Reportaje:DEPORTES

El año horrible de Alonso

El piloto español vivió su peor calvario en la escudería McLaren, enfrentado a Dennis y Hamilton, y rescindió su contrato al final de su primer año para volver con Renault

El escenario estaba a oscuras. Era grande, muy grande. Todo era grandilocuente en la Ciudad de las Ciencias de Valencia aquel 15 de enero. Las luces se abrieron y aparecieron los acróbatas del Cirque du Soleil interpretando un espectáculo de fuego, color y agua. Fue un momento mágico que culminó con la aparición de Fernando Alonso, Lewis Hamilton, Pedro de la Rosa y Gary Paffett precediendo a los dos monoplazas de McLaren Mercedes. En aquella presentación había ilusión. No había rencillas, ni intenciones oscuras. Ron Dennis, patrón de la escudería, se sentía orgulloso.

Nada de aquello h...

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El escenario estaba a oscuras. Era grande, muy grande. Todo era grandilocuente en la Ciudad de las Ciencias de Valencia aquel 15 de enero. Las luces se abrieron y aparecieron los acróbatas del Cirque du Soleil interpretando un espectáculo de fuego, color y agua. Fue un momento mágico que culminó con la aparición de Fernando Alonso, Lewis Hamilton, Pedro de la Rosa y Gary Paffett precediendo a los dos monoplazas de McLaren Mercedes. En aquella presentación había ilusión. No había rencillas, ni intenciones oscuras. Ron Dennis, patrón de la escudería, se sentía orgulloso.

Nada de aquello hacía presagiar lo que iba a ocurrir sólo unos meses más tarde. Alonso, que había firmado un contrato por tres años, lo rescindió de común acuerdo con el equipo al final del primero. Hamilton acabó desquiciado, dejando en manos de Raikkonen un título mundial que tuvo en el bolsillo en las dos últimas carreras. Y Dennis vivió el peor año de su vida en McLaren. ¿Por qué ocurrió todo aquello? ¿Por qué Alonso prefirió dejar el equipo británico y regresar a Renault aun sabiendo que su coche sería, probablemente, mucho peor? ¿Por qué Hamilton dejó escapar el título en Brasil si le llevaba siete puntos de ventaja a Raikkonen y cuatro a Alonso, obsesionado en impedir que el asturiano acabara delante de él? ¿Y por qué Dennis mintió de forma descarada, con la típica flema británica, hasta dejar que su impoluta imagen de limpieza acabara hecha añicos?

Una trama de novela negra: espionaje, falsedades, sabotajes, traiciones, cuentas pendientes y odio

Todo fue producto de una trama digna de la mejor novela negra. Un argumento de espionaje, falsedades, sabotajes, traiciones, cuentas pendientes y odios que arrastró a todos sus protagonistas a un torbellino que sólo pudo ser parado por un arrepentimiento y un pacto. "Habría preferido que no sucediera", reconoció Bernie Ecclestone, el Supremo de la F-1. "Pero ocurrió. Fue un campeonato diferente, lleno de escándalos, historias de espionaje y guerras entre pilotos. Esta cruda realidad ha despertado un inusitado interés por nuestro deporte".

La historia se fundamentó de forma paralela en el caso de espionaje que protagonizaron Nigel Stepney, ex jefe de mecánicos de Ferrari, y Mike Coughlan, ex jefe de diseño de McLaren, y en la batalla interna por la supremacía en el equipo británico que protagonizaron Alonso y Hamilton bajo el arbitraje de Dennis. Stepney, un empleado que se sintió vilipendiado por Jean Todt cuando éste le negó el cargo que había dejado vacante Ross Brawn -responsable técnico de Ferrari-, diseñó su venganza en dos frentes: soplar a su amigo Coughlan toda la información confidencial sobre el diseño y el funcionamiento de los Ferrari, y sabotear los monoplazas rojos en el GP de Montecarlo.

Así fue como McLaren supo que el suelo utilizado por Ferrari en Australia era flexible y antirreglamentario y pudo preguntar a los comisarios si también ellos podían utilizarlo. Y así fue como Coughlan se convirtió en la mejor fuente de información de McLaren sobre los planes de Ferrari. Cada problema podía ser contrapuesto con la solución utilizada en Maranello. Hasta el punto de que Stepney le entregó en Castelldefels, en marzo, un dossier completo de 780 páginas que hubiera permitido construir un Ferrari. Todo se descubrió cuando la esposa de Coughlan hizo fotocopiar el dossier cerca de Woking, la ciudad donde se ubica el Centro Tecnológico de McLaren. Entonces, el jefe del local avisó a Ferrari. Y la denuncia llegó a la FIA, que convocó al Consejo Mundial.

