Crítica:'MANOLITO GAFOTAS' | ANTENA 3

¡Qué grande es la Ozores!

Manolito Gafotas (Antena 3), que supone el regreso al horario de máxima audiencia de Antonio Mercero, se estrenó con un capítulo navideño que empezó con un belén irreverente y acabó en milagro. Ambos extremos marcan el tono general, aunque predomina la ternura, subrayada con una banda sonora que, más que acompañar, empuja. De entrada, Manolito produce cierto repelús por su tono de voz y cierta propensión a ser redicho. Luego acabas aceptándolo y celebrando su discurso, entre inocente y demoledor, que contrasta con la falsa seguridad de los adultos.

El mundo que retrata la serie e...

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Manolito Gafotas (Antena 3), que supone el regreso al horario de máxima audiencia de Antonio Mercero, se estrenó con un capítulo navideño que empezó con un belén irreverente y acabó en milagro. Ambos extremos marcan el tono general, aunque predomina la ternura, subrayada con una banda sonora que, más que acompañar, empuja. De entrada, Manolito produce cierto repelús por su tono de voz y cierta propensión a ser redicho. Luego acabas aceptándolo y celebrando su discurso, entre inocente y demoledor, que contrasta con la falsa seguridad de los adultos.

El mundo que retrata la serie es el de una familia y su entorno, vecinos del barrio de Carabanchel Alto que comparten grandezas sentimentales a lo Frank Capra pero en versión más cheli y menos puritana. Abuelos que se achispan en el bar y recitan a José Agustín Goytisolo, padres esclavos del trabajo, rivalidad entre hermanos y unos secundarios verosímiles que tienden a sumergirse en una narración más que digna pero excesivamente entrañable. Supongo que la eventualidad navideña ha cargado las tintas en este aspecto y que las próximas entregas se librarán de este ternurismo indiscriminado para dar más cancha a la coloquialidad de unos personajes imperfectos y a situaciones más vivas y contradictorias. El problema es que, en estos momentos, existen otros referentes de spanish-costumbrismo familiar (Los Serrano, Aquí no hay quien viva) y el nivel está muy alto.

Así como la estructura de Farmacia de guardia facilitaba más dinamismo y desfile de personajes, aquí se opta por una estrategia de lluvia fina, que a primera vista no moja pero que a la larga (expresión prohibida en televisión) empapa. A los pocos minutos, uno hace balance y suma un belén con figuras nacidas de la imaginería del cómic y no de la bíblica, relaciones entre niños que van al psicólogo o se preguntan si no tendrían más regalos si sus padres se separasen y otros guiños sociológicos. Conflictos contemporáneos macerados en humor y destellos que reavivan nuestra educación sentimental, como la voz del camarero Ezequiel, perteneciente a esa especie que o bien ha madrugado demasiado o bien ha trasnochado mucho. Los actores están muy bien, pero destaca Adriana Ozores. Cuando aparece, la serie adquiere una dimensión neorrealista-berlanguiana, el punto justo de energía, convicción y compromiso con el personaje de una madre idéntica a muchas otras y, sin embargo, diferente. En resumen: Manolito Gafotas ablanda sus posibilidades con unas dosis de ternura que no siempre se justifican. O, por decirlo con el latiguillo con el que se condenan tantos y tantos libros: me gustó más la película.

Manolito Gafotas obtuvo la noche del estreno una media de 4.887.000 espectadores (29% de cuota de pantalla)

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