LA LIDIAEL ESCORIAL

Algo más que cositas

Arrastraban las mulillas al tercer toro y nos habíamos divertido muy poco. El Califa no había podido con el que abrió plaza, y Dávila Miura tampoco pudo sacar partido de un gazapón de media casta. Sólo Juan Bautista se había lucido con verónicas y en un quite por caleserinas un tantico embarulladas. "Sólo hemos visto algunas cositas", resumió un resignado espectador.Pero en el último toro de la tarde Juan Bautista hizo algo más que cositas. Fue este toro un ejemplar que tampoco dio facilidades, pero algo aprovechable debió verle el joven diestro, porque se lo brindó a Julio Aparicio, padre. Em...

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Arrastraban las mulillas al tercer toro y nos habíamos divertido muy poco. El Califa no había podido con el que abrió plaza, y Dávila Miura tampoco pudo sacar partido de un gazapón de media casta. Sólo Juan Bautista se había lucido con verónicas y en un quite por caleserinas un tantico embarulladas. "Sólo hemos visto algunas cositas", resumió un resignado espectador.Pero en el último toro de la tarde Juan Bautista hizo algo más que cositas. Fue este toro un ejemplar que tampoco dio facilidades, pero algo aprovechable debió verle el joven diestro, porque se lo brindó a Julio Aparicio, padre. Empezó la faena en el tercio y allí el toro le protestó. Se lo llevó el matador a los medios y en ese terreno tomó el burel la muleta con más entrega. Entonces surgió un toreo ligado y templado, por ambos pitones, y con especial brillo en dos series con la mano izquierda. Puede decirse que Juan Bautista exprimió todo el zumo que tenía el toro.

San Román / Califa, Dávila, Bautista

Toros de Antonio San Román, de presencia desigual, mansurrones. 1º y 2º, ásperos. 5º, con trapío, inválido. El Califa: silencio y aviso y oreja. Dávila Miura: silencio y aviso con aplausos y saludos. Juan Bautista: aplausos y saludos y dos orejas. Salió a hombros.Plaza de El Escorial, 12 de agosto. 2ª y última corrida de feria. Media entrada.

El Califa no tuvo su tarde. Fue muy flojo su primer toro y no le pudo hacer ese su toreo de poderosa mano baja. Se le fue sin torear. La oreja que le dieron en el cuarto fue un regalito del generoso corazón de la dama que presidía el festejo, porque el valenciano no pasó de bastote y valentón.

Tampoco pudimos ver a Dávila Miura. Lo intentó con el inválido quinto, al que hizo una larguísima faena llena de voces, posturas, paseos y derechazos, muchos derechazos, fuera de cacho y con el pico. Se quedó ronco el torero con el griterío que armó para que el toro se le arrancara, cuando lo que tenía que haber hecho es ponerse en el sitio y plantarle la muleta en la cara.

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