Madrid, vuelve

Se ha convertido en una ciudad hostil. Porque hace calor, un calor que no se va

Día tras día, invariablemente, las caras son de sueño. De madrugón, estos meses un poco peores por no habernos acostado tan pronto como deberíamos y haber sudado un poco más de lo que nos hubiera gustado. Pero estos días van un poco más allá. Son de fastidio, de incomodidad. Hay morros torcidos y más miradas al reloj que de costumbre.

Quizá sea el karma el que nos haga merecérnoslo. Por lo plastas que somos durante el resto del año. Por querer ser el centro de atención, abrir l...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Día tras día, invariablemente, las caras son de sueño. De madrugón, estos meses un poco peores por no habernos acostado tan pronto como deberíamos y haber sudado un poco más de lo que nos hubiera gustado. Pero estos días van un poco más allá. Son de fastidio, de incomodidad. Hay morros torcidos y más miradas al reloj que de costumbre.

Quizá sea el karma el que nos haga merecérnoslo. Por lo plastas que somos durante el resto del año. Por querer ser el centro de atención, abrir los informativos, los periódicos, buscando protagonismo, de España a Deportes. Sin olvidar el Tiempo, cómo no. Porque si en Madrid llueve, parece que España se inunda, aunque haya sequía desde Huelva a Girona. Y si en Madrid hay una manifestación, no vayan a salir de sus casas, ya vivan en Comillas o en Adra, en Pontevedra o en Albacete, que no se puede ni andar por la calle.

Los viandantes se protegen del sol con paraguas en la madrileña plaza del Sol, al lado del monumento del oso y el madroño.

Ahora, la ciudad parece querer devolvérnosla, hacérnosla pagar. Por pesaos, debe estar diciendo desde donde nos observe y se ría, como los dioses del Olimpo. Madrid nos ha abandonado este verano, cada verano. Se ha convertido en una ciudad hostil. Porque hace calor, un calor que no se va, no se va nunca, se instaló en mayo y no nos suelta. Solo se pueden airear los balcones de madrugada, y precisamente viene el camión de la basura en plena fase REM y te parte. Todo está cerrado, o lleno, o a tope de guiris, o es muy caro. La mitad de las bicis eléctricas están rotas. Los críos te salpican en las piscinas y los adolescentes se revuelcan por tu toalla porque apenas tienen sitio en su rincón.

Pero lo peor es el metro, alma radiada del habitante capitalino. Ahí sí que se nos ríen en la cara, ahí sí que torcemos el morro. El metro está cortado, siempre, cualquier línea. Como si de un juego se tratara, hay que adivinar si se va con chaqueta o con tirantes. Hay que tener el plano en la sesera, calcular con eficiencia cada transbordo. ¿Cómo estará el aire acondicionado en este vagón? ¿Saldré media hora antes para llegar cuando siempre?

Madrid, ¿volverás de vacaciones en septiembre? ¿Traerás al metro de vuelta? Prometemos portarnos bien, que nosotros no tenemos la culpa. Palabra de madrileña.

Sobre la firma

Archivado En