Crítica:CLÁSICA

El testamento de Falla

Prosiguió la Orquesta Nacional y su Coro -que celebra ahora los 30 años de existencia- la temporada primera del siglo XXI. Este curso 2001-2002 se cumplen cuatro décadas de los estrenos en Barcelona y Milán de Atlántida, el transido testamento de Manuel de Falla, completado por su discípulo, Ernesto Halffter. Ha querido Rafael Frühbeck, director de la OCNE, evocar un acontecimiento que supone un capítulo muy especial de nuestra música, como es el alto mensaje espiritual de Jacinto Verdaguer, protagonista y consolidador de la lengua catalana, al decir de Germán Bleiberg. Como Mosé Cinto,...

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Prosiguió la Orquesta Nacional y su Coro -que celebra ahora los 30 años de existencia- la temporada primera del siglo XXI. Este curso 2001-2002 se cumplen cuatro décadas de los estrenos en Barcelona y Milán de Atlántida, el transido testamento de Manuel de Falla, completado por su discípulo, Ernesto Halffter. Ha querido Rafael Frühbeck, director de la OCNE, evocar un acontecimiento que supone un capítulo muy especial de nuestra música, como es el alto mensaje espiritual de Jacinto Verdaguer, protagonista y consolidador de la lengua catalana, al decir de Germán Bleiberg. Como Mosé Cinto, también el gaditano Falla amó intensamente a Cataluña en las fibras más sensibles de su lirismo hecho mística y epopeya en la grandeza de su historia y en el gigantismo de artistas como Verdaguer o Gaudí, y musicalizado después, con detallismo minucioso de orfebre, por Falla.

Orquesta y Coro Nacionales

Director: R. Frühbeck de Burgos. Director del coro: R. Steubing-Negenborn. Solistas: M. Orán (soprano), E. Garralón (soprano), A. Nafé (mezzo), M. Cid (tenor), M. Bernal (tenor) y G. Martínez-Alés (niño). Obras de Falla-Halffter y Respighi. Auditorio Nacional. Madrid, 11 de enero.

A partir de 1928, Falla dedica su atención fundamental a Atlántida, prepara el texto verdagueriano al que añade otros en castellano y latín, en su intención de unir la aventura colombina del Descubrimiento con la fundación en el nuevo continente de la Iglesia. Todo ello lo llevaba a cabo de manera concienzuda y desde una exigencia más sufrida por los aconteceres españoles y universales, con la suma de muertos, destrucción, injusticias, odios y rencores. En medio de la catástrofe, Falla se alza cual erguido surtido de bondad y de belleza. 'Falla -escribiría Bergamín- no parecía un santo, era un santo'.

Pentagramas

Cuando termina la contienda nacional, don Manuel decide expatriarse (término que él mismo empleaba) para instalarse en Argentina, donde acabaría su existencia en noviembre de 1946, una noche en la que se durmió en la muerte. El testamento musical quedó incompleto y nadie dudó quién podía darle fin. No era otro que Ernesto Halffter, aquel muchacho del que recibió, a través de Salazar, sus tempranos pentagramas. La historia, prolongada más por la impaciencia de todos que por ninguna otra causa, condujo a la fecha de oro del 24 de noviembre de 1961, en la que descubrimos en el Liceo de Barcelona, bajo la identificada maestría de Eduardo Toldrá, una partitura excepcionalmente hermosa. El mundo musical era distinto, pero, en definitiva, no hay fechas ni plazos para el gran arte, y el del último Falla -desde el Concerto y los Homenajes (a Fernández Arbós, Debussy, Dukas y Pedrell) hasta la póstuma Atlántida- fue egregio como pocos, alto y sin vanidad, esforzado, sufrido y luminoso.

El 'milagro' -como anotara Massimo Mila- del Sueño de Isabel en la Alhambra, el comienzo con lo que Ernest Ansermet siempre calificaba de encadenamiento de acordes más bello de la música del siglo XX, o la transida Noche suorema, no pueden escucharse sin emoción de la mejor estirpe. Rafael Frühbeck, las formaciones nacionales y los valiosos María Orán, Alicia Nafé y Manuel Cid, que resolvió con inteligencia una parte como la del Corifeo pensada por Falla para un 'baritono di forza', expusieron la obra con ejemplar nobleza y palpitación afectiva. Tras Atlántida, en una 'suite de concierto' bien seleccionada, los pinos y las fuentes romanas de Respighi nos hablaban de otras cosas en las que la pintura y el encanto paisajista no dejan de impedir el asomo de un arte casi opuesto al del español, pues la vanidad y la grandilocuencia juegan su papel.

El público aplaudió unánimemente las obras y los intérpretes de un programa que evidentemente se alejaba de lo normal, del que fue principal protagonista el director Frühbeck, quien, todavía joven, debió hacerse cargo del estreno de Atlántida en Granada por la muerte de Toldrá. Después ha llevado la obra por medio mundo.

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