Cuando la voz de las mujeres no se quiebra
Gabriela Warkentin, Marion Reimers y Alma Delia Murillo conversan en la FIL sobre la discriminación contra las mujeres en el espacio periodístico y literario
“Lo que yo más odiaba en la vida es mi voz”, es una frase que no se espera escuchar de una locutora de radio, pero fue la primera frase que dijo Gabriela Warkentin, directora de programa radial matutino Así las Cosas de la W Radio, en la mesa organizada por El PAÍS sobre discriminación de género en debates públicos. “Porque mi voz es muy masculina para los estándares tradicionales”, añadió la académica y periodista, quien recordó cuando comenzó a hacer radio en la Universidad Iberoamericana hace años. “La gente estaba...
“Lo que yo más odiaba en la vida es mi voz”, es una frase que no se espera escuchar de una locutora de radio, pero fue la primera frase que dijo Gabriela Warkentin, directora de programa radial matutino Así las Cosas de la W Radio, en la mesa organizada por El PAÍS sobre discriminación de género en debates públicos. “Porque mi voz es muy masculina para los estándares tradicionales”, añadió la académica y periodista, quien recordó cuando comenzó a hacer radio en la Universidad Iberoamericana hace años. “La gente estaba muy enojada y se preguntaba ‘¿y eso qué habla qué es? ¿Es hombre o qué es?”. Eso, aquella voz, es hoy una de las más escuchadas todas las mañanas en Ciudad de México.
Warkentin hablaba en la charla La Lucha de las Mujeres contra la Discriminación organizada en la Feria del Libro de Guadalajara, junto a Marion Reimers —periodista deportiva y fundadora de una ONG que combate la discriminación de género—, Alma Delia Murillo, novelista y autora de Cuentos de Maldad, El Niño que fuimos, Damas de Caza y Las Noches Habitadas, y Sonia Corona, jefa de redacción de EL PAÍS en México, que moderó la mesa. “La voz debe estar acompañada de redes emocionales”, añadió Warkentin en su primera intervención, “la sororidad no es un tema de militancia, es un tema emocional”. Tres mujeres que han logrado en los últimos años que su voz resuene sin quebrarse en el debate público de la política, los deportes y la literatura.
“El hecho de que las mujeres incursionemos en el discurso público es en sí, ya, un acto irreverente; algo que en el siglo pasado y en este siglo, es un acto revolucionario”, dijo Reimers, quien recordó un silencio icónico contra la fuerte voz de las mujeres en la mitología griega, ese momento “cuando Telémaco habla con Penélope, su mamá, y le dice ‘vete a tus aposentos mujer, los cantares los debemos de escribir los hombres”. Los tiempos han cambiado, pero son otros distintos a Telémaco los que piden silenciar de otras formas. En el caso del periodismo deportivo, muchos siglos después, la famosa periodista de fútbol explicó que en las salas de redacción y en el público se entiende que las mujeres “están para informar, pero no para opinar, y mucho menos para analizar un partido de fútbol”.
“Allí no había que romper un techo de cristal sino de mierda”, dijo Alma Delia Murillo, quien reconoció el lugar de privilegio que las tres han logrado conseguir pero que no le fue fácil cuando era una chica pobre en Ciudad Nezahualcóyotl, del Estado de México, que actualmente registra una de las tasas más altas de feminicidios del país. “Yo soy hija de una trabajadora de hogar”, añadió, donde el silencio no es era solo por su género sino por su clase y su raza. “A mí me encerraban en el clóset porque estaba muy morena para que me vieran las visitas de la señora de la casa, y esto es algo que sigue ocurriendo en este país (...) nosotras estamos en medios nacionales ahora, pero ahí está aún ese otro México, ese que no es minoría, es quizás la mitad del país”.
Pero hay otro techo, más del siglo XXI, donde ahora se encuentra el silencio y con el que las tres se han encontrado de frente. “Toda la mierda digital”, señaló Warketin, quien narró cómo sus colegas masculinos reciben diversos insultos en redes sociales por su trabajo, pero nunca los reciben con referencias a su género como sí los recibe ella. “Hay días en los que te pega”, añadió Warkentin, que prefiere ahora reducir su voz en Twitter y dejarla solo para la radio. “La primera vez que yo recibí una amenaza de violación [por redes], me costó mucho salir de mi casa”, añadió Reimers, quien empezó a identificar entonces a los colegas hombres que le han dado su apoyo en privado, pero no lo hacían en público. “Es importante empezar a ser más valientes, y menos performaticos”, añadió.
Cuando Alma Delia Murillo protestó en redes a principios de este año contra el excandidato a la gobernación de Guerrero, acusado por violación, la autora no solo recibió comentarios en Twitter (de apoyo o rechazo) sino uno más amenazante: un mensaje de texto a su celular, con amenazas. “Cuando llega a mi línea telefónica te da miedo, y el miedo no es un algoritmo, el miedo es una emoción durísima”, cuenta. Si bien ya no hay Telémaco logrando silenciar, y hay radio o editoriales queriendo escuchar lo que tienen que decir estas tres mujeres, no deja de ser agotador escuchar a Telémaco pedir silencio.
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