Crítica:LAS VENTAS | LA LIDIA

El toreo caro de Ismael López

Aunque los novillos titulares ayudaron muy poco ayer, domingo, en Las Ventas, pues fueron ejemplo de mansedumbre superlativa, pudimos ver el buen toreo de Ismael López, que llegó a realizar en su primero eso que conocemos como hacer caro y artístico, que está sólo al alcance de unos pocos privilegiados.

Toreó bien con el capote de salida a su primero Ismael López, por verónicas suaves y elegantes, todas endilgadas por el pitón derecho, para muleta en mano dejar que contempláramos cómo es el toreo de siempre, dicho con torería y donosura ante un novillo que había que saber embarcar y cor...

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Aunque los novillos titulares ayudaron muy poco ayer, domingo, en Las Ventas, pues fueron ejemplo de mansedumbre superlativa, pudimos ver el buen toreo de Ismael López, que llegó a realizar en su primero eso que conocemos como hacer caro y artístico, que está sólo al alcance de unos pocos privilegiados.

Toreó bien con el capote de salida a su primero Ismael López, por verónicas suaves y elegantes, todas endilgadas por el pitón derecho, para muleta en mano dejar que contempláramos cómo es el toreo de siempre, dicho con torería y donosura ante un novillo que había que saber embarcar y correr la mano. Tandas cortas, sabrosas e interpretadas con gusto y natural hacer clásico. En especial una última serie en redondo, la planta desmayada, los pases rematados a placer a golpe de muñeca cadenciosa. No pudo por desgracia en el sexto redondear la tarde, pues hubo de lidiar un novillo que se lesionó tras recibirlo muy templado y sentido en el centro del ruedo con dos muletazos cambiados de especial color y templanza. Procuró la típica labor de enfermero en el arte de la tauromaquia, pero fue imposible. El colorao e inválido supremo terminó por rendirse sobre el albero y hubo de ser apuntillado allí mismo para vergüenza de todos.

Flores / Palazón, Murillo y López

Cuatro novillos de Ramón Flores, mal presentados, mansos y deslucidos; quinto y sexto, de Alejando Vázquez, reservón e inválido, respectivamente. Francisco José Palazón: silencio y silencio. Miguelín Murillo: aviso y silencio; silencio. Ismael López: oreja y silencio. Plaza de Las Ventas, 28 de septiembre. Un tercio de entrada.

Miguelín Murillo fue todo querer, mejores deseos y mucho bullir con el capote, las banderillas y la muleta. Hasta cuatro largas cambiadas, hincado de rodillas y muy cercano a las tablas, le recetó al novillo manso y blando que fue su primero; pero no terminó por entenderse con su antagonista. Algo muy parecido le sucedería en el quinto, reservón e incierto, ante el que estuvo valiente, desigual y embarullado. Francisco José Palazón sorteó un lote demasiado deslucido, apto para lidiarlo con profesionalidad y conocimiento de causa. En su primero le salió algún derechazo limpio y en su segundo estuvo triste y muy voluntarioso.

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