Crítica:MORIS | ROCK

La cabalgata del tiempo

Cuando el rock español padecía su travesía por el desierto, mediados los setenta, vino Moris de Argentina para sacudir el pudor de los artistas de aquí, que apenas balbuceaban algún texto en español con pretenciosos mensajes y pesados desarrollos musicales. La sencillez de Moris, con estructuras básicas de rock and roll y textos que hablaban con nombre propio de calles, barrios y bares de Madrid, caló hondo y su impronta fue decisiva en la reconstrucción del rock hispano y en el nacimiento y apogeo de la movida madrileña.

Con ese prestigio, reconocimiento y agradecimiento, ¿por q...

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Cuando el rock español padecía su travesía por el desierto, mediados los setenta, vino Moris de Argentina para sacudir el pudor de los artistas de aquí, que apenas balbuceaban algún texto en español con pretenciosos mensajes y pesados desarrollos musicales. La sencillez de Moris, con estructuras básicas de rock and roll y textos que hablaban con nombre propio de calles, barrios y bares de Madrid, caló hondo y su impronta fue decisiva en la reconstrucción del rock hispano y en el nacimiento y apogeo de la movida madrileña.

Con ese prestigio, reconocimiento y agradecimiento, ¿por qué era necesario mancharlo con un precipitado e injustificado concierto en pleno julio en Madrid? Al parecer, Moris regresó a España hace escasos días con la urgencia de tener cuanto antes un encuentro con sus seguidores madrileños, que le adoran desde que él les enseñó la grandeza de su ciudad en canciones. Vino con lo puesto y en dos días montó una banda de circunstancias con veteranos músicos establecidos en el foro. No siempre conviene hacer de la necesidad virtud, ni concebir un concierto como un ensayo.

A Moris le pasa como a Chuck Berry, los músicos se saben sus canciones (Zapatos de gamuza azul, Sábado a la noche, Nocturno de princesa, Un chaval en un portal, Atrapado por el rock and roll...), pero eso no es suficiente. No vale hacer una 'cabalgata del tiempo' -como dijo el propio Moris- recreando sus viejas y añoradas canciones a modo casi de un 'peticiones del oyente', si no está la máquina engrasada y con el suficiente rodaje. Confusa quedó la intervención final de Miguel Ríos -el único que se presentó de los Calamaro, Rot, Sabina y Páez anunciados- cantando a dúo Sábado a la noche después de que ya la había hecho entera el argentino, que abandonó el escenario con el rostro turbado y sin despedirse. Moris y todos los que le quieren en Madrid se merecen otro concierto sin tanta urgencia.

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