Así funciona la economía de escalera

Tú pones lo que sabes sobre hidrógeno canalizado, yo mi sensor para medir el deterioro del metal. Tú, biomasa y frío industrial, yo la red para calentar o refrescar Barcelona. Colaboración entre empresas vecinas de escalera por el bien del edificio común: la sociedad

DFactory Barcelona, el 'hub' de referencia internacional en industria 4.0, impulsa un ecosistema de colaboración integrado por más de 30 empresas tecnológicas.JOSEP LAGO

“Solo no puedes, con amigos, sí”. Los lectores que peinen canas recordarán este mensaje del mítico programa La bola de cristal, allá por los ochenta.

Cambiamos “amigos” por “socios”, “clientes” o “empresas afines” y tenemos la consigna de la economía colaborativa, entendida como la alianza de empresas para superar su capacidad individual de dejar un impacto social positivo: es decir, su capacidad ampliada de generar riqueza, tejido económico, tracción tecnológica, trabajo de calidad, recursos públicos vía tributación o avances reales en sostenibilidad.

Esta visión compartida refleja que, en una economía cada vez más compleja y cambiante, acceder al conocimiento preciso en un caos de información equivale a entender esa realidad para no fallar en el intento de mejorarla.

El lado oscuro del plástico

Un ejemplo. ¿Sabe el consumidor que el impacto ambiental varía si el plástico de un envase es negro o de otro color? No, seguramente. Lo llamativo es que muchos de los fabricantes de productos contenidos por ese plástico, tampoco. Desconocen que el negro, además de aportar un aspecto como más premium, “se consigue con un tinte de carbono que impide a los sistemas ópticos de reciclaje detectarlo, y acaba en el vertedero”, explica Luis Seguí, CEO y cofundador de Picvisa, una especialista en robótica, IA y visión artificial, entre otras tecnologías, para identificar, clasificar y reciclar los materiales de los residuos. Lo mismo puede decirse de una industria textil “cuyas mezclas de materias, estampados, botones o cremalleras también entorpecen la recuperación y el reciclaje”.

¿Qué hace Picvisa? Además de tecnología, divulga conocimiento. Abre las puertas a sus clientes, por ejemplo un potente grupo farmacéutico, “para que conozcan de primera mano el final del ciclo de vida de sus envases, los esquemas de gestión de residuos, las soluciones y limitaciones técnicas que influyen en su reciclaje, y la aplicación de todo ese conocimiento al ecodiseño para aligerar su impacto desde el origen”, detalla Seguí.

Picvisa es una empresa especialista en robótica, IA y visión artificial, entre otras tecnologías, para identificar, clasificar y reciclar los materiales de los residuos.

La sintonía de un gasoducto y un sensor

Qué tendrá que ver un gasoducto de hidrógeno y un sensor diseñado para la construcción. En principio no mucho, pero al final, todo, como explica Pere Navarro, delegado especial del Estado en el Consorci de la Zona Franca de Barcelona (CZFB), la entidad pública impulsora de DFactory Barcelona, hub de referencia en coworking para la industria 4.0 en el sur de Europa.

En una presentación de sus instalaciones, Navarro hablaba con una visita vinculada al gasoducto de hidrógeno Barcelona-Marsella, que comentó la dificultad técnica de canalizar ese gas porque puede volver frágiles los metales. Por allí estaba una compañía desarrolladora de sensores capaces de medir el deterioro y de ese encuentro casi fortuito ha surgido un proyecto. “Hay quien ha definido, de forma simpática, este tipo de contactos en DFactory Barcelona como ‘economía de escalera’”, añade Navarro. Los vecinos de los rellanos ponen en común lo que tienen y lo que saben para beneficio mutuo.

En DFactory este tipo de sinergia se hace sistemática en un ecosistema de más de 30 empresas ya consolidadas que, al compartir proyectos basados en tecnologías exponenciales (como la IA, la robótica o la impresión 3D), amplifican el impacto económico, industrial y ambiental alrededor.

“Estas empresas progresan de manera colaborativa para generar proyectos que de otra manera no se producirían, con puestos de trabajo de calidad y de futuro”, añade el delegado del CZFB, y pone este caso: hace apenas tres años fue a verle el creador de un prototipo de cuadriciclo eléctrico de última milla. Solo necesitaba transformar aquella maqueta de madera en un vehículo operativo. “Le puse en contacto —continúa Navarro— con dos empresas de nuestro ecosistema y el resultado es e-Miles, con un 90% impreso en 3D, que IKEA valora como posible solución de movilidad para transportar sus muebles”.

