Reportaje:

El fuel más caro del mundo

EL PAÍS, testigo en alta mar del espectacular rescate del crudo del 'Prestige'

En el mundo de los titiriteros, una mezcla entre hábiles circenses y artistas de teatro, hay un más difícil todavía: maniobrar enormes marionetas con hilos, que se controlan desde arriba, entre dos personas, a cuatro manos. A vista de helicóptero, es éso lo que parecen los dos colosos, el Polar Prince (92 metros de eslora) y el Odin (250), que llevan más de cuatro meses sacando todo el fuel que pueden del Prestige.

Dos monstruos en medio de la nada del Atlántico, a 200 kilómetros de la costa, y completamente inmoviles. De ellos cuelgan enormes cuerdas, cables...

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En el mundo de los titiriteros, una mezcla entre hábiles circenses y artistas de teatro, hay un más difícil todavía: maniobrar enormes marionetas con hilos, que se controlan desde arriba, entre dos personas, a cuatro manos. A vista de helicóptero, es éso lo que parecen los dos colosos, el Polar Prince (92 metros de eslora) y el Odin (250), que llevan más de cuatro meses sacando todo el fuel que pueden del Prestige.

Dos monstruos en medio de la nada del Atlántico, a 200 kilómetros de la costa, y completamente inmoviles. De ellos cuelgan enormes cuerdas, cables, cadenas y tubos, y debajo, a casi cuatro kilómetros, sus marionetas: 4 robots del tamaño de un coche pequeño y 5 lanzaderas, cada una de ellas como un edificio de ocho pisos, que se llenan de fuel y suben con flotadores.

"Ni vendiendo a 100 dólares la botellita de chapapote esto sería rentable", ironiza un marinero escocés

En condiciones normales, es casi imposible ver un barco quieto en alta mar. Pero estos dos son especiales. El Atlántico está tranquilo esta tarde, aunque siempre hay olas. Mueven el Polar Prince arriba y abajo lo suficiente como para marear a los profanos y balancear el helicóptero, pero no hacen variar la posición del buque. Enfrente, a menos de 100 metros, las olas que chocan contra el Odín no lo mueven ni un metro. Ni lo balancean.

Estos dos barcos disponen de un sistema complejo y caro que se llama posicionamiento dinámico. No tienen una sola hélice, sino muchas, colocadas en cada extremo del casco, para equilibrar. Cada vez que las corrientes lo desplazan un metro hacia cualquier parte, de forma automática, se activan para volver a su posición. De tal manera que durante cuatro meses, salvo los 10 días que el más pequeño -del tamaño de un campo de fútbol- volvió a puerto por mal tiempo, siempre están exactamente encima de la proa del Prestige, para bajar sus marionetas directamente al escenario, el pecio hundido. Y en las pantallas del Polar Prince, con colores verdes, rojos y grises, se comprueba con exactitud cómo se superponen los tres buques.

La operación, definida como solución definitiva, ha sido, hasta el momento, un éxito rotundo. Nunca se había hecho nada igual. Los ingenieros españoles y extranjeros que han trabajado en el proyecto están a la vez orgullosos y sorprendidos.

Pero la complejidad tiene un precio. Unos 100 millones de euros pagados por el erario público, según los cálculos de Repsol. Un socarrón marinero escocés, acostumbrado a trabajar en el mar del Norte, sacando muchísimo más petróleo al día, de mucha mejor calidad y sobre todo de foma más económica, ironiza sobre su trabajo en el Polar Prince: "Llevo 42 años en el mar, casi siempre con el petróleo, y nunca he visto nada más caro. Ni vendiendo a 100 dólares cada botellita pequeña de chapapote esto sería rentable. ¡Ese maldito barco! Es increíble lo fácil que se hundió y lo que cuesta sacarlo".

La ironía del marinero está basada en la intuición, pero hay números que le avalan. El éxito científico y técnico de la operación coincide con una completa ruina económica. Como máximo, si es que se puede recuperar en la refinería de A Coruña, el fuel puede costar un millón de euros. Esto es, 100 veces menos de lo que cuesta sacarlo.

Eso no es asunto de los ingenieros que trabajan encima del Prestige. Su objetivo es completar la tarea y demostrar al mundo que se pueden hacer trabajos de precisión a 4.000 metros. "Mucha gente no daba un duro por el éxito. La ingeniería española ha dado un gran salto", explica Alberto del Corral, el hombre que Repsol ha puesto al mando de la operación.

El Odin, al fondo, y el Polar Prince, situados exactamente encima del Prestige hundido.BERNARDO PÉREZ

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