Por el amor de una chaqueta

Hace unos días, aterrizaron Taylor Swift y Tom Hiddleston en Sídney. El actor volvía a lucir esa chaqueta azul con la que se le ha visto en las últimas semanas. El público empieza a estar algo preocupado

Tom Hiddleston y Taylor Swift, en Los Ángeles.

Hace unos días, aterrizaron Taylor Swift y Tom Hiddleston en Sídney. El actor inglés volvía a lucir esa chaqueta azul con la que, en las últimas semanas, se le ha visto también en Los Ángeles, Suffolk, Londres y Nueva York. El público empieza a estar algo preocupado. Podría esto suceder porque Hiddleston se hace la maleta peor que yo. La última vez que puse un cepillo de dientes en una todavía no se sabía si Luis Aragonés (fallecido) iba o no a convocar a Raúl (retirado). Otra opción –más plausible,...

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Hace unos días, aterrizaron Taylor Swift y Tom Hiddleston en Sídney. El actor inglés volvía a lucir esa chaqueta azul con la que, en las últimas semanas, se le ha visto también en Los Ángeles, Suffolk, Londres y Nueva York. El público empieza a estar algo preocupado. Podría esto suceder porque Hiddleston se hace la maleta peor que yo. La última vez que puse un cepillo de dientes en una todavía no se sabía si Luis Aragonés (fallecido) iba o no a convocar a Raúl (retirado). Otra opción –más plausible, pues a Hiddleston, como estrella que es, las cosas importantes se las hacen profesionales- es que el actor viva una relación de amor correspondido con la prenda. A mí me sucedió con unos pantalones cortos Meyba de color amarillo durante el verano de 1981. Para que mi abuela no los lavara, los escondía. Ella los encontraba y los mandaba a la lavadora. Entonces, yo me negaba a salir de casa hasta que se secaran y me los pudiera calzar de nuevo. Me sentaba en su banqueta de coser en la terraza de la casa observándolos colgar majestuosos junto otras prendas mucho menos interesantes. Como yo no llegaba a la cuerda para tocarlos y comprobar si estaban o no ya listos, cada diez minutos le pedía a ella que lo chequeara por mí. Cuando me decía que no estaban secos aún, la acusaba de mentirme. Ella reía invadida por eso tan bonito y escaso llamado paciencia. Esperando por ellos, me perdí grandes partidos de fútbol en la calle y hasta creo que también mi primer beso. Por eso quiero aprovechar que Hiddleston estará leyendo esto para decirle: “No tienes ocho putos años, cámbiate la maldita chaqueta”.

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