La robótica es una de las tecnologías clave en el entorno de la industria 4.0 y DFactory Barcelona.JOSEP LAGO

La colaboración fortalece la relación directa entre la economía de escalera y solidez del edificio social. Como dijo en alguna ocasión Björn Stigson, antiguo presidente del Consejo Empresarial Mundial para el desarrollo sostenible, “las empresas no pueden tener éxito en sociedades que fracasan”, y viceversa, una sociedad próspera suele incubar empresas más generosas en su impacto positivo.

¿Qué impactos, en concreto?

La respuesta a esta pregunta es tan diversa como la variedad de modelos de negocio que contribuyen a esa huella positiva. Puede ser una compañía experta en simbiosis industrial, de ahí su nombre, Símbiosy, que en los desperdicios ve recursos y teje una red de empresas que intercambian materiales, agua o flujos de energía descartados por unas y necesitados por otras. Por ejemplo, residuos agrícolas, forestales y ganaderos convertidos en biomasa y gas natural. O los de la fermentación como materia prima para fabricar alcoholes.

“En todos los proyectos de simbiosis industrial siempre hay sinergias para aprovechar los beneficios colaterales asociados a las oportunidades. Sin ellas se pierde valor, y todos perdemos”, apunta Verònica Kuchinow, CEO y fundadora. Entre esas oportunidades aprovechadas figura la colaboración de Símbiosy con la Fundación SaoPrat para enseñar a jóvenes en riesgo de exclusión técnicas que reutilizan materiales de demolición, o con ScrapStore 22@, una “tienda de restos” que hace lo propio en escuelas o empresas de reinserción.

“La economía social —amplía Kuchinow— tiene un papel crucial en la transición hacia un cambio de modelo económico más circular, donde deben producirse cambios en el sistema productivo. Naturalmente, este tipo de compañías tienen un reconocimiento social casi garantizado”.

Xavier Gil, gerente de Econenergies Barcelona, explica su particular forma de colaboración público-privada entre el Ayuntamiento condal y la compañía Veolia, experta en economía circular y sostenibilidad urbana. Hablamos de una red pionera que distribuye calor y frío a edificios residenciales, industriales y de servicios a partir de una planta de generación eléctrica en la Zona Franca alimentada con biomasa de la ciudad, más la recuperación del frío residual que produce la regasificación en la cercana instalación de Enagás. Balance: “Evitamos la emisión de cerca de 23.000 toneladas de CO2 al año, equivalentes a retirar de la circulación unos 40.000 vehículos”, apunta el gerente.

Desde luego, las tecnologías sostenibles que ponen a una empresa en el lado de las soluciones tienen costes, son una inversión que reclama retorno. Por eso Xavier Gil pone el foco en la oportunidad de negocio que ofrece la transición energética. “Disponemos del conocimiento y la experiencia necesarios para aprovechar todos los recursos renovables a nuestro alcance. Además, la revolución digital, concretamente la IA, actúa como catalizador de cambio y progreso”.

Ingenio humano, inteligencia artificial

La mención a la IA viene a cuento en otro modelo de colaboración: el desarrollo de plataformas que coordinan a empresas, clientes, eslabones de las cadenas de valor y recursos para beneficio general. La de ecoDeliver, por ejemplo, aprovecha el espacio vacío de vehículos en tránsito, como las a menudo desperdiciadas panzas de autobuses, para servicios logísticos, y ahora desarrolla un proyecto de transporte P2P, directamente entre individuos.

Evitamos la emisión de cerca de 23.000 toneladas de CO2 al año, equivalentes a retirar de la circulación unos 40.000 vehículos
Xavier Gil, gerente de Econenergies Barcelona

O la plataforma de Nub Freight, especializada en logística para pymes deficitarias en tecnología y visibilidad de datos, “lo que conduce a una gestión ineficiente de sus recursos”, apunta Pol Ximeno, CEO y cofundador de la compañía. Su modelo de colaboración integra la mayor variedad posible de transportistas, cotizaciones y tarifas, con seguimiento detallado de envíos e informes unificados. La consecuencia “es la mejora de la productividad empresarial en un área muy intensa en capital humano”. En casos óptimos, algunos clientes reportan hasta un 48% de ahorro en gastos de transporte. Próxima estación, según el CEO: “Medir la huella de CO2 en la cadena logística de las pymes”.

Una comunidad de propietarios inclusiva

Entre las personalidades de esta comunidad de vecinos cabe una compañía como Jotavirtual y sus contenidos inmersivos de realidad virtual y aumentada para industrias e instituciones, algunos enfocados en “la empatía hacia los problemas sociales, mejorar los servicios que intentan solucionar esos problemas, promover el turismo sostenible o preservar el patrimonio cultural”, explican los cofundadores, Jaime Flores y Emma Urbina. Por ejemplo, “la virtualización del pantano de Sau, en colaboración con Cruz Roja de Cataluña, para que niños y niñas puedan explorar su entorno natural y entender la importancia de conservarlo; la virtualización de los perros de terapia, también con Cruz Roja; o del castillo de Almansa para que personas con movilidad reducida tengan la sensación de subir por la escalera de caracol de la torre”.

