Reportaje:

Antonio no puede ir al fútbol

Un discapacitado asegura que el Madrid le niega entradas porque no es socio

Para Antonio Monerris, el Madrid ya no es el mejor club del mundo. Después de toda una vida como hincha, le bastó una conversación telefónica para destronar al que hasta ahora había sido el equipo de sus amores. Quería sorprender a su novia con dos entradas para el partido que los blancos juegan mañana en casa contra el Racing de Santander, pero una telefonista le informó de que la sorpresa iba a ser imposible. La razón que le daban era muy clara: la silla de ruedas que Antonio utiliza a raíz de la polio que contrajo a los seis meses.

Según le dijeron en el departamento de ventas, las p...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Para Antonio Monerris, el Madrid ya no es el mejor club del mundo. Después de toda una vida como hincha, le bastó una conversación telefónica para destronar al que hasta ahora había sido el equipo de sus amores. Quería sorprender a su novia con dos entradas para el partido que los blancos juegan mañana en casa contra el Racing de Santander, pero una telefonista le informó de que la sorpresa iba a ser imposible. La razón que le daban era muy clara: la silla de ruedas que Antonio utiliza a raíz de la polio que contrajo a los seis meses.

Según le dijeron en el departamento de ventas, las plazas de movilidad reducida del Santiago Bernabéu están reservadas a los socios. "¿Y si me hago socio?", preguntó Antonio. "Imposible, hay una lista de espera de dos años", le respondieron.

El Ministerio de Trabajo anuncia que pedirá al club garantía de acceso para todos los ciudadanos

Este madrileño de 45 años que trabaja en un puesto de la ONCE no entendía nada. Hace años, cuando no se perdía la posibilidad de ver en vivo a su amado Butragueño marcando goles, nunca le habían puesto problemas para acceder al estadio. Compraba su entrada como un forofo más. La pandilla de Fiti, como le llaman sus amigos, se dividía en dos: él y un acompañante, debajo de la zona de los Ultra Sur; el resto, al gallinero. "Hemos avanzado tanto, y resulta que ahora mi equipo nos lo hace más difícil que antes a los que no podemos andar", comenta.

La razón de este "retroceso" data de 2003. Después de las obras que acometió en su campo, que tiene un aforo de 80.000 personas, el Real Madrid firmó un convenio con la Fundación ONCE por el que se repartían las 200 plazas destinadas a los que van en sillas de ruedas. El club reservaba la mitad a sus socios, mientras que cedía el otro centenar a la organización de ciegos, que sortea 35 entradas dobles entre personas con discapacidad de cualquier tipo. "Nosotros le damos las entradas a la ONCE y no sabemos qué hacen con ellas. Es verdad que ahora resulta más difícil conseguirlas si no eres socio, pero es simplemente porque en estos años ha aumentado la demanda", tercia el director de aforo del club, Abel Hernando. Amparo Valcarce, secretaria de Estado responsable de discapacidad, estima, sin embargo, que con este reparto no se garantiza la igualdad y la no discriminación. Valcarce anunció a este periódico que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, a través de la Oficina Permanente de la Discapacidad, tramitará una petición al Real Madrid para que se asegure "el derecho de todos los ciudadanos a acceder al estadio".

Antonio se queja de que nadie le avisó de que podía conseguir los pases por sorteo. Y tampoco le parece el método más adecuado. "Trabajo en la ONCE y nunca había oído hablar de esa rifa. Y además, yo no quiero que me traten como a un pobre cojito, sino tener la opción de comprar mis entradas como el resto de personas", asegura desde su piso del noreste de la capital acompañado por su novia y hermanos, todos acérrimos madridistas. "Pero madridistas de los del escudo, como Camacho, Gordillo y esa gente; no los que vienen a ganar 1.000 kilos sin importarles el uniforme", puntualiza su hermano Pedro. Antonio recuerda con nostalgia los tiempos en que se acercaba hasta la antigua Ciudad Deportiva para ver los entrenamientos, y Butragueño se acercaba para saludarlo.

Los hermanos Monerris han contagiado su pasión futbolera a Trini, la novia de Antonio, de 52 años, y han hecho de ella una merengue incondicional. "Si me oyen en mi casa de Santander me cortan el cuello", reconoce. Por eso quería Antonio regalarle las entradas, porque se enfrentan los dos equipos de su vida. Y por eso se llevó una decepción tan grande. "Es triste pensar que cuando voy a Santander en El Sardinero me tratan mejor que en mi campo de toda la vida".

En las paredes del salón hay colgadas cuatro imágenes del Madrid antiguo. Antonio las mira y dice: "Estábamos buscando una foto del Bernabéu de hace años. Pero creo que ya no la vamos a poner".

Sobre la firma

Archivado En