Reportaje:

Cuadros vivientes en el Prado

El museo inicia una serie de "acciones teatrales" en su galería central. La inesperada concentración de gente provoca quejas de algunos empleados.

Segismundo, el príncipe que desafió al oráculo para salir de su encierro, habla al hombre que le impuso la cruel condena, su padre, el rey Basilio. Detrás de ellos, como imponente decorado, el retrato del príncipe Baltasar Carlos a caballo, de Velázquez. Frente a ellos, Felipe IV y su segunda mujer, Mariana de Austria, comentan altivos la escena, final de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, una de las obras cumbre del barroco español.

Ayer, por vez primera en su historia, el Prado abría sus puertas al teatro, concretamente a "una acción teatral" titulada ...

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Segismundo, el príncipe que desafió al oráculo para salir de su encierro, habla al hombre que le impuso la cruel condena, su padre, el rey Basilio. Detrás de ellos, como imponente decorado, el retrato del príncipe Baltasar Carlos a caballo, de Velázquez. Frente a ellos, Felipe IV y su segunda mujer, Mariana de Austria, comentan altivos la escena, final de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, una de las obras cumbre del barroco español.

Ayer, por vez primera en su historia, el Prado abría sus puertas al teatro, concretamente a "una acción teatral" titulada El rey se divierte y que está destinada a complementar la exposición El palacio del Rey Planeta. Felipe IV y El Buen Retiro. A través de varios fragmentos de diferentes obras de Calderón y frente a cuadros tan emblemáticos como Las lanzas, de Velázquez, o Ixión y Ticio, de Ribera, cinco actores interpretan un paseo que pretende rememorar la afición de Felipe IV a la escena dramática. En la "acción" el Rey visita algunas estancias de su palacio para ver los cuadros de su colección. Le acompaña su segunda mujer, Mariana de Austria. Junto a ellos, Calderón anima el paseo con dos cómicos famosos de la época (entre ellos La Calderona, amante del Rey).

Quizá lo que más admiración provocó fue el espectacular vestido de Mariana de Austria, negro y rojo, de 20 kilos de peso
De Antonio: "La vida de un museo no consiste sólo en colgar cuadros, el museo debe aportar servicios"

Como cuadros vivientes, los personajes se movían ayer con parsimonia por la galería central del Prado. Su fantasmal presencia -que se repetirá cada jueves y sábado a las 12.00 y 18.30 hasta el próximo 1 de octubre- produjo ayer cierta confusión entre los visitantes al museo. Una ruidosa campanilla anunciaba cada acto de la representación. Sorprendidos, los visitantes al museo se agolparon para saber a qué se debía y de quién eran las voces que salían de la galería central del Museo del Prado.

Una corte multicolor de hombres, mujeres y niños en pantalón corto, sandalias y zapatillas de deporte intentaba prestar atención a los versos. Algunos corrían por la sala detrás de los actores mientras otros empujaban, "es que sólo desde la primera fila se escucha bien", se excusó una mujer. Aunque el público se mostró encantado con la iniciativa ("el vestuario de los actores es fabuloso, cada pliegue de una tela diferente", comentaban tres amigas de Madrid), algunos trabajadores del museo expresaron su preocupación ante la concentración de visitantes en la sala: "Esto no es un camerino del Teatro Real, esto es un museo", sentenció una vigilante de la sala, mientras otro trabajador del museo asentía con la cabeza. "La gente se ha saltado los cordones de seguridad. Este museo tiene 500 años y eso se debe a un esfuerzo enorme de conservación. No está claro que sea el lugar idóneo para este tipo de actividades".

Trinidad de Antonio, jefa del área de educación del museo, quitó hierro a las críticas: "No tengo noticia de ninguna queja, a nosotros nadie nos ha dicho nada. En cualquier caso, la seguridad del museo, que es lo principal, está asegurada, estamos acostumbrados a concentraciones incluso mayores que ésta. Es verdad que no esperábamos tanta gente, hoy ha sido el primer día, y si es necesario acotar la entrada a la sala durante la media hora de representación lo haremos".

De Antonio explicó ayer que la iniciativa de llevar el teatro al Prado nace de la dirección del propio museo. "Felipe IV era un gran aficionado a la pintura, pero también al teatro y la música. Nuestra intención es que el museo sea un espacio de desarrollo cultural. Se trata de aportar una pincelada teatral que enriquece la exposición recreando el ambiente de aquella época. La vida de un museo no consiste sólo en colgar cuadros en las paredes, el museo debe aportar servicios. Nosotros tenemos visitas explicativas, conciertos o cuentacuentos para niños y, ahora, teatro. Debemos acercarnos a todos los sectores diferentes de público. El teatro tiene sentido dentro del contexto de esta exposición. Es otra manera de contar la historia".

