Crítica:DANZA

Genio y figura de Béjart

El público barcelonés mantiene una larga y fiel historia de amor con Maurice Béjart, a quien descubrió como coreógrafo en su primera visita al Liceo en 1973 al frente de la que entonces era su compañía, el Ballet del Siglo XX. Desde entonces no ha dejado de acudir a las diferentes citas del genial creador marsellés en sus actuaciones en la capital catalana. La pasión que Béjart despierta entre sus admiradores le sitúa por encima del bien y del mal. El público le adora y está predispuesto a aplaudir, de antemano, sus obras. Anteanoche, como era previsible, el Liceo se vino abajo después de que ...

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El público barcelonés mantiene una larga y fiel historia de amor con Maurice Béjart, a quien descubrió como coreógrafo en su primera visita al Liceo en 1973 al frente de la que entonces era su compañía, el Ballet del Siglo XX. Desde entonces no ha dejado de acudir a las diferentes citas del genial creador marsellés en sus actuaciones en la capital catalana. La pasión que Béjart despierta entre sus admiradores le sitúa por encima del bien y del mal. El público le adora y está predispuesto a aplaudir, de antemano, sus obras. Anteanoche, como era previsible, el Liceo se vino abajo después de que su compañía, la Béjart Ballet Lausanne, bailara Bolero, uno de sus más emblemáticos trabajos.

Béjart Ballet Lausanne

Brel et Barbara: coreografía de Maurice Béjart, música de Jacques Brel y Barbara. L'art d'être grand-père: coreografía de los bailarines de la compañía y M. Béjart, música de Hugues le Bars. Bolero: coreografía de M. Béjart, música de Maurice Ravel. Teatro del Liceo. Barcelona, 28 de octubre.

Béjart ha regresado a Barcelona con tres coreografías en una temporada en la que celebra sus 50 años como creador. Contemplando en conjunto, el espectador se da cuenta de que el espectáculo ofrecido es un testamento artístico en el que funde el pasado, el presente y el futuro. Brel et Barbara, coreografía con la que se abrió el programa, es un recorrido de 55 minutos por el legado coreográfico de Béjart, que acompaña algunas de las bellas canciones de los cantantes que dan título a la coreografía. Fragmentos de Consagración de la primavera, Petrarca, El pájaro de fuego o Actus tragicus, por citar algunas, se mezclan en una ágil coreografía con un dinámico trabajo coral con todas las obsesiones bejartianas. Los momentos brillantes se alternan con otros reiterativos y sin interés que se perdonan porque vienen firmados por Béjart.

Siguió L'art d'être grand-père, de la que el coreógrafo figura como coautor junto a los bailarines de la compañía. Es un acto de generosidad de Béjart, quien da la oportunidad a sus bailarines para crea a la vez que inyecta savia nueva a su vocabulario coreográfico. Con música de Hugues le Bars, la pieza reflexiona sobre el trabajo del bailarín en la barra y las relaciones con un maestro de baile. Ironía y humor se mezclan en esta pieza de corte naïf. Los miembros del Béjart Ballet Lausanne son excelentes interpretes, pero les falta personalidad escénica, su juventud a veces les traiciona y en ocasiones a su interpretación le falta madurez.

La velada terminó con Bolero, un clásico de Béjart creado en 1961 y que no ha perdido nada de su modernidad y carga sensual. En esta ocasión, se ofreció la versión masculina de la obra con Octavio Stanley, de austera felinidad. Antes de Bolero, sin embargo, Béjart salió a escena y él mismo presentó un adelanto de su próximo trabajo: Zarathoustra, le chant de la danse, basado en la obra de Nietzsche y con música de Wagner, un ambicioso proyecto que estrenará el próximo 21 de diciembre en Lausanne y que demuestra que a sus 78 años Maurice Béjart no ha perdido la fuerza creativa que le caracteriza.

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