Sin campanas

Lo que ha hecho la pareja más popular de España hoy, Iker Casillas y Sara Carbonero, (pese a ni trabajar ni vivir en España) es lo más normal del mundo

Iker Casillas y Sara Carbonero. Luis Sevillano

No estuvieron en capilla. No sonaron campanas de boda. No pasaron por el altar, ni por la vicaría. Probablemente, la novia no llegó tarde y, también probablemente, ni se tiró el ramo ni se cortó la corbata ni —mucho menos— la liga. Señores, asumámoslo: la boda del año ha pasado por delante de nuestras narices y ni nos hemos enterado.

Bueno, sí, pero llegamos con diez días de retraso y sin una triste foto del vestido de la novia (dicen que llevó vestido, pero tampoco se sabe a ciencia cierta)....

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No estuvieron en capilla. No sonaron campanas de boda. No pasaron por el altar, ni por la vicaría. Probablemente, la novia no llegó tarde y, también probablemente, ni se tiró el ramo ni se cortó la corbata ni —mucho menos— la liga. Señores, asumámoslo: la boda del año ha pasado por delante de nuestras narices y ni nos hemos enterado.

Bueno, sí, pero llegamos con diez días de retraso y sin una triste foto del vestido de la novia (dicen que llevó vestido, pero tampoco se sabe a ciencia cierta). Iker y Sara (ahorremos tinta en apellidos, ya saben cuáles son) han dado la campaná precisamente por no darla.

Seamos sinceros. Lo que ha hecho la pareja más popular de España hoy (pese a ni trabajar ni vivir en España) es lo más normal del mundo. Bienvenidos al siglo XXI. Más de dos tercios de las bodas ya son así, sencillas, quizá más auténticas, menos copete y más al lío: casamientos civiles, y desde el año pasado ante notario, como los propios Carbonillas (perdón, es que está tan a huevo…). Estos chicos son eso, chicos, millennials (palabro tan feo como definitorio), gente nueva con su historia, su vida común y un par de críos, o crío y medio, en este caso. ¿Megaboda por una fiesta, un vestido, un viaje? No les faltan. Como a casi ninguno de esos millennials. Así que a firmar y listo, que el papel es lo que cuenta.

No venden su vida, aunque aprovechen su imagen para sacarse un dinerillo: si usted fuera joven, guapo, famoso y medianamente listo, ¿no lo haría? No les interesa una exclusiva, ni una foto. Ya tienen Instagram para publicarlas ellos. ¿Bodorrio? No, gracias. Aunque ya sí que hay excusa perfecta para llamarles Carbonillas.

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