"He sido farsante en todo, como crítico y como periodista"
Se adelanta raudo ante el asombro por sus pelos alborotados. "Me han traído en moto y vengo temblando", confiesa mientras se peina con la mano antes de posar y obedecer a todas las sugerencias del fotógrafo, incluida la de ladear la cabeza. "¿Crees que va a quedar natural? Date prisa porque el cuello se me puede troquelar". Un encuentro con Antonio Gasset, que el próximo lunes recibe el premio Alfonso Sánchez de la Academia de Cine, da para mucho. El que fue durante años la voz y el rostro del cine en TVE, primero en Informe semanal y luego en Días de cine, el programa que dirigi...
Se adelanta raudo ante el asombro por sus pelos alborotados. "Me han traído en moto y vengo temblando", confiesa mientras se peina con la mano antes de posar y obedecer a todas las sugerencias del fotógrafo, incluida la de ladear la cabeza. "¿Crees que va a quedar natural? Date prisa porque el cuello se me puede troquelar". Un encuentro con Antonio Gasset, que el próximo lunes recibe el premio Alfonso Sánchez de la Academia de Cine, da para mucho. El que fue durante años la voz y el rostro del cine en TVE, primero en Informe semanal y luego en Días de cine, el programa que dirigió y presentó hasta su prejubilación en 2008 -"voluntaria y dolorida"-, sigue conservando el ingenio, la locuacidad y el descaro del que hizo gala en la cadena pública.
La Academia premia al que fue durante años la voz y el rostro del cine en TVE
Tiene algo Antonio Gasset, madrileño de 65 años, de soldado o general de Napoleón, el emperador que creía profundamente en la suerte muy por encima de otros valores. "Me tocaron unos momentos preciosísimos en la profesión, además de que siempre he tenido la suerte de tener a mi lado a las personas más idóneas para el trabajo, que me permitió sin problemas esas determinadas picarescas tan próximas a mi carácter. Yo siempre digo que tengo la suerte de los generales napoleónicos".
Se considera un bon vivant de la comida y de muchos otros placeres, aunque come poco y despacio en este restaurante italiano que ha elegido por ser uno de los lugares comunes de reunión con sus amigos. Bajo esa apariencia rompedora y algo agresiva esconde Gasset una fragilidad e inseguridad -timidez dice él también- que apenas aparece en el primer plato. "Siento pánico ante la inseguridad, pero me consuelo con eso que dicen que en la inseguridad también hay sabiduría".
El premio de la Academia le agobia, pero confiesa que por primera vez desde que abandonó la profesión le han entrado ganas de volver. No sabe ni cómo ni con qué, ni siquiera si lo hará, pero sí sabe que algo le ha removido. Actor en varias películas en los años setenta y ochenta, entre ellas Arrebato, Gasset solo lamenta que este premio no lo pueda compartir con Iván Zulueta. "Éramos tres amigos, Zulueta, Chávarri y yo, nos veíamos todos los días. Ellos tenían talento y se dedicaron a dirigir películas y yo terminé siendo otra cosa". ¿Qué cosa? "He sido una mezcla total, farsante en todo, de periodista, crítico o presentador. En realidad yo me considero un divulgador del cine", dice mientras picotea el carpaccio de carne. Él nunca se ha considerado un crítico de cine, aunque sus opiniones, volcadas en esas entradillas tan peculiares y personales del programa Días de cine, con las que tanto disfrutaba al escribir cada lunes, son inolvidables. "La crítica debe de ser didáctica, que estimule la sensibilidad del espectador para enfrentarse a la película. Creo que el único que consiguió eso fue Ángel Fernández-Santos".
En Berlín vive Andrea, -"el amor de mi vida"-, y su hija Cósima. En Madrid su otro hijo, Carlos. Y él viaja de una ciudad a otra, buscando siempre a sus hijos, sus amigos, buscando siempre esos rincones donde poder reírse. "Lo que más valoro del mundo es el sentido del humor".