Crítica:TEATRO | 'CIERRA BIEN LA PUERTA'

Espero que se vuelva a abrir

Se cierra bien la puerta, pero se vuelve a abrir; la comedia podía tener un final desolador, pero siempre hay un arrepentimiento del autor que no quiere hundir a sus personajes ni molestar a sus espectadores. Los personajes son dos, madre e hija: cincuenta y veinticinco. Con las diferencias generacionales, el tránsito de la vida, la transmisión, etcétera. Primer acto, la madre llega borracha, la hija la espera sin dormir: reproches. Segundo acto, la hija llega bebida a la casa, la madre la espera sin dormir: reproches. En el primero, la hija muestra su desesperación porque está encerrada en es...

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Se cierra bien la puerta, pero se vuelve a abrir; la comedia podía tener un final desolador, pero siempre hay un arrepentimiento del autor que no quiere hundir a sus personajes ni molestar a sus espectadores. Los personajes son dos, madre e hija: cincuenta y veinticinco. Con las diferencias generacionales, el tránsito de la vida, la transmisión, etcétera. Primer acto, la madre llega borracha, la hija la espera sin dormir: reproches. Segundo acto, la hija llega bebida a la casa, la madre la espera sin dormir: reproches. En el primero, la hija muestra su desesperación porque está encerrada en esa casa y aplastada por la gloria de la madre, que es una periodista de fama; en el segundo, la hija triunfa en su carrera -economista de banco-, la mandan a París, la madre se queda sola y sufre. Hay un novio de las dos, personaje de fuera de escena: la madre fue la primera mujer de su vida sexual, y él ha sido el primer hombre en la vida sexual de la hija. La chica se va a París: la madre se queda sola, manda a la criada cerrar bien la puerta como una losa del sepulcro. Aquí termina la comedia. Pero hay llamada a la puerta, se vuelve a abrir y es una flor del novio de las dos que se queda con la madre; vuelve a sonar, y es el novio mismo. Final feliz. Los espectadores angustiados se lo agradecemos mucho.

Cierra bien la puerta

De Ignacio Amestoy. Intérpretes: Beatriz Carvajal, Ainhoa Amestoy, Elisenda Ribas. Escenografía: Ana Garay. Iluminación: Rafael Echeverz. Dirección: Francisco Vidal. Centro Cultural de la Villa. Madrid.

Y se vuelve a abrir la puerta para que aparezcan los actores a recibir los aplausos; y el director, Francisco Vidal, que tanto les ha ayudado en su tensión dramática: porque es el mejor director de actores de España, según el elogio del autor, que llega al público desde el patio de butacas y sube al escenario por unas escaleras preparadas al efecto. Es el verdadero final: durante diez minutos se explica, da las gracias a todos, elogia a cada actriz: a Beatriz Carvajal, que es para la Shelley Winters española; a Ainhoa Amestoy, su hija (que se destaca de la fila y abraza a su padre), y a Elisenda Ribas, muy tercer papel que incluso podía haberse suprimido (pienso yo); elogia a quienes han ayudado en la Comunidad, el ministerio, el Ayuntamiento (cuyo alcalde estaba presente), a la decisión de favorecer autores españoles vivos, al público. Su felicidad era transmisible y el público volvió a aplaudir, como lo había hecho cuando creyó que el estreno había terminado. Todo muy teatral.

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