Tentaciones
Entrevista:CINE

"De maciza no tengo un pelo"

"Las ingenuas no me interesan". Emily Blunt se podría tatuar su mantra a fuego. Tiene toda la pinta de mosquita muerta y al natural resulta un pelín sosa. Pero en pantalla cambia y se crece. Fue una adolescente bisexual y manipuladora en su debut, My summer of love; alcanzó la fama como sarcástica enamorada de la moda en El diablo viste de Prada, y ahora hace de miriñaque victoriano en los brazos peludos de Benicio del Toro en El hombre lobo. "De maciza no tengo un pelo, así que prefiero las mujeres complejas, no las versión accesorio", suscribe esta británica sin pizca de...

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"Las ingenuas no me interesan". Emily Blunt se podría tatuar su mantra a fuego. Tiene toda la pinta de mosquita muerta y al natural resulta un pelín sosa. Pero en pantalla cambia y se crece. Fue una adolescente bisexual y manipuladora en su debut, My summer of love; alcanzó la fama como sarcástica enamorada de la moda en El diablo viste de Prada, y ahora hace de miriñaque victoriano en los brazos peludos de Benicio del Toro en El hombre lobo. "De maciza no tengo un pelo, así que prefiero las mujeres complejas, no las versión accesorio", suscribe esta británica sin pizca de acento y a punto de despedirse de sus 26 años.

También está a punto de despedirse de su soltería; está prometida con el actor John Krasinski (el más normal de la serie The office). Pero ahí se acaba su parecido con la Gwen Conliffe lobezna que interpreta en El hombre lobo. "Mi relación con Benicio en la peli es tabú", confiesa. ¡Vaya con la mosquita muerta! Lee en mi cara lo que tabú y Buenicio significa en la misma frase. "Digo que en la película soy la prometida de su hermano muerto, así que está claro que es una relación tabú. En la película, digo", insiste ahora, revelando pinceladas de necrofilia en la relación. "Es una historia completamente diferente a la mía", remata por si acaso.

"Para sobrevivir a los paparazzi se necesita una coraza y llevar siempre ropa interior"

Lo es y no lo es, porque Blunt y Conliffe pasan con facilidad por lo que no son: pavitas esperando a ser rescatadas por su príncipe azul. Y de eso, nada. "Yo soy de las que les gusta observar", aduce a su falta de deseo de hacerse notar. Además, esta hija de una actriz retirada y un abogado "a su manera, el mejor de los actores" tiene reglas claras de conducta. "Para sobrevivir a los paparazzi se necesita una buena coraza, frecuentar lugares que estén bien, pero no de moda, y, fundamental, llevar en todo momento ropa interior". Lo dice tan a la pata la llana como su apellido, Blunt (que en inglés significa tajante).

Así que conversar con ella es como observar su carrera, un conjunto de pinceladas inesperadas que acabas apreciando y hasta premiando. Medalla de bronce: "Me gusta ser actriz, pero soy una vagaza. De ahí que quiera variar. Para no aburrirme como una ostra". Medalla de plata: "Entre los actores hay de todo. Los hay que son como ver crecer la hierba. Y otros que te vuelven loca. Como Benicio. Pero tampoco nos vamos a poner a comparar". Una declaración que prueba que Blunt es humana y tiene sangre bajo sus pálidas mejillas británicas. Pero ninguna define con tanta claridad su visión de Hollywood como ésa que dijo a su paso reciente por la alfombra roja: "Esto es como un mercado de carne". Medalla de oro al comentario, a pesar de la delgadez reinante entre las piezas en exhibición.

A Blunt no le gustan las películas de terror. "Y si son de sangre, menos", aclara. Tampoco entiende lo de Halloween, porque "ahora los chavales van y se disfrazan de Madonna, no de fantasma o de calabaza, como hacía yo". ¿De calabaza? Se ríe. "Pero ésta hace referencia a los clásicos y es una oda romántica, majestuosa, noble. Todo eso sí me va", suspira. Blunt resulta ser una romanticona, de las que sueñan en el matrimonio y creen en la atracción a primera vista. También fue una improbable actriz de niña, pese a la herencia familiar. Era motivo de bromas por tartaja. "Entre los 9 y los 13 años lo pasé muy mal. No es que mi infancia fuera traumática o que fuera un manojo de nervios", recuerda sin perder su perfecta pronunciación. ¿Cómo lo consiguió? Con clases de dicción donde aprendía nuevos acentos. "Cuando mi profesora me animó a participar en el teatro de la escuela, lo primero que le dije es que estaba loca. Luego me encantó. Fue una liberación", resume. Y así fue como la mosquita muerta se transformó en la nueva Kate Winslet o Cate Blanchett.

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