Crítica:SANTANDER | CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Al fin, todos contentos

Encierro digno y plantel de artistas de precio razonable pusieron colofón a la temporada santanderina. La apuesta organizativa de tan benéfico festejo satisfizo a todos los presentes. Al fin, todos contentos. El sol acompañó. La temperatura se pasó. No estamos acostumbrado por esta zona a que el mercurio alcance cotas tan altas. El presidente autonómico, señor Revilla, reunido a las afueras de la plaza con los aficionados, sentenció: "Parece que en vez de acudir a la plaza de toros de Cuatro Caminos, estuviéramos en la feria de Córdoba", por poner un ejemplo.

Uceda Leal inició sus faena...

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Encierro digno y plantel de artistas de precio razonable pusieron colofón a la temporada santanderina. La apuesta organizativa de tan benéfico festejo satisfizo a todos los presentes. Al fin, todos contentos. El sol acompañó. La temperatura se pasó. No estamos acostumbrado por esta zona a que el mercurio alcance cotas tan altas. El presidente autonómico, señor Revilla, reunido a las afueras de la plaza con los aficionados, sentenció: "Parece que en vez de acudir a la plaza de toros de Cuatro Caminos, estuviéramos en la feria de Córdoba", por poner un ejemplo.

Uceda Leal inició sus faenas contra natura. Lo contrario de lo que precisaban sus toros hizo. A ratos lució calidad. La tiene. Entregado, pero sin chispa.

Sebastián Castiella sorprendió con lucidos y variados saludos capoteros. Faenas llenas de pases intrascendentes pero efectistas. El efectismo abre puertas. Algunos las denominan grandes. Pendiente del aplauso fácil desaprovechó la ocasión para interpretar el toreo.

Serafín Marín es poseedor del valor sereno. El que deja pensar en la cara de los toros. Lástima que lo emplee en aquerenciarse a la pala de los pitones. Sobrio, sí; despegado, también.

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