Crítica:VALENCIA | LA LIDIA

Premio gordo a la voluntad

El derroche sin reservas de Lumbrerita, tuvo premio. Unas veces tirando bien de la muleta, otras atropellado por una voluntad sin límites, pero siempre honrando su condición de novillero. Su primero, de frenazo seco, tampoco sobrado de fuerzas, le permitió sacar algunos naturales largos hasta con mando. Desengañado el novillo, la faena se convirtió pronto en una lucha. Pasó apuros Lumbrerita y sufrió un par de volteretas. Tan sincera voluntad, se la premiaron. Más complicado lo tuvo en el quinto. Defensivo el novillo, al que tampoco sobraban las fuerzas, lo puso a prueba. Una tremenda colada d...

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El derroche sin reservas de Lumbrerita, tuvo premio. Unas veces tirando bien de la muleta, otras atropellado por una voluntad sin límites, pero siempre honrando su condición de novillero. Su primero, de frenazo seco, tampoco sobrado de fuerzas, le permitió sacar algunos naturales largos hasta con mando. Desengañado el novillo, la faena se convirtió pronto en una lucha. Pasó apuros Lumbrerita y sufrió un par de volteretas. Tan sincera voluntad, se la premiaron. Más complicado lo tuvo en el quinto. Defensivo el novillo, al que tampoco sobraban las fuerzas, lo puso a prueba. Una tremenda colada de entrada no mermó el ánimo del novillero. Y otra lucha, más dramática si cabe que la anterior. El coraje por encima de todo. Una voluntad admirable. La media estocada que recetó, de efectos fulminantes, le abrieron la puerta grande.

Collado / García, Lumbrerita, Justo

Novillos de Hermanos Collado. El cuarto, sobrero. Lustrosos y bajos de casta. Vicente García: silencio tras dos avisos y silencio. Lumbrerita: oreja y oreja. Emilio de Justo: silencio y oreja. Plaza de Valencia, 10 de octubre. Segunda y última de la Feria de la Comunidad. Menos de media entrada.

Mal picado el tercero, tampoco se dejó, y huido del caballo, fue un ejemplo manso. Protestó en la muleta y sólo el oficio de Emilio de Justo le evitó caer en mayor evidencia. Faena muy de cerca, también a la ligera, que no puntuó. El sexto se paró muy pronto. Emilio de Justo, con pocas opciones, porfió en el tercio. Un bajonazo, rápida muerte, le facilitaron una oreja generosa.

No fue suficiente la voluntad de Vicente García en el primero para que la faena tomara vuelo. Justo de fuerzas el novillo, también noble, duró en la muleta mientras su matador no le obligó. La faena acabó pasada de rosca y con el animal rajado. El sobrero se malogró de salida. Derrumbado en el segundo muletazo, y sin poder con su alma, el último tercio se convirtió en un despropósito.

Cuando arrastraron al sexto de la tarde hacía dos horas y 50 minutos que había comenzado la novillada.

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