Crónica:FERIA DE SAN ISIDRO | LA LIDIA

¡Gol!

Javier Castaño se disponía a entrar a matar por tercera vez después de dos pinchazos; una voz desde el tendido le apremia: ¡Mátalo rápido, Javi!, y en ese momento... Todo el equipo blanco en campo alemán; Roberto Carlos saca de banda un tiro largo, la pelota llega a los pies de Rául, regatea a un contrario, a otro, y lanza un pelotazo que, ay, ay, se cuela, se cuela,... Gol, gol, gol... Y la plaza de las Ventas saltó casi al unísono para celebrar el tanto del Madrid.

No se sabe si la alegría futbolística descolocó a Castaño, que volvió a pinchar antes de cobrar una estocada.

Psss...

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Javier Castaño se disponía a entrar a matar por tercera vez después de dos pinchazos; una voz desde el tendido le apremia: ¡Mátalo rápido, Javi!, y en ese momento... Todo el equipo blanco en campo alemán; Roberto Carlos saca de banda un tiro largo, la pelota llega a los pies de Rául, regatea a un contrario, a otro, y lanza un pelotazo que, ay, ay, se cuela, se cuela,... Gol, gol, gol... Y la plaza de las Ventas saltó casi al unísono para celebrar el tanto del Madrid.

No se sabe si la alegría futbolística descolocó a Castaño, que volvió a pinchar antes de cobrar una estocada.

Psss, no se queje usted tanto de los toros, hombre de Dios. Pero, oiga, si es que son unos inválidos. Ya, ya, pero es que hoy juega el Madrid. Pues, váyase.

Ibán / Caballero, Rivera, Castaño

Toros de Baltasar Ibán, bien presentados, a excepción del 4º, muy justo; inválidos, mansos, sosos y nobles. Manuel Caballero: estocada -aviso-, un descabello y el toro se echa (ovación); media y un descabello (silencio). Rivera Ordóñez: pinchazo, media tendida y un descabello (silencio); estocada baja (silencio). Javier Castaño: media caída y ladeada y un descabello (silencio); tres pinchazos y estocada (ovación). Asistieron los duques de Lugo. Plaza de Las Ventas, 15 de mayo. 4ª de feria. Lleno.

Y se marchó. Hasta la propia Infanta Elena se ausentó del palco entre el quinto y sexto toro, y la gente creyó que se había ido al fútbol.

La corrida tuvo algo bueno: la brevedad. A las nueve, todo el mundo en la calle. Pero fue mala porque no hubo toros. Bueno, hubo toros modernos: inválidos y mansos. Y no hubo toreo, pero sí toreo moderno, en el que se prodigaron Caballero, Rivera y Castaño. No hubo tercio de varas porque aquellos animalitos no resistían ni un picotazo, ni hubo toreo a la verónica. En conclusión, lo mejor fue el gol de Raúl, no visto, pero imaginado, que es mucho más emocionante.

Lo que se ofreció en el ruedo careció del más mínimo interés. Pero pocos protestaban, quizá porque el fútbol estaba en la mente de la mayoría. Ningún toro fue devuelto a los corrales, pero la corrida entera podía haber seguido el camino de los cabestros. Si así hubiera sido, nadie se hubiera perdido el comienzo del partido. Quien no se consuela es porque no quiere.

De todos modos, justo es reconocer la extraordinaria disposición de un valiente Javier Castaño, que demostró la necesaria ambición para triunfar. No lo consiguió porque mató mal a sus dos toros, y porque basa su tauromaquia en un valor seco, a veces temerario, pero dirige la embestida hacia fuera y afea la reunión. Asienta bien las zapatillas, se deja llegar muy cerca los pitones, liga con soltura, pero algo le falta que impide la emoción de buen toreo. Asustó a la gente en su primero, que sólo aguantó dos tandas ceñidas por el lado derecho, y mejoró sensiblemente en el sexto, el único que se mantuvo en pie sin que pareciera un borracho. Comenzó por estatuarios, toreó después por derechazos largos y continuó con naturales de menor factura. Aún tuvo tiempo de dar dos circulares bien ligados con largos pases de pecho antes de pinchar y echar por tierra una faena seria.

Serio también estuvo Caballero, y es verdad que exprimió la sosa y noble embestida de su primer inválido, un animal sin codicia que iba y venía como quien no tiene otra cosa mejor que hacer. Toreo, pues, de salón, bonito, pero anodino. En el otro, que era un muerto en vida, se dedicó a dar trapazos modernos hasta que el toro lo desarmó dos veces.

Rivera, serio también, se las vio con dos beodos. Voluntad, justificación y muchos pases para salir del paso. Un esbozo de verónicas a pies puntos en su primero, y unos capotazos rodilla en tierra al segundo fue lo único destacable de su actuación.

Algo bueno, la brevedad. Todo el mundo corre que se las pela. Al final, felicidad, ganó el Real Madrid.

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