Kaspárov, incisivo y letal (III)

En el momento más tenso del Mundial de Sevilla, con el título en juego, el campeón arriesga y triunfa

Blancas: Db1, Tc1, Rg1, Cd3, Af3; peones en a4, e3, f2, g3 y h2.

Negras: Da7, Cc5, Cd6, Tc8, Rg8; peones en b6, e6, f7, g7 y h6.

La tensión que se vivió en Sevilla tras la derrota de Kaspárov en la penúltima partida del Mundial es una de las mayores en la historia del ajedrez. El campeón estaba psicológicamente deshecho, y además obligado a ganar el último asalto para empatar el marcador y conservar el título. Esa noche fue durísima para él, pero aún así tuvo la frialdad e inteligencia suficientes para comprender cuál debía ser el planteamiento correcto de la pelea decisiva: nada de jugar en plan kamikaze; tranquilidad (relativa) con el objetivo de provocar una lucha larga y sacar ventaja del cansancio de Kárpov, doce años menos joven (tenía 36). Ese guion se cumplió a rajatabla: visto con la perspectiva actual, parece increíble que Kárpov mordiese en la jugada 31 el anzuelo que le tendió su encarnizado rival, a pesar de que disponía de una alternativa más propia de su estilo que le hubiera dado grandes probabilidades de tablas. No fue así, y la partida que siguieron centenares de millones de persona en todo el mundo, sobre todo por motivos políticos o extradeportivos (la retransmisión en directo de TVE tuvo trece millones de espectadores), mantuvo a Kaspárov en el trono y marcó así la historia.

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