Crónica

7 CLAVES

La política exterior del presidente Bush despliega sus alas. Y su primer incidente serio tiene a China, la superpotencia del siglo XXI, como antagonista.

China y Estados Unidos no hurtan el cuerpo al combate. Al contrario, parece que se busquen en los primeros asaltos de lo que puede convertirse en la nueva bipolaridad del siglo XXI. La colisión entre un avión espía nortamericano y un caza chino ocurrida hace una semana en una zona del espacio aéreo de soberanía discutida ha sido la chispa que ha iluminado el escenario de lo que algunos ya pronostican como una nueva guerra fría. Washing...

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La política exterior del presidente Bush despliega sus alas. Y su primer incidente serio tiene a China, la superpotencia del siglo XXI, como antagonista.

China y Estados Unidos no hurtan el cuerpo al combate. Al contrario, parece que se busquen en los primeros asaltos de lo que puede convertirse en la nueva bipolaridad del siglo XXI. La colisión entre un avión espía nortamericano y un caza chino ocurrida hace una semana en una zona del espacio aéreo de soberanía discutida ha sido la chispa que ha iluminado el escenario de lo que algunos ya pronostican como una nueva guerra fría. Washington y Pekín cuentan con una larga lista de contenciosos, que no ha cesado de crecer en los últimos tiempos. El escaso respeto del régimen chino a los derechos humanos y la persecución de la secta religiosa Falung Gong, un contrato de venta de armamento norteamericano a Taiwan, y el proyecto de escudo antimisiles propugnado por la nueva Administración republicana son los principales puntos de fricción entre ambos gobiernos. George W. Bush, en vez de utilizar la técnica del apaciguamiento de su antecesor, parece designar a China como el rival estratégico de Estados Unidos. En la resolución del incidente ha ido actuando en dirección a acrecentar la tensión en cada ocasión que las circunstancias se lo han permitido. El presidente chino, Jian Zemin, teme las consecuencias de una radicalización, que crea tensión militar, podría conducir a un desbordamiento de la indignación popular y a la vez poner en peligro la normalización internacional de China, sobre todo en la Organización Mundial de Comercio.Parece difícil un aumento permanente de la tensión y de la violencia en Oriente Próximo. Pero los hechos no mienten. El Ejército israelí ha bombardeado esta semana instalaciones de la policía palestina, ha seguido su política de asesinatos selectivos de personas que considera peligrosas para su seguridad, ha tiroteado incluso a una delegación palestina que regresaba de negociar con los israelíes, mientras el Gobierno de Ariel Sharon autorizaba nuevos asentamientos para 300 familias israelíes en territorio ocupado. También ha habido un tímido apercibimiento de Washington, donde los nuevos aires políticos están más por la inhibición que por la continuación de la presión negociadora sobre ambas partes. ¿Adónde llevan el clima de guerra permanente, el deterioro imparable de la Administración de Arafat, el empeoramiento de las condiciones de vida y de la economía de los palestinos y la intransigencia sin compasión alguna de Israel? Frente a la radicalización generalizada de la población, algunas voces por el momento solitarias, como las de Edward Said y Hannan Ashraui, propugnan una nueva Intifada pacífica como única vía para vencer la resistencia israelí ante la emancipación nacional de los palestinos.Si alguien creyó que no habría diferencias en política exterior entre George W. Bush y Al Gore ahora tiene el mentís más rotundo. Por si no bastaran la pasividad ante Oriente Próximo, las tensiones con China y con Rusia, las tentaciones inhibicionistas en los Balcanes o las reticencias ante los proyectos de defensa europea, ha llegado el brusco cambio de rumbo en política medioambiental que ha significado la ruptura con el protocolo de Kioto, firmado en 1997 para limitar la emisión de gases contaminantes a la atmósfera.Estados Unidos, con el 4% de la población, es responsable del 25% de la contaminación. Pero la gran industria que produce las emisiones es también la que ha sufragado la campaña de Bush y la que quiere ahora su recompensa. El temido y anunciado unilateralismo norteamericano ya está aquí, en su expresión más cruda. La única ventaja es que la Unión Europea tendrá, una vez más, una excelente