El primer juicio a McLaren se produjo el 26 de julio. Y, aunque la sentencia fue de culpabilidad, no hubo sanción al entender que la información de Ferrari no había sido diseminada ni utilizada. Y todo pudo acabar ahí. Pero en este punto entró en escena la batalla interna en el equipo McLaren y todo se desbordó. Cuando eso ocurrió, Alonso había soportado ya algunos ultrajes -como el aplauso del equipo cuando Hamilton le adelantó en Australia, o el alud de críticas que provocó Hamilton en Montecarlo al afirmar que el equipo le había perjudicado retrasando sus repostajes y no permitirle atacar a Alonso al final- e iba por detrás de su compañero en la clasificación del Mundial.

Estaba encendido porque no había recibido el trato de número uno que le habían prometido y empezaba a pensar en dejar el equipo. Se había quejado de que Hamilton le copiaba las puestas a punto y las telemetrías. Y Dennis le había recriminado por ello. Las relaciones entre los dos pilotos eran muy tensas. Y las de Alonso y Dennis comenzaban a ser durísimas. Y llegó lo de Hungría.

Era el 4 de agosto. El caso de espionaje parecía ya cerrado. Pero aquel día, en la cronometrada, el equipo obligó a Alonso a realizar su último intento con ruedas usadas, mientras que Hamilton dispuso de nuevas. El asturiano perdió la pole. Y estalló. Entró en el despacho de Dennis hecho una furia. La discusión subió de tono. "Exijo el trato que merezco. He aportado al menos seis décimas al coche y tengo dos títulos mundiales, y el equipo no tiene el trato deferente que debería tener conmigo. Más bien todo lo contrario", dijo Alonso. Y, según Dennis, el español concluyó su alegato con la amenaza de desvelar a la FIA el contenido de unos e-mails entre él y De la Rosa "muy comprometedores para el equipo".

Dennis se cubrió llamando a Max Mosley, presidente de la FIA, para desvelar la existencia de estos e-mails. Pero, tras una disculpa de Alonso, los dos mandatarios restaron importancia al asunto. Sin embargo, nadie sabe cómo, pero esos e-mails -con muchos detalles técnicos sobre los Ferrari- llegaron a manos de Bernie Ecclestone. Y éste avisó a Mosley de que existían nuevas evidencias y de que debía reabrir el caso del espionaje. Mosley revocó al Tribunal de Apelación y convocó de nuevo al Consejo Mundial.

Y allí estalló todo. Durante el segundo juicio a McLaren, el abogado de Ferrari Nigel Pozzi y el mismo Mosley dejaron entrever que los e-mails habían llegado a Ecclestone gracias a Alonso. Fue una premisa negada por el entorno del piloto español, que negó también que Alonso hubiera amenazado a Dennis. Sin embargo, todo aquello desencadenó una sanción ejemplar a McLaren: 73 millones de euros y la pérdida de los puntos en el Mundial de Constructores. Una circunstancia que dio el título a Ferrari.

¿Fue la venganza de Alonso por el mal trato y el aislamiento que le provocó la intransigencia de Dennis? La cuestión es que el jefe de McLaren siguió insistiendo en que sólo Alonso, De la Rosa y Coughlan conocían los secretos de Ferrari. Su postura contra el español le costó en la última carrera el título de pilotos. Y al final, el último informe de los delegados técnicos de la FIA, tras investigar el McLaren 2008, dejó a Dennis al descubierto: había mentido en todo. La FIA descubrió que el sistema de frenos, la distancia entre los ejes, el hinchado de los neumáticos con CO2 y algunas otras líneas de trabajo estaban inspiradas en Ferrari: lo sabían todos y lo utilizaron.

Y Dennis tuvo que pedir perdón a la FIA y a Ferrari para que el Consejo Mundial no vetara su monoplaza en la reunión del 14 de febrero. Entonces, Mosley le perdonó. Pero no Ferrari, que sigue adelante con las causas civiles. Y Alonso quedó libre para seguir su camino. Fichó por Renault con la vista puesta en McLaren y en Hamilton, pero con el objetivo claro de ganar algún día su tercer título mundial. -

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