Crítica:TOMATITO Y MICHEL CAMILO | MÚSICA

Dos virtuosos

Otra vez un lleno a tope en el patio central del Conde Duque, con las localidades a unos precios respetables. Michel Camilo y Tomatito han logrado, ciertamente, con esta obra un éxito que quizás rebasó sus propias expectativas. Llevan dos o tres años tocándola constantemente, lo que se nota por el dominio con que la interpretan. Tomatito y Camilo la hacen tan de corrido que a veces estamos deseando un mayor temple, un pensárselo más, un, sobre todo, sentirlo más. Problema, éste, mucho más acusado en el pianista de Santo Domingo que en el guitarrista almeriense.

Michel Camilo, cuando ...

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Otra vez un lleno a tope en el patio central del Conde Duque, con las localidades a unos precios respetables. Michel Camilo y Tomatito han logrado, ciertamente, con esta obra un éxito que quizás rebasó sus propias expectativas. Llevan dos o tres años tocándola constantemente, lo que se nota por el dominio con que la interpretan. Tomatito y Camilo la hacen tan de corrido que a veces estamos deseando un mayor temple, un pensárselo más, un, sobre todo, sentirlo más. Problema, éste, mucho más acusado en el pianista de Santo Domingo que en el guitarrista almeriense.

Michel Camilo, cuando se vuelca sobre el teclado en torrentes de notas, con frecuencia fuertes y fortísimas, invade todos los terrenos y avasalla. La guitarra de Tomatito, más sabia pero más prudente, se queda ahí en un obligado y discreto segundo plano y deja pasar el vendaval. Con la serenidad vuelve su guitarra a adquirir protagonismo y regalarnos lo mejor de una música que, en cualquier caso, nos seduce. Sedujo al público del Conde Duque, que no comenzó a enfilar las salidas del recinto hasta oír dos o tres propinas. Un concierto lleno de color y luz, que combina bien el jazz latino y caribeño con el flamenco.

Yo no hablaría de fusión, que es un concepto que no acabo de comprender muy bien, pero sí de un feliz entendimiento entre dos formas de expresión musical que seguramente tienen más en común de lo que a primera vista puede parecernos. Camilo y Tomatito son dos virtuosos que a lo largo del concierto tienen ocasiones de hacer todo lo que se les ocurre, y hacerlo bien. Solos, réplicas y contrarréplicas en esos frecuentes diálogos de piano y guitarra, las bulerías en solitario del guitarrista y las que hacen los dos juntos; en fin, muchas ocasiones para disfrutar de un concierto en que se ha tenido la buena idea de integrar dos géneros musicales de indudable belleza. Pese a los excesos de un Michel Camilo que confía demasiado en el efectismo. Tomatito, en cambio, tras aquel largo paréntesis de desconcierto en que le sumió la muerte de Camarón, parece haber encontrado un camino cierto en que desarrollar su arte con autoridad y con madurez.

Su guitarra, su enorme sensibilidad en la interpretación de una música decididamente hermosa, son el mejor testimonio de ello.

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