La prueba del tres

Cada historia tiene dos versiones, o dos estadios, pero casi siempre se requiere de otra más para lograr entenderla

Ben Affleck y Jennifer Garner.KMM-Juliano/X17online.com (©GTRESONLINE)

Una vez es accidente. Dos es síntoma. Tres, tendencia. Esta semana, un ser excesivamente querido me dijo tres cosas. Dos de ellas se referían a lo que atisbaba que eran características definitorias y casi definitivas de quien esto escribe: malcarado y vergonzoso. La tercera era un piropo. El piropo sentó fatal. Supongo que eso confirmaba la certeza de las dos primeras apreciaciones. Así opera, a grandes y relativamente comprensibles rasgos, lo que viene siendo la prueba del tres. Cada historia tiene dos versiones, o dos estadios, pero casi siempre se requiere de una tercera versión para lograr...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Una vez es accidente. Dos es síntoma. Tres, tendencia. Esta semana, un ser excesivamente querido me dijo tres cosas. Dos de ellas se referían a lo que atisbaba que eran características definitorias y casi definitivas de quien esto escribe: malcarado y vergonzoso. La tercera era un piropo. El piropo sentó fatal. Supongo que eso confirmaba la certeza de las dos primeras apreciaciones. Así opera, a grandes y relativamente comprensibles rasgos, lo que viene siendo la prueba del tres. Cada historia tiene dos versiones, o dos estadios, pero casi siempre se requiere de una tercera versión para lograr entenderla, o de una tercera pata, incluso de una llave Allen, para poder armarla y desarmarla.

A finales de la pasada semana viví otra prueba del tres. Me metí en la cama de un hotel St. Etienne. Puse la tele. Estaban dando la semifinal del Mundial femenino de Fútbol entre Japón e Inglaterra. Sobre el minuto 35 del partido, apagué el televisor y me dormí. Al cabo de siete horas, desperté, alargué el brazo hasta la mesilla de noche, pillé el mando a distancia y encendí el televisor de nuevo, básicamente, porque en casa no tengo Eurosport, y a un hotel le podría perdonar que no ofreciera toallas limpias o agua caliente, pero jamás que no tuviera ese canal sintonizado. En la pantalla apareció el mismo partido y en el mismo minuto en el que recodaba haberme quedado frito. Me sobresalté. Me incorporé. Me paré, fascinado con la idea de que acababa de romper el continuo espacio tiempo, que en alguna galaxia lejana por mi culpa se había abierto un enorme agujero negro, que Aznar hablaba inglés y catalán. Siguió el partido. Y en el descuento, las inglesas, que estaban jugando de fábula, se metieron un gol en propia puerta y cayeron eliminadas. Lo que era mágico se convirtió en dramático. Airado, me metí en la ducha: no había agua caliente y nadie había cambiado las toallas. Imperdonable.

Esta semana se han separado Jennifer Garner y Ben Affleck por culpa de una tercera persona. Si no fuera tan malcarado, igual me importaba un poco. Si no fuera tan vergonzoso, igual escribía lo que realmente pienso de la noticia. Si no fuera tan…

Sobre la firma

Archivado En