Crónica:FUERA DE CASA

Representaciones

Nos pasamos la vida representando. Algunas veces, no demasiadas, nos representamos a nosotros mismos. Una representación que no siempre nos gusta. Y en la que no siempre nos reconocemos. Casi en la Semana de Pasión, casi en Sevilla, en el pueblo de Tomares, me recordaba Rafael Azcona que durante mucho tiempo él estuvo representando el papel de seguidor de Antonio Gamero y su famosa consigna: "¡Como fuera de casa, en ningún sitio!". Sé de qué me habla, los cofrades de ese evangelio pagano nos hemos visto representando el papel de fanáticos de la calle, los viajes, las noches inter...

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Nos pasamos la vida representando. Algunas veces, no demasiadas, nos representamos a nosotros mismos. Una representación que no siempre nos gusta. Y en la que no siempre nos reconocemos. Casi en la Semana de Pasión, casi en Sevilla, en el pueblo de Tomares, me recordaba Rafael Azcona que durante mucho tiempo él estuvo representando el papel de seguidor de Antonio Gamero y su famosa consigna: "¡Como fuera de casa, en ningún sitio!". Sé de qué me habla, los cofrades de ese evangelio pagano nos hemos visto representando el papel de fanáticos de la calle, los viajes, las noches interminables y otros duros trabajos conlleva pertenecer a esa secta. Algunos seguimos atados por esa consigna. No Azcona; con la edad, las circunstancias y la falta de fe, ya no se siente vinculado a esa cofradía. Ya no le interesa tanto lo que ocurra fuera de casa. Está más cerca de la sabiduría de Pascal o de Xavier de Maistre, todo puede ocurrir en casa, todo puede pasar en una habitación. Azcona es sabio, yo no; Azcona es octogenario, yo no; Azcona es joven, yo tampoco. Yo todavía tengo el corazón partío: entre fuera de casa y otra parte. Así, comencé la semana en Nantes para terminar en Sevilla, con una parada en casa / en Kabul / Madrid / España.

En Nantes, esa ciudad del viajero que no viajó demasiado Julio Verne. También la ciudad de ese insurrecto que fue capaz de terminar el bachiller, Jules Vallés. En esa ciudad atlántica, cada primavera estalla de cine español en las calles. Milagros de aragoneses. De una aragonesa ilustrada y cazurra que se empeñó en ver el cine español en el sur de Bretaña. Es profesora, se llama Pilar Martínez y consigue, sin subvenciones ministeriales españolas, llevar a más de veinte mil personas de viaje cinematográfico. Insólito como el milagro de Calanda. Los que duden que este año se ha vuelto a producir el milagro, que le pregunten a Carlos Saura. Feliz de comprobar cómo otra vez Cría cuervos volvía a llenar las salas franceses. De nuevo los gabachos volvían a cantar aquella canción de Jeanette, ¿Por qué te vas? Saura, que también es aragonés, y aunque no cree en los milagros, estaba encantado con el público de su película y con el público ante una exposición de sus fotos pintadas. Y en éstas nos llegaron las noticias del boicot de Rajoy y sus cercanos más impopulares a este periódico, a todo el Grupo PRISA en general. No lo podíamos entender. Seguimos sin entenderlo. La cosa parecía tan severa, tan radical, tan talibán, que el mismo Saura no estaba seguro de que pudiera seguir llamando Deprisa, deprisa a una de sus películas. Desde fuera, aquellas llamadas al boicot sonaban como el comienzo de la caza. Carlos Saura sabe muy bien lo mal que terminan las cacerías. Nosotros también tenemos memoria. En Iberia hace falta un poco de calma, menos lobos, menos estrés, más pipermín. Frappé, por supuesto.

De vuelta a casa, de vuelta a las representaciones, me di cuenta de que, afortunadamente, todavía Madrid no era Kabul. Estuve en el teatro Español viendo la obra fantástica y sobrecogedora de Kushner. Emocionadas interpretaciones de Vicky Peña, Gloria Muñoz, Elena Anaya, de sus actores. Excelente la dirección de Mario Gas, y salí a la calle contento de que Madrid no sea Kabul. Además, feliz por haber dialogado en el teatro del Ayuntamiento madrileño, en unas charlas en las que participa EL PAÍS y sin fugas, ni vetos. Espero la próxima charla, en la que está anunciado Gustavo de Arístegui. Deseo que los suyos le permitan acudir sin burkas, ni velos, a cara destapada y pensamiento libre. No sólo no somos Kabul, sino que hay que demostrarlo.

La Semana Santa está a punto de comenzar. No somos Kabul. Es cierto, ahora podemos escuchar cualquier música. Comer cualquier cosa, vestir con colores, procesionar a las playas, ver cine y rezar o no rezar. ¿Recuerdan cuando estuvimos bajo los talibanes? ¿Alguno recuerda que no se podía comer libremente, ni escuchar música no religiosa, ni ir al cine, ni vestir "indecorosamente"? La lista era más larga, pero me aburre recordar que también nosotros fuimos unos fundamentalistas. Aunque no lo fuéramos. Recordar que en un tiempo, y por la fuerza, tuvimos que participar en aquella excesiva representación, tuvimos que ser comparsas de aquellos fundamentalismos.