La exposición El palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro cuenta con 62 obras (la mayoría procedentes del propio Prado) que recrean por vez primera la disposición original de las pinturas del célebre Salón de Reinos del Buen Retiro. Un impresionante conjunto dispuesto tal y como el Rey lo contemplaba desde su trono.

Juan José Granda, director de "la acción", seguía ayer con una cámara de vídeo cada paso de la representación. "Hemos ensayado varias semanas fuera del museo y cuatro días dentro, pero sin público. La gente condiciona mucha la forma de moverse de los actores". El director reconoce los problemas de acústica de la sala (las voces se pierden por sus altísimos techos) y por eso asegura que lo importante es que la obra "se vea".

Quizá lo que más admiración provocó ayer fue el espectacular vestido de Mariana de Austria. De más de 20 kilos de peso, el traje negro y rojo sólo podía cruzar por las grandes puertas del museo. Las niñas lo miraban boquiabiertas. "Es agotador moverse con esto puesto", reconocía la actriz Laura Cabrera, con su cara de muñeca maquillada de un blanco mórbido. El vestuario, de Teresa Rodrigo, y la caracterización, de Susana Moreno, pretenden recoger con la mayor veracidad el aspecto de la época.

"En el Prado están las mejores referencias para saber cómo eran los vestuarios de la época", señala Trinidad de Antonio. "Aquí vienen los diseñadores de vestuario de películas y se documentan muchos escritores para recrear a los personajes de sus novelas". "Hemos sido muy cuidadosos con los trajes y la caracterización", reconoce el director de la obra.

"Es complicado, pero creo que la gente entra en la dinámica de la representación", aseguraba ayer uno de los actores, Vicente Camacho. "Aunque para los niños el verso es complicado. El principal problema es lo abierto que es el espacio, no es fácil hacerse notar en un lugar como éste. Es difícil robarle el protagonismo a estos cuadros".

Vicente Camacho (a la izquierda) y Francisco Hernández, ayer, ante Las lanzas, de Velázquez.CRISTÓBAL MANUEL
Mariana de Austria (en el centro) y Felipe IV, durante la representación de La gran Cenobia, de Calderón, ayer en el Museo del Prado.C. M.

El dramaturgo y la amante

Una ruidosa campanilla anuncia cada fragmento teatral. Por el camino entre una y otra representación, el Rey y la Reina murmuran sobre los cuadros que contemplan. Felipe IV le explica a su segunda mujer sus tesoros particulares mientras ella ("¡Qué horror!", insiste ante los

ribera, Ixión y Ticio) los mira con indiferencia o con cara de asco.

Cinco actores de la compañía de José Estruch, perteneciente a la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), representan las cuatro piezas que recorren la sala más importante del Museo del Prado. Felipe IV (interpretado por Antonio Peregrín) y Mariana de Austria (Laura Cabrera) contempla sus cuadros mientras el que era el principal dramaturgo de las actividades teatrales del Buen Retiro, Calderón de la Barca (Francisco Hernández), presenta cuatro escenas que interpretan dos cómicos famosos de aquella época: Sebastián de Prado (Vicente Camacho) y María Inés Calderón (Gema Rollón), más conocida como La Calderona, amante del rey y madre de su hijo Juan José de Austria.

Durante media hora y ante diferentes cuadros, Sebastián de Prado y La Calderona interpretan la escena final de El sitio de Breda, una escena de la Jornada III de La niña de Gómez Arias y una escena de la Jornada III de La gran Cenobia. El recorrido lo cierra el propio Calderón con la escena final de La vida es sueño.

El Museo del Prado, además, tiene previsto que para después del verano (el 17 de octubre y el 14 y 21 de noviembre) se celebre la lectura dramatizada de El sitio de Breda, la obra que escribió Calderón de la Barca 10 años antes de que Velázquez representara el mismo tema en su célebre pintura La rendición de Breda o Las lanzas. Un conjunto de ocho actores y un narrador representarán a los personajes clave del cuadro de Velázquez. En la lectura dramatizada intervienen el marqués Espínola, de la parte española, y la señora Flora, de la flamenca. Personajes que constituyen el eje dramático de la obra de Calderón.

Junto a las representaciones teatrales, el museo ha programado para los meses de agosto y septiembre una actividad puramente infantil: unos cuentacuentos que versarán sobre Los trabajos de Hércules. El cuentacuentos se desarrollará en dos ambientes, la primera media hora en el Patio de Murillo y la segunda en la sección del Salón de Reinos de la exposición. Para participar en esta actividad es necesaria la inscripción previa a través del Área de Educación del Museo.

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