¿qué pasa?
R. Me deprimo totalmente. Pero lo que sí no me gusta es que a veces soy tan impulsiva que me pinchas y contesto. Y después digo: “¿Cómo he dicho esto? Qué verguenza”. Por eso cuando estaba encerrada, hay un juego de adolescentes, que se llama Empires and Puzzles, que es de estrategia de guerra. Me la paso jugando, como tengo tanta ansiedad…
P. ¿Se ha arrepentido alguna vez?
R. Más de una vez.
P. ¿Hay jóvenes que se conectan a jugar acá y están compitiendo con Laura Bozzo?
R. Sí, sí, claro. Todo el mundo me mira como si estuviera mal de la cabeza. Me encanta. No sabes. Es la adrenalina que necesito. Amo este juego.
P. No lo conocía...
R. Es que esto es milenial.
Se prende de nuevo la cámara. “¡¡Silencio, chicos, por favor!!”.
P. ¿Se arrepiente de haber colaborado con Fujimori?
R. Yo no considero que hacer campaña por Fujimori fuera sacar a la hija no reconocida de un presidente. Porque de eso es básicamente por lo que me atacaban, de haber sacado al aire a Zaraí, hija no reconocida del expresidente Alejandro Toledo, que ahora está preso en Estados Unidos por ladrón. Fui extorsionada por el expresidente Alejandro Toledo y tengo testigos de esto. Si yo decía en un vídeo que Zaraí Toledo no era su hija —como finalmente él mismo reconoció— y que había salido al aire por dinero, yo iba en ese mismo momento en un avión y me mandaban a Miami. A veces me arrepiento de no haber hecho eso, por la presión a la que sometí a mis hijas.
P. Pero a Fujimori lo apoyó públicamente.
R. No, más que apoyar a Fujimori yo viví el terrorismo. Viví la época de Sendero Luminoso. Y con su Gobierno todo eso se eliminó. Yo conocí a Vladimiro Montesinos, sí es cierto, me parecía un personaje muy interesante. Era como el poder detrás del trono y no hay nada que te llame más que el poder, ¿no? Pero nunca recibí dinero, jamás, eso ha quedado comprobadísimo.
P. ¿Se considera usted populista?
R. Para mí el populismo es embrutecer a los pobres y darles miserias a cambio de ganar. En lugar de subir a los pobres, trata de bajar a los de arriba hacia abajo. Y esa no es mi idea, porque yo trasmitía que había que estudiar, mandábamos becas, mis campañas Brigadas de Laura, que era llevar computadoras a las zonas más pobres. El populismo lleva pan y circo.
P. Bueno, algo de circo había en su programa.
R. No te voy a decir que no. ¡¡Que pase el desgraciado!! Y ahí pues obviamente pasaba el desgraciado y le sacábamos toda la mierda. Que además soy así, todo eso fue creado por mí. Mi fórmula era mi vida un poco. Entonces, de que había show, por supuesto. A ver, la televisión es entretenimiento y la idea es meter ahí mensajes que cambien la vida de la gente. ¿Que había circo? Yo soy un personaje, cómo no va a haber circo. No es que finja, es que lo soy.
P. ¿En qué consistía su fórmula?
R. Yo rompí todos los esquemas de la televisión en Perú. Porque para ser conductora tenías que ser hermosa, joven, sexy y un poco bruta, ese era el requisito indispensable. La inteligencia no valía, ahí valía la teta. Y, de repente, sale una loca, doctora en derecho, que dice lo que piensa. Ahora estoy más arreglada, pero en ese momento era medio horrenda, y arrasé. Las televisoras han ganado fortunas conmigo. Porque conecto. Porque soy auténtica. Porque yo no soy de las que se sientan así [cruza las piernas y afina el rostro], no. Que se me vea despeinada, mal maquillada, ¿que me siento como hombre? Me vale tres carajos. Algunos creen que la televisión solo es hablar. No, señores, no. El pueblo te pone o te saca de la televisión.
P. ¿Le ha sacado alguna vez a usted el pueblo de la televisión?
R. Nunca, jamás. Siempre he tenido rating donde he estado. Yo podría ser una multimillonaria, sentada en su yate, tomando champán, con decenas de casas y propiedades, porque he ganado muchísimo, pero lo perdí todo. Pero yo me pregunto: “¿Tú te ves en un yate tomando champán?”. Ay no, no mames, ¡no! Yo tengo que estar en la pelea, en la televisión, en la lucha. Ni a los 80, ni a los 90, ni a los 100. Yo voy a morirme en un set de televisión gritando. Ahí me muero. Listo. Se acabó. Me entierran.
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