Se acabó el carbón
Se acabó la feria de Salamanca y la última corrida lo hizo en un tiempo que debe ser récord: hora y media.
El final fue lluvioso pero aun así sonaron aplausos fáciles, y no soy capaz de imaginar cuánto, cuando los jinetes daban volteretas en la cara del toro o andaban de costado ante éste.
Los de Galache, chicos, facilitaron las cosas a los jinetes, si bien el primero, una verdadera miniatura, fue ciertamente el mejor.
La plaza se llenó en el día de San Mateo, y jaleó los alardes de los rejoneadores, pródigos en sonrisas al sol, brindis y, ¡qué duda cabe!, extraordinarios ...
Se acabó la feria de Salamanca y la última corrida lo hizo en un tiempo que debe ser récord: hora y media.
El final fue lluvioso pero aun así sonaron aplausos fáciles, y no soy capaz de imaginar cuánto, cuando los jinetes daban volteretas en la cara del toro o andaban de costado ante éste.
Los de Galache, chicos, facilitaron las cosas a los jinetes, si bien el primero, una verdadera miniatura, fue ciertamente el mejor.
La plaza se llenó en el día de San Mateo, y jaleó los alardes de los rejoneadores, pródigos en sonrisas al sol, brindis y, ¡qué duda cabe!, extraordinarios jinetes. Clavar al estribo, ya es otro cantar. Generalmente, a la grupa.
Pero así y todo el espectáculo es llamativo y si, como ayer, a pesar de los desaciertos que todos tuvieron con los rejones de muerte, se aligera la cosa, mejor que mejor.
Joao Moura (saludos y silencio) lo hizo todo templado y sobrio pero matando estuvo fatal. A pesar de todo, su labor llama la atención por lo medida y carente de alardes populistas.
Su corte de caballero en plaza sigue teniendo el olorcillo clásico de todo cuanto se sujeta a los cánones.
Hermoso de Mendoza, que cuenta con ladevoción popular, abusó de los giros ante la cara del toro en banderillas y estuvo desacertado con los rejones finales (por si fuera poco, dejó parapléjico al quinto), de manera que todo quedó reducido a silencio.
Andy Cartagena es un movimiento constante. No para quieto un momento y eso enardece al personal. El joven rejoneador tiende claramente al espectáculo y no regatea cabriolas, quiebros y galopadas al público. Quizá por eso, fue él quien cortó la única oreja de la tarde.