Crítica:CESC GALABERT | DANZA

Raíces de celuloide

El grupo Castafiore se inspira en el Fantomas clásico y Cesc Gelabert en Nosferatu. Han sido dos espléndidos espectáculos donde el cine clásico está como telón de fondo. En los franceses, a través de la ironía y el esperpento circense; en el catalán, con un refinado enlace de escenas donde evoca libremente la fascinación de la pequeña pantalla sobre el espectador inocente. En ambos hay excelentes puestas en escena, vestuarios imaginativos y funcionales y una iluminación que ayuda al baile.

Castafiore se ha ganado un sólido prestigio por lo cuidado de sus montajes. No son en absol...

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El grupo Castafiore se inspira en el Fantomas clásico y Cesc Gelabert en Nosferatu. Han sido dos espléndidos espectáculos donde el cine clásico está como telón de fondo. En los franceses, a través de la ironía y el esperpento circense; en el catalán, con un refinado enlace de escenas donde evoca libremente la fascinación de la pequeña pantalla sobre el espectador inocente. En ambos hay excelentes puestas en escena, vestuarios imaginativos y funcionales y una iluminación que ayuda al baile.

Castafiore se ha ganado un sólido prestigio por lo cuidado de sus montajes. No son en absoluto para niños. Es un error enfocarles así. Otra cosa es que su estilo esté revestido de un cierto infantilismo intencionado, que al final no es otra cosa que ironía con los dramas más clásicos de la vida misma. Anthrop está concebido a base de pequeñas acciones que se separan por oscuros y contraluces góticos y donde Fantomas, genio del mal, desarrolla sus tropelías. La escena de luz negra es perfecta en su factura, recuerda las maneras del Teatro Negro de Praga, y resuelve ingeniosamente los juegos de ilusión. Quizá, al haber tanto texto, esta obra necesita de traducción simultánea a la manera de cómo se hace hoy día con las óperas.

En Useless lo mejor sigue siendo el propio Cesc Gelabert, su baile concentrado y geométrico, su sentido de las líneas corporales y una expresividad tan particular como efectiva. Los otros bailarines están bien, y siguen su estilo con solvencia, pero cuando Cesc encarna a Nosferatu logra una altura plástica notable. No todas las escenas tienen el mismo acierto y ritmo, pero finalmente el espectáculo se hace ameno y los chistes gestuales entran bien. No sé si el fuerte de este artista es el humor. Le prefiero en su textura dramática y cuyo punto mejor es el inolvidable Requiem de Verdi.

Gelabert saca una bailarina vestida de puzzle y es que la obra, en sí, es un gran puzzle humano que se va armando y desarmando a voluntad, un juego constructivo que le relaciona con la escuela alemana, con la herencia Bauhaus, con el neofuturismo.

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