ocasión para enfrentarse ante sus propias responsabilidades. La fracasada Cumbre de La Haya, donde debía ratificarse y aplicar el acuerdo de Kioto, celebrada bajo Administración todavía demócrata, naufragó precisamente porque las divisiones europeas impidieron cerrar un acuerdo moderado con Estados Unidos. Ahora, con Bush, hay que empezar de cero.Slobodan Milosevic, el responsable de diez años de guerras y de limpieza étnica, el dictador que ha dirigido como un carnicero el despiece de Yugoeslavia, ya está en la cárcel. Su detención ha sido, como todo en él, mediocre, sin acento épico alguno. Toda la gesticulación y las amenazas quedaron en nada: ni suicidio, ni defensa popular, ni resistencia heroica de su guardia personal. Pero también lo ha sido el pacto firmado con la cúpula dirigente de Belgrado, que le da garantías para evitar el camino del Tribunal Penal Internacional de La Haya y permite que su familia siga disfrutando de sus propiedades. Y el móvil: Washington había amenazado con cortar una ayuda de 50 millones de dólares si no se detenía a Milosevic en un plazo que terminaba el sábado por la noche. Todo muy mediocre también para la justicia penal internacional y para la estabilidad política en los Balcanes, donde son muchas las brasas y pocos los bomberos resolutivos y eficaces.La Rusia de Putin no se anda con remilgos. NTV, la última televisión crítica con el Kremlin, está ya en manos de Gazprom, el consorcio gasístico participado por el Estado, que se dispone a ejercer sus derechos y a controlar la orientación de la cadena. Con Vladimir Gusinski, su propietario hasta ahora, pendiente de una decisión de los tribunales españoles sobre la petición de extradición rusa, una nueva junta de accionistas controlada por los amigos de Putin se apresta a sustituir a los periodistas críticos con el régimen y a convertir al consorcio de medios Mediamost en un instrumento de propaganda del poder.La Audiencia Nacional ha excarcelado esta semana a siete integrantes del aparato político de ETA, con el voto en contra de uno de los tres magistrados. Los otros dos magistrados que han decidido la excarcelación creen que no hay pruebas sobre la vinculación del colectivo Ekin con el grupo terrorista. El mismo día en que los jóvenes eran excarcelados, el juez Baltasar Garzón declaraba ilegal al colectivo Ekin, poniendo así en cuestión la decisión de la sala de la Audiencia y avanzando un paso más en la ilegalización de la ETA no sumergida, que trabaja bajo la luz del sol y se protege en el Estado de derecho. Los excesos garantistas, la lentitud de la justicia, la falta de coordinación o a veces la arbitrariedad y la impericia de magistrados singulares producen decisiones y sentencias chocantes, que son mucho más graves cuando afectan a un tribunal que tiene precisamente como función procesar y juzgar a los responsables de crímenes terroristas, unos criminales que cuentan además con una tasa de éxito enorme en su actividad de amedrentamiento de la población que no comulga con su ideario.Las dimisiones en cadena de ediles socialistas vascos que no desean llevar escolta, las excarcelaciones de dirigentes etarras, las dificultades de los partidos constitucionalistas para encontrar interventores electorales, la utilización del carné de identidad vasco como documento de identificación para votar, están configurando una campaña electoral de alta presión política. La única novedad que ha venido a introducir un elemento de distensión ha sido la conferencia del ex lehendakari José Antonio Ardanza, pronunciada el martes en Madrid en la Academia de la Historia. Con la autoridad de sus 15 años como presidente del Ejecutivo autónomo, Ardanza ha reafirmado que el Estatuto y la Constitución son el marco legal que debe garantizar el pluralismo de la sociedad vasca y el reencuentro entre nacionalistas y constitucionalistas. El ex lehendakari critica a su partido, el PNV, por regresar 'a un diagnóstico de la violencia etarra en términos de expresión de un conflicto político irresuelto, en vez de tratarla como la manifestación más dramática de la intolerancia democrática'. 'La violencia', añade, 'surge de una opción voluntaria -intolerante, antidemocrática y totalitaria- que se adhiere, para sobrevivir y legitimarse, a un conflicto político preexistente y lo reformula, además, a su modo y manera'.

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