Crítica:FERIA DE ABRIL

Frialdad

Primero fue el viento, que molestó a los toreros; después, el frío, que calaba hasta los huesos. Pero lo peor fue la frialdad, que desemboca en aburrimiento y desesperación.

Los novillos, cómodos, bonitos, nobles y justos de fuerzas. Una monería con la que sueñan los toreros.

Pues, ni una vuelta al ruedo, mire usted. Los taurinos han conseguido un animal que más se parece a un carretón de entrenamiento que a un toro bravo. Y con ese material sólo sobresalen la hondura, la personalidad y el arte, en una palabra.

¿Es que los novilleros de ayer están ayunos de esencias? Pues,...

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Primero fue el viento, que molestó a los toreros; después, el frío, que calaba hasta los huesos. Pero lo peor fue la frialdad, que desemboca en aburrimiento y desesperación.

Los novillos, cómodos, bonitos, nobles y justos de fuerzas. Una monería con la que sueñan los toreros.

Pues, ni una vuelta al ruedo, mire usted. Los taurinos han conseguido un animal que más se parece a un carretón de entrenamiento que a un toro bravo. Y con ese material sólo sobresalen la hondura, la personalidad y el arte, en una palabra.

¿Es que los novilleros de ayer están ayunos de esencias? Pues, quizá. ¿Grave? Gravísimo.

Son doctores en dar pases y los ejecutan en sus variantes más diversas. Pero no saben torear. Manejan con soltura capote y muleta, pero no dicen nada.

Torrealta / Jesuli, Escribano, Bolívar

Novillos de Torrealta (el 4º, devuelto por inválido), justos de presentación, nobles y blandos; el sobrero, de El Serrano, manso. Jesuli de Torrecera: silencio en los dos. Manuel Escribano: ovación; aviso y silencio. Luis Bolívar: ovación y silencio. Plaza de la Maestranza, 16 de abril. 2º festejo de feria. Casi tres cuartos de entrada.

Jesuli, que toma una alternativa de lujo el miércoles de feria, naufragó sin excusa ante su noblote primero y estuvo a merced del manso cuarto. Sin mando y sin temple, sólo escuchó aplausos en los pases de pecho, que se hace, aunque no lo crea el torero, para matar el aburrimiento. Mal, sin paliativos.

Escribano cumple su tercera temporada en el escalafón y se le encienden las luces rojas. Acelerado y mecánico, puso banderillas con mucha más pena que gloria, y no consiguió un solo momento de lucimiento con capote y muleta. Para rematar, mató mal.

Y Bolívar tiene hechuras y aires de torero, pero tampoco rompió. Valiente y decidido en todo momento, pero irregular y destemplado siempre. Bajó las manos en unas verónicas a su primero, se peleó contra el viento y no se acopló en ningún momento. Ante el soso sexto lo intentó, pero su trasteo, con la tarde ya vencida, resultó tan triste como toda la novillada, que fue tan bonita y tan noble que se convirtió en un pestiño en manos de tres chavales cargados de tantos sueños como de incierto futuro.

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