Necrológica:

Alberto Otaño, el redactor jefe

Se nos fue el redactor jefe. Porque Alberto Otaño Zubiri Barrandiarán y Larraz (San Sebastián, 1943) no era redactor jefe de un periódico. Era y siempre fue "el redactor jefe" de un montón de periodistas que le tuvimos por maestro y por amigo. Ayer, después de año y medio luchando con una enfermedad, se marchó.

Fue número 1 de su promoción en la Escuela de Periodismo, oficio -como él decía y nos enseñó a decir a muchos- que desempeñó con una honestidad pegajosa y una calidad a la hora de coger la pluma que muchos consagrados literatos aún le envidian.

Pero al redactor jefe lo que...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Se nos fue el redactor jefe. Porque Alberto Otaño Zubiri Barrandiarán y Larraz (San Sebastián, 1943) no era redactor jefe de un periódico. Era y siempre fue "el redactor jefe" de un montón de periodistas que le tuvimos por maestro y por amigo. Ayer, después de año y medio luchando con una enfermedad, se marchó.

Fue número 1 de su promoción en la Escuela de Periodismo, oficio -como él decía y nos enseñó a decir a muchos- que desempeñó con una honestidad pegajosa y una calidad a la hora de coger la pluma que muchos consagrados literatos aún le envidian.

Pero al redactor jefe lo que más le gustaba era estar en el taller, organizando con los "obreros", sus mejores amigos, el cierre diario. En la mesa y en el taller, con su sempiterna camisa de manga corta, lloviese o nevase, con su corbata chillona y su cigarrillo Habanos entre los labios, hacía eficacia y creaba escuela. "Estamos cerrandoo, por favor...".

Día a día y noche a noche, que también se crea escuela después del cierre, con el periódico del día siguiente bajo el brazo, en la barra del bar tomando esa espuela con "mil pesetas locas". Además hablaba de tú a los jefes y no sabía inglés.

También se crea escuela, y él lo hizo, enfrentándose a la policía semifranquista que pretendía secuestrar Diario 16 al principio de la transición. Las pistolas y los coches no le arredraron cuando se enfrentó al jefe de la policía que le pedía paso y le exigió un "papelito" del juez. "Si no hay papelito, usted no pasa"..., y no pasó.

Hoy, a partir de las 11.30, en el tanatorio de la M-30 de Madrid, nos dará seguramente la última lección: haber muerto con dignidad.

Archivado En