Tentaciones
el anticrítico gastronómico

Canaperos o cómo hacer de colarse en las fiestas una profesión

Lo de aparentar una vida falsa para poder comer y beber gratis en el evento de turno se ha convertido una plaga. Aquí las claves para desenmascarar al gorrón que viste de traje

A todos nos han invitado alguna vez a un fiestorro de una marca, a una presentación, al lanzamiento de un producto, a un estreno o, por supuesto, a una boda. Lo que esperamos encontrar en estos saraos es comida de catering, alcohol por un tubo, un DJ molón, flashes de selfis, photocalls, agencias de prensa con y bloggers, muchos bloggers universitarios por todas partes diciendo que todo es ideal de la muerte. Es exactamente lo mismo que sucede cuando una prima tuya se casa y descubres cómo es la familia del marido antes y después de la barra libre. Pero un elemento básico que no puede faltar e...

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A todos nos han invitado alguna vez a un fiestorro de una marca, a una presentación, al lanzamiento de un producto, a un estreno o, por supuesto, a una boda. Lo que esperamos encontrar en estos saraos es comida de catering, alcohol por un tubo, un DJ molón, flashes de selfis, photocalls, agencias de prensa con y bloggers, muchos bloggers universitarios por todas partes diciendo que todo es ideal de la muerte. Es exactamente lo mismo que sucede cuando una prima tuya se casa y descubres cómo es la familia del marido antes y después de la barra libre. Pero un elemento básico que no puede faltar en todo cotarro que se precie es la figura del canapero.

El canapero es esa clase de homínido que ha sufrido una especie de involución darwiniana dentro de la gastronomía y que con las más alucinantes estratagemas consigue colarse en las fiestas con el objetivo claro de alimentar dos cosas: su estómago y su ego. Al canapero nadie le ha invitado pero se entera de las convocatorias incluso antes que los periodistas o la familia del novio, lo apunta en su agenda y ataca sin dilación. Y aunque en ocasiones se mimetiza con el gentío como un camaleón, la cabra tira al monte y casi siempre se la reconoce, sobre todo cuando los agentes de prensa les sacan a escobazos de los bares.

"A mí me ha invitado la marca"

Decirle a la novia que eres primo lejano de su ya marido es exactamente lo mismo que aquel canapero que asegura que está en el evento porque le ha invitado la marca. Por regla general, este tipo de canapero suele enterarse de las cosas por su nivel de infiltración muchas veces en redes sociales, y pone la de excusa su blog, si es que tiene (y eso que apenas tiene 200 visitas al mes). Es obvio que si el evento es de una marca multinacional, el presidente no va a estar en la fiesta para justificar la invitación, por lo que suele colar.

Se le identifica porque suele ponerse el primero en la barra, ha venido solo al evento y por regla general se queda hasta el final. El individuo en cuestión ni se molesta en hacer fotos, le mueve más el hambre que otra cosa y la gula, siempre le delata. Siempre

Regla de oro: vístase como un ejecutivo

Es increíble la cantidad de canaperos que se hacen pasar por ejecutivos o cazatalentos. En el mundo del comer y del beber los hay que se dan de críticos gastronómicos para colarse en una party e incluso terminar apurando los canapés a medias que se dejan los demás. Y eso no es lo más espeluznante; lo gracioso es que dedican todo su tiempo en construir a universo paralelo en el que ellos mismos tienen la nariz tan sumamente metida en sus propias posaderas que hasta se creen que les huele bien. Localizarlos es sencillo, siempre van aparentando ser empresarios de éxito, repeinados, suelen hacer séquito con otros canaperos cuando llegan y están constantemente echando miradas furtivas a las bandejas que se van acabando. Y cuidado, si dicen que colaboran con una radio o una tele local, huye. Aún estarás a tiempo.

Ellos inventaron la rueda

Sin duda, mientras puedas divertirte, trabajar o lo que quieras que vayas a hacer en el evento, y lo puedas hacer tranquilo, no hay problema. Lo malo llega cuando el canapero que se cuela en la fiesta es el típico personaje listísimo que justifica su asistencia sin parar de presentarse a todo el mundo, dando clases magistrales de todo, porque ellos lo saben todo y hablan, hablan y hablan. Ellos inventaron la rueda, el fuego y el Derecho Romano, y están esperando que les preguntes qué opinan de todo lo que están probando, porque su opinión es lo más.

Partiendo de la base de que normalmente todo el mundo ha archivado su discurso desde la primera palabra en el archivo de las cosas que nos importan un mojón, no paran de hablar y te plantan su tarjeta donde se hacen denominar editores jefes de su blog, de ese que hacen ellos solos.

En resumidas cuentas,  el canapero es un empleo en auge que cada vez se está profesionalizando más. A pesar de que a mí me fascina que la gente tenga un rostro como el arco de triunfo de Vespasiano, las marcas y los restaurantes los desean en el corredor de la muerte de la reputación, con mono naranja incluido.

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