Necrológica:

Frank Buckles, el último veterano de la Gran Guerra

El estadounidense, que falleció a los 110 años, también fue prisionero de los japoneses en Filipinas en 1941

Con Frank Buckles desaparece una generación de norteamericanos que, en 1917, acudió a Europa para salvarla de sí misma, abriendo el camino para que su país, Estados Unidos, se convirtiera en una superpotencia mundial. Después de años resistiéndose a entrar en el conflicto armado, el presidente Woodrow Wilson pidió permiso al Congreso para declararle la guerra a Alemania en abril de 1917. Entre voluntarios y llamados a filas, 4,7 millones de hombres formaron las Fuerzas Expedicionarias Americanas. Frank Buckles, fallecido el pasado 27 de febrero a los 110 años, tenía entonces 16 y solo pensaba ...

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Con Frank Buckles desaparece una generación de norteamericanos que, en 1917, acudió a Europa para salvarla de sí misma, abriendo el camino para que su país, Estados Unidos, se convirtiera en una superpotencia mundial. Después de años resistiéndose a entrar en el conflicto armado, el presidente Woodrow Wilson pidió permiso al Congreso para declararle la guerra a Alemania en abril de 1917. Entre voluntarios y llamados a filas, 4,7 millones de hombres formaron las Fuerzas Expedicionarias Americanas. Frank Buckles, fallecido el pasado 27 de febrero a los 110 años, tenía entonces 16 y solo pensaba en luchar por su país.

Buckles (Bethany, Misuri, 1901) había leído en los diarios que los submarinos alemanes habían hundido siete navíos mercantes con bandera norteamericana. El Reich se había empleado a fondo en provocar al presidente Wilson y a la joven nación norteamericana, mientras asolaba Europa con sus aliados. Buckles, que vivía en Kansas, quería ir al frente. Acudió a la feria del Estado en Wichita y probó suerte con los marines. Mintió sobre su fecha de nacimiento, pero el reclutador no creyó que fuera mayor de edad. En la Marina le rechazaron también, con la excusa de que tenía los pies planos.

Ansioso por ponerse el uniforme y marchar a Europa, viajó 260 kilómetros al sur hasta Oklahoma City, a probar suerte de nuevo. Los marines le volvieron a decir que no. Lo mismo hizo la Marina. Pero un capitán del Ejército de Tierra hizo la vista gorda. "¿Dónde está su certificado de nacimiento?". Dijo que en Misuri no había certificados de ese tipo cuando él nació, en 1901. "El registro está en la Biblia de mi familia. ¿Quiere usted que le traiga la Biblia de mi familia hasta aquí?". El capitán le creyó, o hizo como que le creía, y le dio permiso para alistarse y, a través de Fort Riley, se embarcó con rumbo a Europa, en el Carpathia, el mismo barco que salvó a los supervivientes del Titanic en 1912.

Buckles quería llegar adonde se estaba librando la guerra, a Francia, pero su compañía quedó en reserva en Gran Bretaña. Se presentó como conductor voluntario y pasó sus días transportando oficiales y mercancías del Ejército. A todo el que conocía, Buckles le decía que estaría más que dispuesto a embarcar rumbo a Francia, por si alguien le hacía caso. Tenía hambre de barricadas, pero se tuvo que conformar con una primera misión mucho menos heroica: conducir a un teniente nortea- mericano a Burdeos.

Luego se dedicó a conducir ambulancias cerca del frente, hasta el día en que la guerra acabó con el armisticio del 11 de noviembre de 1918. Habían muerto entonces ocho millones y medio de personas.

Poca gente reparó en la existencia de este cabo que luego estudió negocios y trabajó en Nueva York, Toronto y en barcos mercantes alrededor del mundo. Estaba en Manila, trabajando para American President Lines en 1941, cuando los japoneses invadieron Filipinas tras el ataque a Pearl Harbor. Le hicieron preso y pasó 39 meses en un calabozo, durante los que perdió 25 kilos y contrajo beriberi, una enfermedad provocada por la carencia de vitamina B1. Fue rescatado por la 11ª División Aérea antes del término de la II Guerra Mundial, en febrero de 1945.

Sus gestas bélicas, menores hasta la fecha, se convirtieron en un símbolo de orgullo nacional cuando en abril de 2007 el Gobierno de EE UU anunció que solo quedaban cuatro veteranos de la I Guerra Mundial. El último en morir ha sido Buckles, en su residencia de Virginia Occidental. Deja atrás su granja de 120 hectáreas, propiedad de su familia desde hace generaciones, y le sobrevive su única hija, Susannah Flanagan.

Frank Buckles, arriba, en 2008 en un homenaje del Senado de EE UU.AP

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