Crítica:FERIA DE SAN ISIDRO | LA LIDIA

Madrid ya no es lo que era

La afición de Madrid está desconocida. O, mejor, desaparecida. Madrid ya no es lo que era: la depositaria de una afición sabia y exigente, una plaza en la que un triunfo era un pasaporte para la gloria, en la que a los toros se les exigía trapío, y vergüenza y conocimiento a todos los protagonistas del espectáculo.

Madrid, ayer, fue una verbena, una plaza de pueblo, una portátil, una auténtica vergüenza para esta fiesta que algún día estuvo en manos de gente seria bajo la vigilancia de una afición auténtica, y que hoy está dejada de la mano de Dios y mantenida por un público complacient...

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La afición de Madrid está desconocida. O, mejor, desaparecida. Madrid ya no es lo que era: la depositaria de una afición sabia y exigente, una plaza en la que un triunfo era un pasaporte para la gloria, en la que a los toros se les exigía trapío, y vergüenza y conocimiento a todos los protagonistas del espectáculo.

Madrid, ayer, fue una verbena, una plaza de pueblo, una portátil, una auténtica vergüenza para esta fiesta que algún día estuvo en manos de gente seria bajo la vigilancia de una afición auténtica, y que hoy está dejada de la mano de Dios y mantenida por un público complaciente y festivo que lo aplaude y lo aguanta todo.

No es posible hacerlo peor. No es posible mayor burla ni más grande ofensa a una tradición a la que están desangrando a borbotones entre la desidia general.

Camacho / Uceda, Cortés, Marín

Cinco toros de María del Carmen Camacho (uno rechazado en el reconocimiento), impresentables, inválidos y descastados; el 6º, devuelto y sustituido por uno de Navalrosal, manso y brusco. El primero, de Antonio López, inválido y soso. Uceda Leal: estocada caída (ovación); estocada (oreja). Antón Cortes: cuatro pinchazos y estocada atravesada (silencio); dos pinchazos -aviso-, pinchazo y estocada (silencio). Serafín Marín: casi entera trasera (ovación); pinchazo -aviso-; tres pinchazos y estocada baja (ovación). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo, 9ª corrida de feria. Más de tres cuartos de entrada.

La ganadería de María del Carmen Camacho no puede lidiar en Madrid porque sus toros son sardinas. Los de ayer, impropios de una plaza de primera categoría. Y si los toros los contrata la empresa, deben ser rechazados por la autoridad. Pues, contratados y aprobados. Inexplicable. Los toros, además, salieron absolutamente inválidos y descastados, inservibles para la lidia. Y el presidente sólo devolvió el sexto. Increíble. La lidia del quinto, moribundo desde que salió por la puerta de chiqueros, fue un desprecio a la inteligencia.

Pero todo no acabó ahí. El público de Madrid, cansado quizá de tanto despropósito, concedió a Uceda Leal una oreja barata, injusta e impropia de esta plaza. Es torero serio y responsable y se esforzó durante toda la tarde, pero su toreo no mereció un trofeo. Ocurrió en el cuarto, el único que se mantuvo en pie y tuvo algunas embestidas por el lado derecho. El torero, encimista y valeroso, consiguió algunos redondos estimables y un largo pase de pecho. Pero su labor no tuvo carácter de faena ordenada y de peso. La estocada fue buena y de efecto rápido, lo que tampoco justificó la oreja. Pues Uceda la paseó sonriente, como es lógico, mientas la fiesta se hundía un poco más. En su primero se colocó muy cerca de los pitones y consiguió un derechazo y una trincherilla. El toro no dio para más.

El lote de Antón Cortés fue una ruina de fuerzas. Pasó inédito por Las Ventas. Y Marín volvió a demostrar un valor impecable, especialmente en el sobrero, muy bronco y deslucido. El torero ganó la partida porque impuso su técnica y pisó terrenos comprometidos. Emocionó al respetable, pero todo lo echó a perder con un pésimo manejo de la espada.

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