La comunidad acepta como vecino un proyecto de colaboración pura, de la organización sin ánimo de lucro Clean Rivers Hub, que pone en común a empresas e instituciones empeñadas en recuperar ecosistemas fluviales en todo el mundo. “Facilitamos el contacto entre ellas, las entidades afiliadas aportan gratuitamente sus capacidades, conocimientos, tecnologías y materiales, y sin costo alguno, los ponemos a disposición de quienes restauran los ecosistemas de agua dulce”, detalla Eugeni Castejón, fundador de la iniciativa. Hablamos de recursos y conocimientos, aplicados desde el Ebro a ríos guatemaltecos o australianos, “que aglutinan robótica, fotónica, big data, blockchain, tecnología geoespacial, biología, soluciones basadas en la naturaleza, finanzas y humanidades como antropología y sociología para una prevención profunda de la contaminación”.

Colaborar con los demás es invertir en uno mismo

Los beneficios sociales parecen evidentes. Pero, ¿y los incentivos de las empresas, más allá de un propósito ético más o menos aterrizado? “Si son capaces de incorporar a ciertos perfiles humanos, si les proporcionan herramientas y libertad de acción, entonces consiguen ampliar el marco mental y operativo de la compañía, producen la hibridación de negocios con sectores donde antes ni se imaginaban que podrían trabajar. Pero es necesario tejer relaciones honestas a largo plazo y huir de las relaciones de usar y tirar”, sugiere Castejón.

Para Joan Mateu Chiquin, “al adoptar prácticas colaborativas, las empresas de la economía social no solo reducimos costos y mejoramos la eficiencia, también ganamos reconocimiento en innovación sostenible… Sin embargo, apostar por ese cambio en sectores tradicionales también presenta grandes retos y la necesidad de una concienciación activa”.

Por su parte, Luis Seguí opina que este tipo de empresas priorizan el bienestar común sobre el lucro individual. Además, el uso de tecnologías avanzadas les permite responder “de manera eficaz a los desafíos sociales y medioambientales, su compromiso social las diferencia en el mercado y atraen a consumidores cada vez más conscientes del impacto de sus compras”. “Suelen establecer conexiones más profundas con la comunidad y generar confianza y lealtad entre los clientes y otros stakeholders”.

El impacto social de DFactory Barcelona

La tendencia a la colaboración es natural en el entorno de la industria 4.0 que representa DFactory Barcelona por varias razones, pero esta es fundamental: las tecnologías disruptivas que integran el hub —3D, IA, fotónica, robótica, sensórica, fabricación avanzada, ciberseguridad, etc.— tienden a combinarse y reforzarse mutuamente en los proyectos empresariales. Por lo tanto, también es natural la cooperación entre las empresas que desarrollan o aplican estas tecnologías. 
 
Como apunta Blanca Sorigué, directora general del Consorci de la Zona Franca de Barcelona (CZFB), esa mentalidad colaborativa y el efecto ecosistema amplifica el impacto potencial de las empresas. El conjunto va más allá que la suma de las partes. “Somos una entidad catalizadora del progreso y desarrollamos múltiples iniciativas que tienen un efecto directo en nuestra sociedad, en la creación de nuevas oportunidades de negocio, primando siempre los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. 
 
Además de su apoyo a la alianza de empresas que comparten esos objetivos, el CZFB los fomenta directamente en iniciativas como:  
 
- La Barcelona Woman Acceleration Week, por la igualdad de género en la economía y la industria 4.0. 
 
- EcoCircular ZF genera vínculos entre las empresas de la Zona Franca para fomentar la gestión eficiente de recursos y residuos hasta aspirar al residuo cero, reducir gastos, minimizar impactos ambientales y ampliar su nivel de  economía circular. 
 
- “También desplegamos en el polígono —continúa Sorigué— una red de movilidad sostenible con fuentes de energía 100% renovables, una red de agua regenerada y la gestión de residuos municipales de manera selectiva y colaborativa”.  
 
- “Para que los jóvenes conozcan la actividad de la Zona Franca de Barcelona, una de las principales del país, contamos con la iniciativa Feel The Power ZF, que permite a niños y niñas de las escuelas locales conocer compañías inspiradoras por su contribución a una sociedad mejor. Y en las que un día podrían desarrollar sus carreras profesionales”, concluye la directiva.  

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