Necrológica:

Oriol Regàs, el comprometido anfitrión de la 'gauche divine'

Promotor de Bocaccio, animó la vida social barcelonesa durante la Transición

La Barcelona de la Transición no hubiera sido la misma sin Oriol Regàs, fallecido ayer a los 75 años de edad, tras haber sufrido hace unos días un derrame cerebral. Promotor de múltiples iniciativas de ocio y cultura, fue el hombre que supo estar "en el momento oportuno, en el lugar adecuado", como él mismo escribió en sus memorias, Los años divinos, presentadas en abril de 2010.

Hace 44 años -se cumplieron el 13 de febrero- supo estar en efecto en el número 505 de la calle de Muntaner para abrir la boîte más in de la ciudad. Bocaccio, con sus tres cés en lugar de l...

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La Barcelona de la Transición no hubiera sido la misma sin Oriol Regàs, fallecido ayer a los 75 años de edad, tras haber sufrido hace unos días un derrame cerebral. Promotor de múltiples iniciativas de ocio y cultura, fue el hombre que supo estar "en el momento oportuno, en el lugar adecuado", como él mismo escribió en sus memorias, Los años divinos, presentadas en abril de 2010.

Hace 44 años -se cumplieron el 13 de febrero- supo estar en efecto en el número 505 de la calle de Muntaner para abrir la boîte más in de la ciudad. Bocaccio, con sus tres cés en lugar de las cuatro que lleva el apellido del autor del Decamerón, fue lugar de reunión de modelos, fotógrafos, editores, escritores, periodistas, arquitectos, diseñadores y artistas deseosos de ponerse el mundo por montera y dejar atrás la penumbra franquista. El periodista Joan de Sagarra bautizó a ese grupo heterogéneo con el nombre de gauche divine. Poco más tarde Manolo Vázquez Montalbán la perfeccionó dándole forma de quesito en porciones: "La gauche qui rit".

Patrocinó a deportistas y subvencionó una revista del PSUC

Oriol Regàs había forjado su propio mito cuando, con apenas 22 años, se embarcó en el junco Rubia en una azarosa singladura de Hong-Kong a Barcelona, con una tripulación completamente inexperta. Poco tiempo después, a lomos de una Montesa Impala recién salida del lápiz de Leopoldo Milà, cruzó África de Ciudad del Cabo al Mediterráneo, en una expedición en la que se forjó su espíritu promotor y su olfato para el patrocinio. El amor a las motos le acompañó en los siguientes años, como piloto -era especialmente bueno sobre mojado-, luego como fundador de la revista Grand Prix y más tarde como patrocinador de deportistas.

Siguiendo los pasos de su abuelo paterno, que había regentado establecimientos barceloneses emblemáticos como el restaurante de la Estación de Francia o el Café de la Rambla, Oriol había estudiado hostelería en Toulouse y muy pronto sintió la necesidad de abrir su propio local con la vista puesta en los aires pop y minifalderos que llegaban de Londres. A tal efecto reunió a una cincuentena de buenos amigos -entre otros, el fotógrafo Xavier Miserachs, la modelo y actriz Teresa Gimpera, el editor Jorge Herralde, el cineasta Jacinto Esteva, el futuro político Antonio de Senillosa y el inclasificable Alberto Puig Palau, el "tío Alberto" de la canción de Serrat- con los que se asoció para abrir la discoteca de Muntaner, decorada por su hermano Xavier Regàs, diseñador de la célebre b modernista que la identificó. Fue la primera discoteca con gogo-girls de la ciudad. La primera canción que allí se escuchó fue Good Vibrations de los Beach Boys. El gran acierto del local, que algo más tarde abriría sucursal en Madrid, estuvo sobre todo en sus dos ámbitos diferenciados: uno, a pie de calle, más tranquilo, apto para discutir toda suerte de proyectos y planificar conspiraciones, y otro en el sótano, habilitado para el desmadre.

Por la época, Oriol Regàs había abierto su despacho en la calle de Tuset, la cual, con sus locales nocturnos -el Stork Club, el Pub Tuset y la Cova del Drac, entre otros- se convirtió en una suerte de Carnaby Street barcelonesa. Para rematar la referencia londinense, Oriol Regàs se tocaba con un bombín que se convirtió en una suerte de icono de la época. Desde su despacho lanzó múltiples iniciativas en el campo del diseño, el cine (vinculado a la naciente Escuela de Barcelona), la promoción de artistas (Serrat, Maria del Mar Bonet, Lluís Llach o Antonio Gades) y la restauración (como el Via Veneto, que sigue abierto en la calle de Ganduxer).

A finales de los setenta, Regàs intuyó que los tiempos cambiaban, cerró Bocaccio y abrió otra discoteca de éxito, ésta "de derechas", según solía decir, Up&Down. Pero fiel al principio de que cuando algo funcionaba dejaba de interesarle, una década más tarde dejó este negocio y se lanzó a una nueva aventura, el Tropical, un beach-club en Gavà que no llegó a cuajar.

Fue un hombre que respiró la contradicción por todos sus poros: un tímido de enorme éxito social, un personaje que amaba el día y que sin embargo consagró sus energías a la noche, un empresario con el corazón de izquierdas (subvencionó, por ejemplo, la revista Avenç, vinculada al PSUC), un triunfador que nunca dejó de sentirse perdedor, perseguido por frecuentes depresiones. Un señor de Barcelona, en cualquier caso, que hizo más divertida y vivible la ciudad triste y destartalada heredada de la generación anterior.

Oriol Regàs el pasado verano en su casa de Barcelona.CONSUELO BAUTISTA

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