Crítica:CASTELLÓN

Solidaridad taurina

La tradicional corrida de Beneficencia de Castellón sirve para ayudar a dos causas justas. De haber beneficios, serán para Cruz Roja y la Cocemfe. La solidaridad taurina sólo se repartió entre los toreros de la tierra. Caso de Vicente Barrera, que pechó con un mansurrón abriendo plaza y con el que nada pudo hacer de lucimiento. Su segundo se adaptó mejor a la quietud manoletista del valenciano.

Alberto Ramírez estuvo dominador con su primer mansurrón y porfiando consiguió hacerle tomar la franela en una faena en la que el destemple de uno se contagió en el otro o viceversa. Aunque la es...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La tradicional corrida de Beneficencia de Castellón sirve para ayudar a dos causas justas. De haber beneficios, serán para Cruz Roja y la Cocemfe. La solidaridad taurina sólo se repartió entre los toreros de la tierra. Caso de Vicente Barrera, que pechó con un mansurrón abriendo plaza y con el que nada pudo hacer de lucimiento. Su segundo se adaptó mejor a la quietud manoletista del valenciano.

Alberto Ramírez estuvo dominador con su primer mansurrón y porfiando consiguió hacerle tomar la franela en una faena en la que el destemple de uno se contagió en el otro o viceversa. Aunque la estocada cayó trasera, le valió pasear una oreja. La que pudo ganar con su segundo, un noble burel al que recetó aseada faena por el pitón derecho y con el que se fue a estrellar pinchando en hueso.

Alcurrucén / Barrera, Ramírez, Millán

Toros de Alcurrucén: desiguales de presentación, comodísimo de cuerna. 1º inválido, 2º y 3º mansurrones, 4º y 5º nobles, 6º inválido sustituido por otro del mismo hierro, brabucón. Vicente Barrera: silencio y oreja. Alberto Ramírez: oreja y ovación tras aviso. Jesús Millán: vuelta y silencio tras aviso. Plaza de Castellón, 10 de junio. Corrida de Beneficencia, tres cuartos de entrada.

Jesús Millán no tuvo opción. Su primero, un castaño de poca franca embestida, siempre cabeceó en la acometida hasta meterlo en el cesto. Fue en la quinta tanda cuando pudo bajar la mano y conseguir los momentos más vistosos. El sexto salió inválido y fue devuelto. El sustituto fue un bravucón con el que tuvo que doblarse en los medios por bajo. No tragó al natural y, harto el morlaco de tanto trapazo, acabó por quitarle la muleta, colgarse en el pitón y mandó parar el trasteo. Con la tizona, el maño emborronó lo hecho, si no con arte, al menos con pundonor.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En