Necrológica:'IN MEMORIAM'

Javier Pradera, desde la otra orilla

Hace algunos años, la Feria del Libro de Buenos Aires hizo un homenaje a Javier Pradera. Al agradecer con emoción el homenaje que se le rendía, Pradera soslayó su propia obra editorial -la razón por la cual estaba allí, esa noche- para concentrarse en la deuda de gratitud, intelectual y política, que su generación tenía con la edición latinoamericana que había permitido formarse a los españoles en las épocas de oscuridad. Aunque previsibles, por ser parte ya del acervo compartido de quienes transitamos ese oficio, los nombres de las casas editoras, de los editores y de los autores se convertía...

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Hace algunos años, la Feria del Libro de Buenos Aires hizo un homenaje a Javier Pradera. Al agradecer con emoción el homenaje que se le rendía, Pradera soslayó su propia obra editorial -la razón por la cual estaba allí, esa noche- para concentrarse en la deuda de gratitud, intelectual y política, que su generación tenía con la edición latinoamericana que había permitido formarse a los españoles en las épocas de oscuridad. Aunque previsibles, por ser parte ya del acervo compartido de quienes transitamos ese oficio, los nombres de las casas editoras, de los editores y de los autores se convertían, en su enunciación, no en un catálogo de lugares comunes sino en los fundamentos de un programa intelectual.

Sin su obra editorial, América Latina sería hoy mucho más pobre

No resultaba difícil entender que las obras y autores por él mencionados, publicadas por el Fondo de Cultura Económica, Siglo XXI, Losada o Sudamericana, fueron interlocutores privilegiados del programa editorial de Alianza, cuyo rostro es inimaginable sin su tan decidida como arriesgada convicción, sin su aguda inteligencia, no menor que su sensibilidad, no menor que su ironía.

Pensé entonces que durante mucho tiempo habíamos escuchado ya el reconocimiento de los españoles por la labor editorial latinoamericana, y por la contribución que esta había hecho para crear condiciones que hicieran posible una España moderna, culta y crítica, al ofrecer a los académicos e intelectuales de aquella orilla lo que la dictadura impedía editar allí. Pensé también, y así lo expresé esa noche, en respuesta a las palabras de Pradera, que era hora de que Latinoamérica hiciera el reconocimiento recíproco: el que correspondía para celebrar la inmensa obra editorial que España había comenzado, y gracias a la cual los lectores de América habían podido no solamente esquivar (aunque fuera parcialmente) la oscuridad de las dictaduras que a su turno encontraron su sitio en Argentina, Chile o Uruguay, sino también sumergirse en una contemporaneidad que buena parte de la intelectualidad latinoamericana se empeñaba todavía en desconocer, encerrada como estaba en estrecheces ideológicas que la enceguecían.

El homenaje que se le hacía a Pradera en Buenos Aires no era, por tanto, el momento adecuado para que él expresara su gratitud, sino para expresarle la nuestra. Y no solo por la inmensa tarea acometida en Alianza Editorial, sino porque Javier Pradera fue uno de los primeros editores españoles de la segunda mitad del siglo XX que se sintió hombre de dos orillas, y que actuó como tal. Uno de los primeros que comprendió que, entre nosotros, la edición no es una actividad nacional, sino idiomática. Sin la obra editorial de Pradera, y sin su influencia sobre tantos editores formados en sus pasos, América Latina sería hoy mucho más pobre.

Javier Pradera fue uno de los grandes hombres de nuestro mundo. La imprecisión del pronombre -¿cuál es nuestro mundo?- es intencional: son todos aquellos mundos en los cuales Pradera fue un gran hombre, quizá comunes, quizá distintos según quienes los hayan habitado junto con él: el mundo de la edición y el del pensamiento; el de la democracia y el de la libertad como exigencias inclaudicables -e interminables- de las sociedades y de los individuos; el de la amistad y la generosidad. Todos esos mundos son, hoy, peores sin su presencia.

Alejandro Katz es editor argentino.

Javier Pradera.

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