Crítica:TEATRO

El burlador burlado.

Diderot, uno de los creadores de la Enciclopedia que precedió a la Revolución Francesa que iluminó la idea de democracia -ahora en decadencia-, era un libertino. "Libertino" tenía un sentido amplio, filosófico: era una de las derivaciones de la palabra libertad, como libertario. Los filósofos libertinos buscaban una libertad total; y, naturalmente, la del sexo. El clero, los conservadores, los contrarrevolucionarios, convirtieron esa palabra en peyorativa, como hicieron con "libertinaje" para desprestigiar la libertad.

El autor francés Schmitt es del grupo conservador. Teólogo, metafísi...

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Diderot, uno de los creadores de la Enciclopedia que precedió a la Revolución Francesa que iluminó la idea de democracia -ahora en decadencia-, era un libertino. "Libertino" tenía un sentido amplio, filosófico: era una de las derivaciones de la palabra libertad, como libertario. Los filósofos libertinos buscaban una libertad total; y, naturalmente, la del sexo. El clero, los conservadores, los contrarrevolucionarios, convirtieron esa palabra en peyorativa, como hicieron con "libertinaje" para desprestigiar la libertad.

El autor francés Schmitt es del grupo conservador. Teólogo, metafísico, realiza sus ensayos en forma teatral, para la cual tiene habilidad y capacidad de diálogo. Es divertido. Suele hacer su teatro apoyado sobre un personaje: Freud, Dios, Hitler... Su Diderot aparece en escena en el momento de escribir el artículo Moral para la Enciclopedia, mientras se dedica al sexo del libertino. Más bien de objeto de mujeres sin saberlo. Interrumpido antes de llegar al clímax por el mensajero que reclama el artículo sobre la moral, redacta entre mujer y mujer. Así, el libertino está libertinado, y el moralista inmoralizado. Es un personaje cómico.

El libertino

De Eric-Emmanuel Schmitt. Traducción y adaptación de Fernando Gómez Grande y Joaquín Hinojosa. Intérpretes: Yolanda Ulloa, Andrés Lima, Ramón Blanco, etcétera. Dirección: Joaquín Hinojosa. Teatro de La Abadía. Madrid.

Final feliz

Schmitt es autor de teatro en el sentido antiguo de la palabra: la figura con tendencia a ser "figurón", como se decía; las sorpresas se suceden y asombran al espectador al tiempo que desmienten la acción anterior. Y llega el final feliz: Diderot, redimido de su egoísmo, forma pareja, y mientras cae el telón -el oscuro final-, tendrá por fin su coyunda feliz y con perspectivas lejanas, aunque nos tengamos que olvidar de sus lazos conyugales. Las frases de autor son excelentes, y las frases de Diderot, tomadas de sus textos, son serias, graves y a veces convertidas en irónicas por la fuerza del contexto. El Diderot burlado termina siendo un burgués tranquilo. Hay un toque feminista en toda la composición que también se debe al sentido comercial del autor: son las mujeres las que tienden toda clase de trampas al erotómano, y quienes describen con seriedad y formalidad sus sentimientos, su sexualidad y su diferencia fundamental con el libertinaje, tomado en su mala acepción. Se oían muchas risas femeninas, y se veían sonrisas de compromiso en los hombres actuales y acompañados.

Risas y muchos aplausos, claro, el domingo, a teatro lleno. Llegaba claro y limpio el texto de la adaptación, tenía ritmo la dirección de escena, que también buscaba la comprensión del texto, y gustaban los actores, principalmente la pareja en forma de figura y contrafigura: el Diderot de Andrés Lima y la pareja dialéctica, Yolanda Ulloa. Es una obra muy entretenida, muy distraída, más cómica que filosófica, más teatral que veraz, pero de las que dejan al espectador la buena sensación de haber entendido algo difícil.

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